De todas las lecciones que debemos aprender a lo largo de la vida, soltar, es una de las más difíciles…

Es relativamente sencillo soltar algo que ya no quieres, deshacerte de algo o de alguien que simplemente ya no necesitas ni quieres en tu vida o cuando simplemente no hay un vínculo que te mantenga conectado a ello.

La tarea se torna realmente dura cuando el caso es todo lo opuesto. Cuando todavía tienes ilusiones, afectos, una visión de futuro con esa persona, o con ese proyecto. Porque soltar abarca un contenido bastante amplio, que puede ir desde un trabajo al que nos aferramos hasta la relación con un familiar que se manifiesta nefasta en todas las direcciones que se vea. Puede incluir soltar los afectos con amistades que creímos eternas e incluso relaciones de noviazgo o matrimonios ya establecidos pero que lastimosamente no terminan de funcionar.

A veces nos encanta romantizar este tipo de lecciones, puesto que hay cierta gentecita que se ha encargado de viralizar un tipo de información que tiende a tergiversar la realidad de la  lección.

Soltar no es algo sencillo, no es un caramelo amargo que sacas de tu boca y simplemente lo cambias por uno más dulce. Soltar es una lección amarga, que trabaja diferentes aspectos de nuestra vida que pocas veces son considerados. Como el hecho de aceptar que todo lo que pensastes, imaginastes y sentistes tomará un camino diferente al que anhelaste o soñastes. 

La dura realidad es que todos visualizamos  futuros, momentos, logros y sueños con personas, trabajos, familiares y amigos que a menudo terminan evaporándose para dar lugar a otro tipo de experiencias que fueron imprevisibles. Unas veces positivas y magníficas, pero muchas otras no tan geniales ni positivas.

Soltar cuando no quieres soltar, cuando quieres quedarte aferrado bajo esperanzas de que tal vez si. Allí es cuando más dura se hace la lección de aprender. Nadie quiere soltar a alguien que ama, nadie quiere soltar un trabajo que anhelo por años, aunque le esté comiendo la salud. Nadie quiere soltar a su familia para ir a buscar un horizonte diferente, porque es la familia y así somos. Nadie quiere soltar su zona cómoda para ir a llevar unos cuantos derechazos fuera de ella, nadie quiere soltar, porque soltar significa renunciar a algo o alguien que todavía quieres o amas.

Somos seres que tendemos a adueñarnos de todo y de todos, nos cuesta ver la vida con la verdad de que nada nos pertenece, aunque desearíamos que muchas cosas y personas nos pertenezcan. Esa es la realidad, la que a veces matizamos con algunas frases bonitas para no pudrirse del dolor o la desesperación.

De allí, la conclusión de que no es fácil soltar. Requiere tiempo y voluntad. Porque es a través de ese tiempo y esa voluntad que  podremos ver todo bajo la luz correcta y entender por fin la lección de soltar. 

No siempre soltamos personas o cosas malas. A menudo lo que tenemos que soltar es maravilloso pero que simplemente no puede ser de otra manera. Y por ello termina volviéndose tan complejo.

Pero hasta que no enfrentemos la lección, no podremos salir de los círculos viciosos que se repiten y que dañan nuestra vida al impedirnos alcanzar la oportunidad de vivir las experiencias diarias que nuestro corazón necesita para crecer. 

Hay muchas cosas que aprender a soltar en esta vida, ya que, ese es uno de los pagos para obtener lo nuevo, que necesitamos experimentar en nuestra vida. 

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