Una vez había un niño que vivía en una granja con sus padres. Era muy feliz, pero un día, sus padres le dijeron que tenían que mudarse a la ciudad. El niño estaba muy triste por tener que dejar su casa y la vida de la granja.
Mientras estaban en el camino, el niño vio una preciosa flor silvestre. Se detuvo para recogerla, y le dijo a sus padres: «Aunque estamos dejando nuestra casa, nunca dejaré de recordar lo hermoso que era».
Sus padres lo abrazaron y le aseguraron que la belleza de su hogar siempre estaría con él, dondequiera que fuera.
Este cuento nos recuerda que los recuerdos son el tesoro más valioso que tenemos. Siempre podemos llevarlos con nosotros, dondequiera que vayamos.
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