Estaba en lugar bastante alto y no muy lejos se encontraba el océano de color verde esmeralda con unas olas gigantes que reventaban a mar adentro el cielo estaba cubierto con nubes que daba paso a los rayos del sol. La brisa acariciaba mi rostro, cerré mis ojos respiré profundamente varias veces después me puse a inspeccionar el lugar bajé por las escaleras que era extensa estaba hecha de piedras. Caminé por la calle había pequeñas tiendas construidas de paja en donde intercambiaban diferentes cosas leche, ropa, ovejas. Me acerqué a una oveja y la acaricié nunca había hecho eso en mi realidad. Se parecía mucho al tiempo medieval inclusive su vestimenta. Las personas iban con jarras grandes en sus manos, tanto hombres como mujeres, los niños corrían jugando por todos lados. No vi ningún tipo de soldado o policía ni guardia nada que se le parezca. Se respiraba mucha tranquilidad, una señora se acercó con un canasto con muchas frutas las manzanas fue las únicas que reconocí, me la comí estaba dulce y jugosa ¡Exquisita! El lugar era muy parecido a un castillo, no más bien a un fuerte las escaleras para subir estaban dispuestas en varias partes del lugar. Subí otra vez me gustaba como me llegaba algunas gotitas del océano, escuche un sonido algo fuerte que venía de afuera del fuerte y de abajo, al frente mío había un hombre pelirrojo de cabellos disparados para todos lados con pecas de ojos verdes, nos quedamos mirando yo era del tamaño de su nariz era un gigante y la verdad era enorme, no puedo negar que me causo gracia ser del tamaño de su nariz, tenía unas pecas enormes y yo me quejaba de mis pecas en ningún momento me dio miedo. Me sonrió estaba muy feliz de verme, se notaba que me conocía, algo recordaba de él, pero lamentablemente aún no recuperaba toda mi menoría. Hablamos telepáticamente.
—Qué estás haciendo—Pregunté
—Recolectando frutas y verduras.
Estaba con un canasto grande con frutas y verduras acorde a su consumo.
—Tú como estás ¿Aún sigues trabajando en los mundos sometidos?
—Bien, si sigo trabajado en ellos—respondí
Al parecer él sabía más de mí que yo, pero no importa todo a su debido tiempo.
—Por lo que veo se pudieron adaptar bien para convivir con los humanos—dije.
—Así es, no tenemos ningún problema de ninguna índole, vivimos en armonía, está todo delimitado por donde debemos caminar y siempre con el cuidado que no hubiera ningún accidente con los humanos. Me alegra mucho de verte creía que no te volvería a ver, eres una gran guerrera tu determinación te hace única.
—Es mi trabajo.
—Se me había olvidado que tu especialidad es el combate galáctico.
—¡Sí!
Dejó el canasto en el suelo miró el mar cerró sus ojos y dejo que la brisa lo envolviera y el viento despeinara más sus cabellos. Algún día quiero ser como tú, espero que pueda ser tu aprendiz ¿Me aceptarías? Moví mi cabeza en señal de afirmación.
A lo lejos venían otros gigantes tanto damas como varones y niños, cerca de ellos venía una caravana de humanos en carretas y tirado por caballos se saludaban tan amistosamente. Los gigantes también vestían con estas ropas estilo medieval. Era llamativo había árboles muy grandes y altos, tamaño gigantes y árboles tamaño humano. Fue inspirador ver como dos especies podían llevarse tan bien y como viven en armonía. Nos despedimos amistosamente.
Volví a mi prisión. Estamos a años luz de llegar a esta forma de vivir y eso que solo viven humanos. No me gusta mucho de hablar esperanza, pero trataría de creer en esta realidad se podría lograr, por algo habíamos venido muchos de nosotros. No tenía que olvidar que estaba en una prisión de alta seguridad. Este mundo gigantes/humanos estaba libre de presencia de los perdidos, eso era lejos muy importante.
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