Bolaño describe a los enfermos en el pensamiento del sexo, la realidad en que vivimos, el sexo abarca el más amplio de los placeres del hombre, como el placer lleva a buscar ese tan ansiado deseo, parejas que se forman solo por el gusto de mostrar la piel y sentir el deseo casi animal de sentirse, de gozar sus cuerpos, de uno a uno.

En la capital, el centro de la ciudad, en barrios y callejuelas, el encuentro con las señoritas del placer, que degustan un poco de su carne, carne que se enreda en tus ojos, en el espejismo de un campo de flores, flores que aceleran el corazón de hombres desdichados, un consuelo para la soledad de la noche fría de ciudad.

Sucio y grasoso, el parque, la cerveza de la noche anterior contiene las alegrías de risas que existieron, en el suelo, cigarrillos de palabras que se dijeron en el pensamiento cuerdo de boca del borracho, ecos de los gritos de desacuerdos y las amenazas de tiros en la memoria, miradas que se penetran en borracheras de los deseosos. El motel colmado un viernes, sábanas manchadas y  líquidos corporales de encuentros, sonidos de placer desde otras habitaciones, la moza  trae el licor  para desinhibir los cuerpos, la moza trae la valentía.

El domingo en la tarde el parque sustenta el apareamiento fonético y visual de dos individuos, los roces y los toques se caen en las miradas de uno, la cultura influyente del cortejo, música bachata de lejos, reggaetón que clava los oídos para desencadenar el placer, la grandeza, el sustento, los gritos y el ruido de la dinámica de los parques, la afrontación de contexto, en una ciudad que ruge y no se calma, cortejo de perros que se montan unos sobre otros, dinámicas absorbentes de coqueteo, sustrayendo la parte más vulnerable, hombres pavos reales y mujeres geishas.

En la banca, silencio de amantes enfadados, miradas que no se cruzan, y el enojo que surge al escuchar las alegrías de los que se toman la vida con livianeza, un enojo se clava en su cien, por perdida esta batalla, por muerto el amor un domingo, por perdida la incomprensión, que sustenta las palabras en silencios, dos amantes, silencios, en que la voz que resuena es ruido para el otro, un ataque a la yugular, un amor que termina. Creo que no debemos hablar más.

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