Capítulo 108 – La calma después de la tormenta.
Ariadne leía un libro mientras estaba sentada sobre su cama, mirando de reojo a veces a Albert para cumplir con la promesa que le había hecho a Blaze semanas atrás, escuchándolo respirar tranquilamente sobre su lecho, posando su mirada nuevamente en lo que estaba leyendo, volviendo a mirar al muchacho con rapidez al notar de reojo una extraña sombra que levitaba sobre el escudero, soltando un grito de espanto al notar un ser alado y oscuro que aleteaba sobre la cama de al lado.
¡Aaaaaah! ¿Qué eres? –preguntó Ariadne mientras abrazaba el libro sobre su pecho al mismo tiempo que el ser se volteaba a verla, notando que se trataba de un cuerpo ovalado con un gran ojo rojo en lo que iría siendo su rostro, con una amplia y sonriente boca llena de dientes afilados y puntiagudos, con dos pequeñas y afiladas orejas que apuntaban hacia arriba, mientras que un par de patas negras parecidas a las de un cuervo se movían como si estuvieran pataleando dentro del agua para nadar—. ¡Ahhhh, se lo va a comer!
La joven arrojó el libro al ser de pelaje violeta oscuro, dándole de lleno en el ojo, haciéndole emitir un sollozo, retrocediendo en su vuelo por el golpe para luego avanzar y ponerse frente a la temerosa muchacha.
Ariadne, eso me dolió, no me arrojes más cosas –dijo la criatura con voz chillona y gesticulando con su extraña boca, aleteando sobre su cama, para luego sonreir de una forma que no se decidía entre ser amistosa y/o amenazante—. Soy yo, Blaze.
¡¿Qué?! –preguntó con un grito Ariadne, desconfiando de lo que la criatura le decía.
Sólo vine a ver que Albert estuviera bien, esto es mi Astral Beast, la evolución de mi Astral Sight. Antes sólo podía ver a distancia, pero ahora puedo verte, escucharte y responderte como si estuviera ante ti; aunque el costo es grande, no puedo hacer nada de eso en el lugar en el que está mi cuerpo en trance, así que si alguien llegase a atacarme mientras uso este hechizo… –explicó Blaze a Ariadne, calmando a la muchacha al comprobar que era su amiga, pero alterándose nuevamente al explicar el peligro del uso de tal bestia astral.
Está bien, esfúmate, no te expongas, Albert está bien, vete, vete –dijo la muchacha, echando al ojo alado con sus manos –. Acá lo cuidamos bien, chu, chu, ¡vuela!
No puedo sólo esfumarme, eso me mataría. Vine volando hasta acá a toda velocidad y me metí por tu ventana abierta, mi cuerpo astral debe volver de la misma forma –dijo Blaze con su irreconocible voz, mirando nuevamente a Albert, aleteando sobre su rostro—. Al menos ya no me mareo tanto usando este hechizo, eso sí debería preocuparte, dejé mi cuerpo con buena protección, pero no durará para siempre, así que volveré pronto.
Es bueno saberlo –dijo Ariadne, soltando un suspiro de alivio—. ¡Qué vuelvas bien al lugar donde estés!
El Astral Beast de Blaze voló hasta posarse en el piso, recogiendo el libro de Ariadne con una leve mordida de sus dientes, procurando no marcar mucho el texto, devolviéndoselo a su dueña para que pudiera seguir leyéndolo, aleteando al exterior de la vivienda.
Gracias por todo, Ariadne, nos vemos en un tiempo –dijo Blaze con una sonrisa ocular, aleteando con fuerza y alejándose del lugar como si se tratara de una saeta disparada a gran velocidad, perdiéndose en el brillante horizonte de un soleado día.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Cuando el Astral Beast iba a mitad de camino para regresar a Blaze a su cuerpo, notó a alguien que llamó su atención bajo la ruta que iba sobrevolando, deteniéndose para comenzar a descender con lentos aleteos, apoyando sus patas sobre un azulado cabello que tiempo atrás había visto.
¡Hola, chicas! –dijo Blaze con aguda voz a través de su avatar alado, guardando sus alas al costado de su cuerpo—. ¿Cómo están?
Hänä se detuvo a meditar a la criatura, que posaba tranquilamente sobre la cabeza de Claire, quien intentaba mantener el equilibrio de esta para que no se cayera, agarrándole las negras patas con sus gélidas manos para lograrlo.
Justamente estábamos buscándote, Blaze. Tenemos que hablar –dijo Hänä mientras Claire se hincaba un poco para dejar al avatar a la altura del rostro de su reina.
Claro, no hay problema, pero tengo que volver a mi cuerpo –explicó Blaze, aleteando para alejarse de la cabeza de Claire, enredándose sus patas en el cabello azulado de las Ondinas, sacudiendo sus extremidades hasta poder liberarse—. Por cierto, ¿qué le pasó a tu ojo? Está negro…
Acordaron juntarse a mitad de camino entre las ciudades desde donde se estaban desplazando, encontrándose un par de horas después en una taberna.
¿Qué, ahora eres grande de nuevo? –preguntó de entrada Hänä, sintiéndose disminuida nuevamente ante la envergadura de su amiga, casi deseando que se hubiese quedado con su tamaño de niñata.
Nunca fui pequeña, excepto cuando niña, lo otro podemos decir que fue un… ¿desliz? –respondió Blaze, acercándose a la maga del agua, abrazándola y levantándola del piso con su agarre, zarandeándola de lado a lado ante la nula respuesta de su amiga.
¿A qué viene esto? –preguntó Hänä entre los fuertes brazos de su amiga, dejando caer los suyos propios a los lados de su cuerpo, siendo sacudida contra su voluntad.
Se siente bien poder cargar este pequeño paquetito de frialdad –dijo Blaze, sintiendo como se le escabullía su amiga entre los brazos, sacudiéndose la ropa como estuviera cubierta de polvo—. ¿Qué? Pero si eres muy livianita…
No solo eres la montaña de músculos que eras antes, sino que ahora andas feliz por la vida, ¿qué te pasó para estar así? –preguntó Hänä, agarrando una silla y sentándose frente a una mesa, al lado de Claire quien apenas llegó se sentó.
Bueno, mi historia es un poco laaarga si comienzo desde la última vez que nos vimos, así que… –dijo Blaze, comenzando un largo y tedioso monólogo que le “resumió” el tiempo que no habían estado en contacto, deteniéndose solamente para llamar a los meseros y solicitarles algo para comer y beber—. En resumen, eso. Así que ahora viajo buscando una forma de despertarlo y, cof, cof, perdón, ando con una tos un poco extraña, a veces sangro, otras no, pero con un poco de líquido se me pasa… ¡¿Y las cervezas, mesero?!
Al fin te callaste, podrías haber filtrado todos esos momentos asquerosos y decir lo principal, pero creo que no va con como eres –reclamó Hänä, apoyando los brazos sobre la mesa y echando la mitad de su cuerpo sobre esta, descansando su frente de igual manera, respirando profundamente para luego tirar su cabeza completamente para atrás, estirando sus brazos como si acabase de despertar.
Ahora te toca a ti, ¿Qué hay con ese ojo? –preguntó Blaze, recibiendo al fin su ansiada cerveza, bebiendo un trago corto para aclarar la garganta de la picazón de la tos, para seguir hablando—. ¿Te lo dejaron así después de una pelea?, ¿o acaso es una maldición?
En resumen… –dijo Hänä, bebiendo también de su recién servida cerveza, dejando unos segundos de silencio entremedio—…no te interesa.
¡¿Qué?! ¡Pero si te acabo de contar toda mi vida reciente! ¡Y si me interesa, por algo te pregunté! –explotó Blaze ante la negativa de su amiga, levantándose de su asiento y golpeando la mesa con ambas manos, sacudiendo las jarras de cerveza un poco, pero sin llegar a vaciar una gota de sus contenidos.
Yo no lo solicité, no exijas cosas que tú diste sin que nadie las pidiera –respondió Hänä antes de servirse otro trago del brebaje, quedándose mirando a su amiga con sus ojos de distintos colores.
¡Tchi! Menos mal que somos amigas… –reclamó Blaze, sentándose y cruzándose de brazos, desviando su mirada de la de Hänä, ofendida por las respuestas de la pequeña ama del agua.
Bueno, te puedo decir esto: no es de tu incumbencia, no es ningún tipo de daño, estoy bien así y tenemos que hablar de algo que sucedió exactamente después de que lo obtuve –dijo Hänä, haciendo que Blaze chasqueara sus dedos, siendo apuntada por el dedo índice de su amiga.
¡Lo sabía! Es algo aparte, por eso dijiste que lo obtuviste –dijo Blaze, recibiendo una inmediata reprimenda de su amiga.
¡¿Te puedes concentrar, cabeza de chorlito?! Eso no es importante –espetó Hänä, haciendo que Blaze dejara de apuntarla y sonriera de forma incómoda ante tales palabras—, puede que incluso tenga que ver con el incidente en que tu amiga quedó inválida.
Hänä le contó del avistamiento del gigante que caminó sobre el océano como si fuera un charco de agua, de la inmensa cantidad de energía mágica que desprendía en su despreocupado andar y de cómo se perdió entre las nubes como si nunca hubiese existido.
Maldito bicho, me las va a pagar por pisotear a Ariadne y dejarla en tal estado, ¿dónde fue que lo viste, entonces? –preguntó Blaze, metiendo su dedo en la jarra para sacar la espuma de la cerveza que quedó en el fondo del recipiente, intentado parecer calmada, ocultando su ira detrás de sus despreocupados movimientos.
Ahora creo que no debí decirte, sólo te lo conté para que lo tuvieras en cuenta por si te lo topabas, pero tomando en consideración que una conocida tuya fue dañada por esa cosa… –meditó Hänä en voz alta—. La cantidad de energía que tenía no era algo para tomárselo a la ligera, no era una criatura que pudiésemos vencer, aunque peleáramos juntas.
No iba a pelear con esa cosa, sólo quería echarle un ojo –dijo Blaze, mirando a la acompañante de su amiga, asomándose algunas venas en sus antebrazos, mostrándose lista para la batalla—. ¿Cierto, Claire?
Claire miró fijamente a Blaze y luego miró a Hänä, levantando luego sus hombros sin emitir ninguna palabra, arrancándole una sonrisa a la maga controladora de las ardientes llamas.
Era obvio… Bueno, si no me lo dices tú, alguien más lo debe haber visto. Tú lo dijiste, ¡es gigante! Debe haber destruido alguna que otra cosa en su camino desde El Caudal de los Tiempos hasta su llegada al océano, alguien podrá ayudarme a encontrarlo, a pesar de que el común de la gente no lo pueda ver –comentó Blaze, mirando fijamente a su amiga con enardecida mirada—. Hay montones de magos allá afuera.
Me CARGA cuando haces eso –dijo Hänä, endureciendo su entrecejo—. Maldita manipuladora. Te llevaré al lugar dónde le perdí la pista, pero eso no asegura que lo hallemos allí, pero ya te quedará claro porque no debemos enfrentarlo si logramos sentir su presencia. No, ni si quiera eso, ni molestarlo. Está fuera de nuestro nivel.
¿Con quién crees que estás hablando? Derroté al maldito Chained God, ¡dame algo de crédito! –exclamó Blaze, hinchando su pecho con orgullo en vez de aire, con una vehemente y ardiente aura rodeando su cuerpo, siendo aterrizada de inmediato por su amiga.
Sí, gracias a que el degenerado de tu maestro te ayudó después de morirse y que tuviste que gastar casi toda tu energía vital –recalcó Hänä, bajándole los humos a Blaze, quien se recostó sobre la mesa, meditabunda—. Y yo no pienso hacer ese tipo de sacrificio sólo para que te vayas a vengar de alguien que sé que no podemos vencer.
Supongo que estás en lo correcto. No estuve allí para saber el nivel de poder que tiene esa cosa, pero si tienes razón en que no vencí a ese demonio yo sola, no sé cuál es la diferencia de poder entre ellos y no voy a arriesgar la vida de nadie por una venganza indirectamente personal –recapacitó Blaze, apoyando su barbilla entre sus manos, con los codos apoyados en la mesa, calmando su ira por lo que le pasó a Ariadne—. No te preocupes, olvídate de lo que te pedí.
Hänä estaba estupefacta. Nunca había podido hacer cambiar de opinión tan fácilmente a Blaze, menos cuando la veía que estaba preparada para luchar o con odio en sus entrañas. Sin duda tenía que haber pasado por mucho para lograr ese tipo de cambio, dejando atrás a la egoísta y peleadora maga que era años atrás.
Cla… claro –dijo Hänä, no pudiendo emitir otro tipo de palabras, aún impresionada por el cambio de Blaze.
Las amigas disfrutaron unas varias jarras más del dorado brebaje, continuando con su siempre animada forma de conversar, sin decidir qué es lo que harían de ahora en adelante, después de salir de la taberna.
OPINIONES Y COMENTARIOS