Crítica a la Religión

Crítica a la Religión

Cristhian Diaz

10/03/2023

¿Enfermedades mentales o Demonios?

Desde épocas arcaicas, muchos pueblos primitivos reconocen y viven las enfermedades como intervenciones de seres divinos sobre el conjunto de la humanidad, bien sean espíritus, daimones o los mismos dioses. En las concepciones animistas las enfermedades se conciben como daimones que se asientan en el interior del doliente, y por eso se hacen imprescindibles diversas prácticas expurgatorias, basadas en la mímica y los gestos, que reproduzcan simbólicamente una operación en el seno interno del individuo.[1]

Se trata de una creencia que aún sigue vigente por parte de adeptos a distintas religiones. No sólo por atribuirle una enfermedad fisiológica a fenómenos sobrenaturales, también en la idea de un espíritu maligno que se apodera del raciocinio del sujeto, y él pierde la voluntad de su conciencia. Es algo que he presenciado algunas ocasiones en una iglesia cercana a mí. Me parece alucinante el cambio radical de las personas influenciadas por diversos símbolos religiosos.

Lo que comúnmente se ve en las películas, es la irritación de una persona ante un crucifijo. Pero en los casos de la vida “real”, la alteración de la personalidad se detona por metaforizar los problemas que acarrea el individuo. Un ejemplo de ello: el grito de una mujer supuestamente poseída por el fantasma de Lilith, uno de los personajes que utilizan para explicar los instintos de lujuria, codicia y otros pecados capitales. Esto me hace preguntarme: ¿por qué es mayor el caso de mujeres “poseídas”que el de hombres? ¿Tendrá algo que ver con la inclinación que Eva tuvo hacia el pecado? ¿Sugiere eso una connotación machista? ¿O acaso estas alegorías son una argucia sobre la que se inventó una verdad?

Pareciera que el religioso acepta y relaciona su padecimiento con la imagen de una entidad de la que aparentemente no tiene control, esta puede ser Dios o Lucifer. Así como el protagonista de El gato negro se excusaba bajo un espíritu de perversidad.

Ciertamente la locura es una enfermedad que suele asociarse a un endemoniado. Esta creencia empezó a refutarse con el aporte de Freud al campo de la medicina. Por esa razón, veo muy poca diferencia entre la terapia de hipnosis que hace el psicoanalista y un sacerdote que intenta expulsar a un demonio. Ese proceso no se realiza exactamente como se dice que Jesús lo hacía. Hoy en día se necesita de toda una interrogación previa, precisamente para descartar cualquier enfermedad mental. El detalle está en que esos trastornos son tan profundos que, es sumamente complicado detectarlos.

Por ello, aún me sigue sorprendiendo el momento en que aquella otra personalidad escondida, ha sido revelada en el individuo, incluso llamándose a él mismo con un nombre distinto.

Desde el punto de vista espiritual, no me parece incorrecto calificarlo como un demonio intruso que toma posesión del sujeto, lo que me parece erróneo es la forma religiosa de atacarlo. De ese modo, creo que lo único que lograrían es reprimir y volver ocultar la entidad maligna, pero nunca expulsarla. Por el contrario, si se afronta ese problema desde una perspectiva realista, sería más eficaz resolverlo según el análisis biográfico de la persona.

Con ese punto de vista, sugiero desmitificar las perturbaciones llamándolas por su nombre científico, y no poetizándolas con metáforas. De ese modo, se asumirá que cuando alguien dice escuchar voces, se trata de esquizofrenia y no de una supuesta influencia demoníaca. De hecho, el testimonio de las afecciones que presenta esa enfermedad, es igual de imaginativo e ilusionista que la explicación que intenta darle la religión. Es decir, la probabilidad de que esos eventos sucedan es extremadamente mínima, por no decir inexistente.

Así mismo, las reacciones relacionadas con símbolos religiosos se comprenderán como un síntoma de bipolaridad, que su vez deriva en episodios depresivos. Otra de las razones por la que asemejo las terapias del psicoanálisis con los exorcismos responde a que los dos llegan a tocar las emociones más profundas y relevantes para el individuo. Así, el religioso drena y expresa su malestar o bienestar.

Algunas conductas de la esquizofrenia y la bipolaridad suelen relacionarse con otra perturbación llamada trastorno límite de personalidad. Pueden ser auto-lesiones o comportamientos impulsivos e imprudentes. Se dice que esta enfermedad se transmite genéticamente. Casualmente, existen creencias religiosas que interpretan que los espíritus malignos pueden transmitirse por maldiciones generacionales. Es evidente que eso suena mucho más interesante que el término enfermedad hereditaria. Es posible que los religiosos se inclinen por el espectáculo.

De hecho, las sesiones de exorcismo que he visto me han parecido un montaje escénico con pésimos actores y guionistas. Pero también he presenciado otros episodios en los que las personas involucradas parecen ser tan buenas actuando que se ve algo muy serio.

Para ilustrar esas escenas que si parecen ser reales, me serviré de la enfermedad más semejante a estos fenómenos: el trastorno de identidad disociativo (TID).

Consiste en la fragmentación de la identidad de una persona. De ahí resultan 2 o más de 100 estados de la personalidad que coexisten simultáneamente. Todos los rasgos que presentan cada identidad constituye a una persona en sí, pero el trastorno no le permite unificar todo eso en un solo individuo; la información se reparte entre todos sus Yoes. Hay casos en que cada Yo es radicalmente distinto e independiente en su carácter. Cuando ocurre esa transformación, también pueden sentir cambios en sus cuerpos. Así como en las películas de exorcismos muestran el deterioro fisiológico de la persona poseída.

El origen de la mayoría de estas enfermedades, y en especial la del TID, son causa de eventos traumáticos que provocan la disociación en el individuo. De esa manera buscan escapar de la realidad que les afligió. Las persona que lo sufren han declarado que de repente pierden el control de su voluntad. De un momento a otro pasan a ser espectadores y se sienten impotentes al no poder controlar lo que piensan y hacen.

Lo que me parece curioso es que tanto el religioso, como el psiquiatra, concuerdan en que la aparición de una nueva identidad, se denomina manifestación de posesión. El ejemplo del cual se sirven, es un ser sobrenatural que toma el dominio del cuerpo.

Así mismo, otra similitud que tiene ese trastorno con algunas personas “endemoniadas” es la de perder el cocimiento durante el episodio de perturbación. Se le conoce realmente con el término de amnesia disociativa.

Por estas razones, se debe entender que una persona que alberga múltiples personalidades dentro de sí es un individuo que padece TID y no que está poseído por una legión de demonios.

A refutación de estas creencias responde en gran medida a la  obsolescencia de la iglesia frente al post- modernismo

“La crisis ha sido ya anunciada por muchos autores, representantes o ubicados temporalmente en eso que se ha dado en llamar el mundo moderno, entre ellos Hegel, Marx, Nietzsche y Heidegger.”

Nietzsche describía un pueblo santo que para todo conservaba valores y palabras sacerdotales. Señalaba que mientras el sacerdote sea valorado como hombre superior, no habrá respuesta a la pregunta de qué es la verdad, ya que la verdad se invierte cuando el defensor de la negación es considerado representante de la veracidad.

En ese sentido, Steiner pensaba que aquella promesa de La Biblia que dice que la verdad nos hace libres, se convirtió en un instrumento de manipulación esencial del racionalismo secular y del liberalismo político. Desde la época de los evangelios hasta la Modernidad, había una visión de la verdad más allá del alcance de la razón o la refutación experimental.

Se dice que en algún lugar existe una «verdad superior a la verdad», de revelación mística inmediata. Las iglesias han contraatacado, afirmando que la verdad les pertenece. Esa verdad se ha revelado al hombre por intervención divina. La larga lucha de la Iglesia católica, por ejemplo, contra Galileo es la lucha de la imagen revelada y total del universo contra la amenaza de cambio, contra la fragmentación. La Iglesia del Renacimiento fue muy perspicaz al pensar que la nueva astronomía perturbaría y por tanto expondría al cuestionamiento arbitrario el concepto mismo de prueba y de verdad. Vieron que, aceptando a Galileo, un Einstein, por decirlo así, podría venir después y decir a Galileo: «También tú estás equivocado». Y es esta inestabilidad impredecible de la mente buscadora lo que la Iglesia sintió como una profunda amenaza para el orden humano y la felicidad humana.

 Hegel por su parte, afirmaba que las intenciones del sacerdocio engañador no son objeto inmediato de su obrar, sino que su intelección carece de voluntad y singulariza su ser para sí. Esto supone la renuncia a los sentidos internos de una conciencia y un espíritu extrañado. Dicho de otro modo, la libertad absoluta ha acomodado a sí misma la contraposición entre la voluntad universal y personal del espíritu que está alienado .

Esa alienación limita al conocimiento y por consiguiente la libertad. Tal es el caso del dogma eclesiástico que por mucho tiempo tuvo una gran influencia en la política, y por ende en la sociedad. Esto a Kant no le parecía correcto, puesto que él pensaba que era necesario diferenciar la fe de la obediencia. Esta última, está ligada a un dogma impuesto con una serie de leyes que determinan la vida de los individuos. A partir de la delegación de su responsabilidad, el ser humano lo que hace es dejarse guiar como un rebaño.

En oposición a ese dogma, Kant propuso que el individuo tenga el valor de servirse íntegramente de su propia razón. Este enunciado es lo que Kant llamó “auto ilustración”. Ese fue un proceso que consistió en sacar al ser humano de su inmadurez: la fase en la que el hombre comenzó a desprenderse de la culpabilidad de su propia incapacidad. Esta es la liberación de la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esa inutilidad no es culpa de su falta de inteligencia, sino que responde a una carencia de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella. No requeriría de la tutela de un agente externo ni tampoco delegar sus responsabilidades a un tercero. Esta fase infantil termina cuando el individuo se atreve a pensar y a usar sus facultades racionales. Es una invitación a reflexionar sobre la propia conducta ética con una base fundamentada en la razón y no con base en una tercera entidad .

 De esa forma, aprende a autogobernarse sin la necesidad de recurrir a la iglesia o a los reyes. Esos otros en los que los hombres se escondieron por mucho tiempo fueron la religión y la monarquía. Posiblemente algunos no lo hicieron de forma consiente, sino por imposición de un régimen estatal que estaba íntimamente relacionado con la iglesia. No parece casualidad aquella frase célebre del mesías en respuesta a quienes le preguntaron por el impuesto del César: “Devuelvan al César, lo que es del César”, únicamente por reconocer que estaba impregnada su cara en la moneda.

Ya lo advertía Marx, el dinero es la capacidad alienada de la humanidad. Es la “humanidad” alienada del hombre. En ese sentido, la clase que tiene a su disposición los medios para la generación material, dispone con ello al mismo tiempo de los medios para la creación espiritual, lo cual hace que se le sometan quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente.

 Esa enajenación se da cuando el obrero es más pobre a medida que más riqueza produce, pues en última instancia, quien sale beneficiado del trabajo del esclavo es el amo, es decir la clase dominante.

 La objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él es la apropiación como extrañamiento del trabajo con respecto al producto del que no siente pertenencia. Por esto Marx tenía muy clara la importancia de la propiedad como posibilidad de la libertad .

Por ello, Hegel ve a la religión como la conciencia y el sentimiento que de sí posee el hombre, el cual aún no ha alcanzado el dominio de sí mismo, o lo ha perdido, es decir, el hombre extrañado de sí. De este modo, el hombre se deja llevar por su imaginación, así suplanta la producción real de los medios de vida por la producción de quimeras religiosas.

Aunque aquella frase sobre el César tenía una intención distinta, aún así en ella se ve la necesidad que ha tenido la religión de agradar al estado. Para Marx, los que realmente producen este dogma religioso son la sociedad y el Estado, siendo así la conciencia invertida del mundo, ya que la religión misma, para Marx, es un mundo invertido.

 De esa forma, se ve a la religión como la realización fantástica de la esencia humana. Sin embargo, en ese punto carece de verdadera realidad. Por esto, la lucha contra ese dogma es la guerra contra aquel mundo en el que la religión es el aroma espiritual. Ella es el sollozo de la criatura que es abrumada y oprimida. Así como un sentimiento de un mundo sin corazón, del mismo modo es el espíritu de una situación sin espíritu. En ese sentido Marx define a la religión como el opio del pueblo.

Por este motivo Marx es tan tajante y radical respecto a la religión que enajena a las personas, ya que para él la eliminación de la religión como ilusoria felicidad del pueblo, es la condición para su felicidad real. Pues no es feliz una sociedad en donde la mayoría sufre. Por esa razón, el estímulo de Marx con el que busca disipar estas ilusiones, es el impulso que ha de eliminar este Estado que tiene necesidad de ilusiones.

Así el núcleo religioso del individuo y de la comunidad degeneró en convención social. Se convirtió en una especie de cortesía, en un conjunto ocasional o superficial de actos reflejos. Incluso en donde la asistencia a la iglesia continuaba, las fuentes vitales de la teología se empezaron a agotar. Este desencantamiento dejó un inmenso desconcierto y vacío. Pero quizá esta es una nueva oportunidad para que surja una nueva corriente que sustituya la antigua,  ¿o acaso no ha surgido ya?

La post-modernidad señala la visión de una nueva ética y moral, cada vez aparecen artistas y comediantes que han representado una burla para la iglesia católica. Todo esto ha propiciado que los individuos se particularicen. De allí nacen temas tan específicos como la propia ideología de género que va dejando obsoleta la visión antigua del mundo. Por ello también se insiste en un progreso por desarraigar las malas costumbres que se siguen arrastrando del pasado. Así, la post-modernidad desecha todo tipo de nostalgia.

Referencia Bibliográfica 

La obsolescencia de la iglesia frente al post- modernismo

“La crisis ha sido ya anunciada por muchos autores, representantes o ubicados temporalmente en eso que se ha dado en llamar el mundo moderno, entre ellos Hegel, Marx, Nietzsche y Heidegger.”

Nietzsche describía un pueblo santo que para todo conservaba valores y palabras sacerdotales. Señalaba que mientras el sacerdote sea valorado como hombre superior, no habrá respuesta a la pregunta de qué es la verdad, ya que la verdad se invierte cuando el defensor de la negación es considerado representante de la veracidad.

En ese sentido, Steiner pensaba que aquella promesa de La Biblia que dice que la verdad nos hace libres, se convirtió en un instrumento de manipulación esencial del racionalismo secular y del liberalismo político. Desde la época de los eEvangelios hasta la Mmodernidad, había una visión de la verdad más allá del alcance de la razón o la refutación experimental.

Se dice que en algún lugar existe una «verdad superior a la verdad», de revelación mística inmediata. Las iglesias han contraatacado, afirmando que la verdad les pertenece. Esa verdad se ha revelado al hombre por intervención divina. La larga lucha de la Iglesia católica, por ejemplo, contra Galileo es la lucha de la imagen revelada y total del universo contra la amenaza de cambio, contra la fragmentación. La Iglesia del Renacimiento fue muy perspicaz al pensar que la nueva astronomía perturbaría y por tanto expondría al cuestionamiento arbitrario el concepto mismo de prueba y de verdad. Vieron que, aceptando a Galileo, un Einstein, por decirlo así, podría venir después y decir a Galileo: «También tú estás equivocado». Y es esta inestabilidad impredecible de la mente buscadora lo que la Iglesia sintió como una profunda amenaza para el orden humano y la felicidad humana.

 Hegel por su parte, afirmaba que las intenciones del sacerdocio engañador no son objeto inmediato de su obrar, sino que su intelección carece de voluntad y singulariza su ser para sí. Esto supone la renuncia a los sentidos internos de una conciencia y un espíritu extrañado. Dicho de otro modo, la libertad absoluta ha acomodado a sí misma la contraposición entre la voluntad universal y personal del espíritu que está alienado .

Esa alienación limita al conocimiento y por consiguiente la libertad. Tal es el caso del dogma eclesiástico que por mucho tiempo tuvo una gran influencia en la política, y por ende en la sociedad. Esto a Kant no le parecía correcto, puesto que él pensaba que era necesario diferenciar la fe de la obediencia. Esta última, está ligada a un dogma impuesto con una serie de leyes que determinan la vida de los individuos. A partir de la delegación de su responsabilidad, el ser humano lo que hace es dejarse guiar como un rebaño.

En oposición a ese dogma, Kant propuso que el individuo tenga el valor de servirse íntegramente de su propia razón. Este enunciado es lo que Kant llamó “auto ilustración”. Ese fue un proceso que consistió en sacar al ser humano de su inmadurez: la fase en la que el hombre comenzó a desprenderse de la culpabilidad de su propia incapacidad. Esta es la liberación de la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esa inutilidad no es culpa de su falta de inteligencia, sino que responde a una carencia de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella. No requeriría de la tutela de un agente externo ni tampoco delegar sus responsabilidades a un tercero. Esta fase infantil termina cuando el individuo se atreve a pensar y a usar sus facultades racionales. Es una invitación a reflexionar sobre la propia conducta ética con una base fundamentada en la razón y no con base en una tercera entidad .

 De esa forma, aprende a autogobernarse sin la necesidad de recurrir a la iglesia o a los reyes. Esos otros en los que los hombres se escondieron por mucho tiempo fueron la religión y la monarquía. Posiblemente algunos no lo hicieron de forma consiente, sino por imposición de un régimen estatal que estaba íntimamente relacionado con la iglesia. No parece casualidad aquella frase célebre del mesías en respuesta a quienes le preguntaron por el impuesto del César: “Devuelvan al César, lo que es del César”, únicamente por reconocer que estaba impregnada su cara en la moneda.

Ya lo advertía Marx, el dinero es la capacidad alienada de la humanidad. Es la “humanidad” alienada del hombre. En ese sentido, la clase que tiene a su disposición los medios para la generación material, dispone con ello al mismo tiempo de los medios para la creación espiritual, lo cual hace que se le sometan quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente.

 Esa eEnajenación se da cuando el obrero es más pobre a medida que más riqueza produce, pues en última instancia, quien sale beneficiado del trabajo del esclavo es el amo, es decir la clase dominante.

 La objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él es la apropiación como extrañamiento del trabajo con respecto al producto del que no siente pertenencia. Por esto Marx tenía muy clara la importancia de la propiedad como posibilidad de la libertad .

Por ello, Hegel ve a la religión como la conciencia y el sentimiento que de sí posee el hombre, el cual aún no ha alcanzado el dominio de sí mismo, o lo ha perdido, es decir, el hombre extrañado de sí. De este modo, el hombre se deja llevar por su imaginación, así suplanta la producción real de los medios de vida por la producción de quimeras religiosas.

Aunque aquella frase sobre el César tenía una intención distinta, auún así en ella se ve la necesidad que ha tenido la religión de agradar al estado. Para Marx, los que realmente producen este dogma religioso son la sociedad y el Estado, siendo así la conciencia invertida del mundo, ya que la religión misma, para Marx, es un mundo invertido.

 De esa forma, se ve a la religión como la realización fantástica de la esencia humana. Sin embargo, en ese punto carece de verdadera realidad. Por esto, la lucha contra ese dogma es la guerra contra aquel mundo en el que la religión es el aroma espiritual. Ella es el sollozo de la criatura que es abrumada y oprimida. Así como un sentimiento de un mundo sin corazón, del mismo modo es el espíritu de una situación sin espíritu. Por esto Marx define a la religión como el opio del pueblo.

Por esa razón Marx es tan tajante y radical respecto a la religión que enajena a las personas, ya que para él la eliminación de la religión como ilusoria felicidad del pueblo, es la condición para su felicidad real. Pues no es feliz una sociedad en donde la mayoría sufre. Por esa razón, el estímulo de Marx con el que busca disipar estas ilusiones, es el impulso que ha de eliminar este Estado que tiene necesidad de ilusiones.

Así el núcleo religioso del individuo y de la comunidad degeneró en convención social. Se convirtió en una especie de cortesía, en un conjunto ocasional o superficial de actos reflejos. Incluso en donde la asistencia a la iglesia continuaba, las fuentes vitales de la teología se empezaron a agotar. Este desencantamiento dejó un inmenso desconcierto y vacío. Pero quizá esta es una nueva oportunidad para que surja una nueva corriente que sustituya la antigua, o ¿o acaso no ha surgido ya?

La post- modernidad señala la visión de una nueva ética y moral, cada vez aparecen artistas y comediantes que han representado una burla para la iglesia católica. Todo esto ha propiciado que los individuos se particularicen. De allí nacen temas tan específicos como la propia ideología de género que va dejando obsoleta la visión antigua del mundo. Por ello también se insiste en un progreso por desarraigar las malas costumbres que se siguen arrastrando del pasado. Así, la post-modernidad desecha todo tipo de nostalgia.

Referencia Bibliográfica 

F. Hegel. Filosofía del Derecho. Buenos Aires. Editorial Claridad, 5ta ed. 

1968.

KK. Marx. Manuscritos Económicos y Filosóficos. Biblioteca virtual Espartaco. 2001. 

K. Marx La ideología Alemana. Barcelona. Grijalbo. S.A. 5ta ed. 1974.

G. Steiner. Nostalgia del absoluto. Madrid. Siruela, 2008. 

N. Guzmán. La Crisis de la modernidad. Caracas. Instituto Municipal de Publicaciones.2004.

  S. Mateo. La Biblia. Madrid. (San Pablo y Verbo Divino. 2005),

I. Kant. Filosofía de la Historia. D. F. México. Fondo de Cultura Económica. 

1992.

J. López. Psicopatologías de la antigua Grecia a través de sus mitos. Mérida. Revista semestral de filosofía práctica Universidad de Los Andes. 2006

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