EVA, SONRÍE PARA LA CÁMARA

EVA, SONRÍE PARA LA CÁMARA

Brian David V. M.

20/03/2018

Antes de comenzar quiero mencionar que este es un relato directamente relacionado con «Un frío mausoleo», otra de mis obras. Ahí podrán leer otra parte de esta historia. Además, quisiera aclarar que esta es una obra de ficción, y por ende, he escrito cosas que tal vez serían improbables en la vida real, pero no por ser ficticias se considerarían peores; recordemos que en muchos de los casos, la realidad supera la ficción.

También me gustaría aclarar que no estoy de acuerdo en humillar a los demás. Esta es una simple idea que tuve, que me pareció interesante de narrar. Con esto intento representar, a mi manera, ciertas actitudes que toman algunos jóvenes por ser reconocidos, o por ser superiores a los demás.

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Desde que había subido al autobús aquel chico no dejaba de voltear a mirarla, sonriente, pícaro, con unos ojos maliciosos que alternaban por momentos entre la pantalla de su smartphone y la posible totalidad del cuerpo de Laura. Y ella intuía cual era la razón de tan incómoda observación, que carecía totalmente de un sentimiento de atracción común, que más bien desbordaba burla y perversión. Solo bastaba con recordar tres días atrás, cuando se filmó, y pocas horas después, se subió el video de la vigésima novena broma de su famoso vlog en internet.

Sus sospechas fueron confirmadas cuando el chico, que al parecer se convencía de su descubrimiento, tocó con el codo a su amigo y le susurró algo al oído, provocando una reacción de sucio y sonriente asombro en este.

A Laura solo le quedaba fingir tranquilidad, evitar el contacto visual con aquellos desgraciados que sin el menor remordimiento, se mofaban de tener al frente a la chica que había aparecido desnuda en la playa en un video, suplicando desesperada mientras se escuchaba la risa de los espectadores, acuclillada, abrazando sus rodillas en posición de completa humillación. Todo eso le hacía desear no haber salido siquiera de su casa ese día, o no hacerlo durante todo un mes, ¡o tal vez ya nunca! O por lo menos, que a los malditos choferes, no se les hubiese ocurrido colocar los asientos de manera que la gente quedase sentada de frente a los otros pasajeros; cosa que le hacía odiar aún más al transporte público de su ciudad.

Susana había cruzado la línea, la muy maldita le había prometido que el video sería censurado, que la broma no se trataba de atraer a depravados, y por lo tanto su cuerpo se vería con parches pixelados. Pero, al parecer, Susana no tuvo suficiente con desnudarla frente a las personas presentes aquel día; quería que todo el mundo viera cuando..


(Sábado 2:15 pm, tres días atrás, )

…sin previo aviso, la carpa donde se cambiaba se desprendió bruscamente del suelo. Laura la aferró con firmeza y decisión (no dejaría que el viento se llevara su único refugio), sin saber que cometía un grave error. La fuerza del objeto la arrastró un par de metros antes de que quedara tirada en la arena, panza arriba y con todo su ser expuesto al cálido sol de verano, a excepción de su pecho, tapado solo con un desamarrado sostén. Con una velocidad casi sobrehumana, se dirigió al lugar donde hasta hace unos segundos se encontraban su toalla y su ropa, solo para descubrir que ya no estaban allí. Se puso de cuclillas, volteó a todos lados, buscando con apresuradas miradas la ayuda de sus amigas. En su mente suplicó a los dioses, cualquiera que tuviese piedad de ella, que eso no estuviera pasando. Pero al ver como una cuatrimoto se perdía por el horizonte arrastrando su carpa, le llegó un alarmante presentimiento.

Antes de que pudiese reaccionar una chica apareció tras ella y, con tremenda brusquedad, le arrebató la única prenda que le quedaba. Laura movió su brazo para taparse en un vertiginoso reflejo. Vio que la chica apuntaba una cámara hacia ella. Ahora no quedaba duda; estaba siendo víctima de la venganza de Susana.

—¿Grabaste todo, Carol? —preguntó Pedro entre risas, el infeliz que siempre era cómplice en las bromas de Susana. Ya era suficiente con que ese bastardo la viera desnuda para sentirse humillada.

—No te preocupes, ya tenía lista la cámara antes de que se metiera a cambiarse. —Carol no reía a carcajadas como lo hacía Pedro y otras personas alrededor, pero su sonrisa transmitía una crueldad que causaba en Laura una sensación aún más horrible de lo que lo hacían todas las carcajadas juntas.

Algunos transeúntes se detenían para observar la escena. Unos reían, unos cuantos ponían expresión de disgusto, otros se cubrían la boca con una mano, aunque nadie intervenía.

Viéndose incapaz de alcanzar algún sitio donde resguardarse, la pobre muchacha se decidió a cubrir su cuerpo con la arena, intentando enterrarse lo más posible hasta que decidieran que ya era suficiente. Todo eso causó que las burlas se agrandaran, y que Carol por fin acompañara con su perversa risa a los demás.

Laura miraba alrededor, buscando a alguien con el mínimo de moralidad, que le lanzase alguna cosa que le sirviera para cubrirse. Buscó otra vez a sus amigas; era imposible que ninguna se acercara a ayudarle. Sin embargo, no logró ver a ninguna. De hecho, parecía como si la mayoría de la gente hubiese optado por ignorar lo que estaba sucediendo en ese momento, aunque no era así. Su desesperación aumentaba y las lágrimas comenzaron a abrirse paso.

¿¡Cómo era posible!? Si ella había tenido mucho cuidado las últimas semanas. Siempre se aseguraba de alejarse de Susana. Se anticipaba a cualquier posible movimiento, se alejaba ante cualquier indicio de peligro. Pero nunca era suficiente. No podía esconderse para siempre, además de que había ciertas reglas en el juego.

Al parecer habían ideado todo con sorprendente precisión. No era casualidad que ninguna de sus amigas diera señales de encontrarse cerca. La única explicación, que no involucrara una vil traición de parte de ellas, era que también les habían hecho algo.

El tiempo seguía su curso, sin nadie que hiciera algo al respecto.

—¡Es suficiente, por favor! —suplicaba Laura, ya con las mejillas húmedas—. ¿Qué han hecho con mis amigas? ¿Y Hugo? ¿Dónde está Hugo? Se suponía que estaba aquí hace poco —Su voz tomaba un tono más serio, aunque sus pómulos, enrojecidos como duraznos maduros, reflejaban excesiva vergüenza.

—Nos encargamos de ellos —respondió Carol, dirigiendo la cámara hacia los autos que se encontraban más arriba—. Fue muy sencillo. Creo que necesitas más colegas. Si esto fuera una batalla a muerte, estarían destrozados.

Tres amigos de Laura: Hugo, Julia y Mónica habían sido engañados por una pareja sobornada. Los despistados idiotas se habían creído el cuento de que en un local, cercano al lugar de la broma, se vendía comida muy buena y de precio accesible. Lo que consiguieron fue que los dejaran encerrados dentro de dicho sitio.

Sonia, la única que se quedó a cuidar mientras Laura se cambiaba, fue la que vivió la peor parte (después de Laura por supuesto). A la chica se la habían llevado a la fuerza hasta una furgoneta. El trabajo no les costó mucho esfuerzo ya que colaboraron cuatro amigos de Pedro en sostenerla y otros cinco en arreglárselas para que las otras personas no lo notaran. Todo bien ensayado e impresionante.

—¡Oigan, por favor, dejen de grabar! Ya tienen su estúpido video, ahora…

—Espera, quedan veinte segundos —la interrumpió Susana, que salía de entre las personas sosteniendo otra cámara. La cara de Laura cambió su expresión de angustia a sorpresa—. Mi meta para la número veintinueve era grabarte así durante al menos diez minutos, y ver cómo reaccionabas. Catorce, trece, doce…

Laura solo la miraba mientras hablaba. En su situación solo sentía derrota, humillación y rencor; sobre todo rencor. Había caído en la trampa, tan limpiamente como el pez que nada entre las fauces de un paciente caimán.

—…, cuatro, tres, dos, uno, y… —Prolongó esa última conjunción un poco y, con un movimiento exagerado de sus dedos oprimió el botón de pausa—. Apagar.

»Bien, Laura, ten esto. —Sacó una toalla del interior de su mochila y se la entregó—. Perdón, pero así son las cosas. Recuerda que ya me lo debías.

Laura estiró la mano para tomar la toalla, cautelosa, aunque suponiendo que Susana no tenía intenciones de quitarla en el último momento. Cuando al fin la tuvo entre sus dedos, tiró de ella con fuerza para evitar imprevistos. Luego se la colocó, cuidando de no exponer más sus partes íntimas (si es que eso era posible). Con su cuerpo ahora cubierto, se levantó y, sin decir nada, se abrió paso entre los cómplices de Susana, con la barbilla pegada al pecho tratando de ocultar su rostro con las manos.

Susana la siguió con la mirada, sintiendo un repentino ataque de culpa. Quizá se le había pasado un poco la mano. Sin embargo, cuando recordó lo que pasó en la anterior broma, en la cual ella fue víctima, ese sentimiento se transformó en uno de culposa victoria; aunque más victoria que culposa. Esperaba que con esa última jugada, Laura decidiera terminar de una vez por todas con el asunto de las bromas. Si hubiese imaginado lo que le esperaba, si tan solo hubiese pensado en el rumbo que tomaba esa lamentable competencia, habría desechado su plan tres semanas antes, sin pensárselo dos veces.

Las bromas de Susana se inclinaban más a la humillación y el bochorno de sus víctimas. En cambio, las bromas de Laura casi siempre incluían horribles sustos, gritos y tormento.

(Martes 09:15 am)

El autobús se detuvo en una esquina. Laura caminó hacia la salida con dificultosa serenidad; deseaba haberse puesto una sudadera gris con gorrito y lentes oscuros. Cuando al fin bajó y estuvo sobre la acera, escuchó con rabia cómo dentro reían los anteriores infelices, justo antes de que el autobús se marchase.

—Espero que también les guste ver sufrir a Susana —dijo para sí misma.

—¡Laura! —gritó Sonia desde el otro lado de la avenida. Estaba acompañada de Hugo, que solo sonreía y mantenía sus manos en los bolsillos.

La mayoría de sus amigos estaban dispuestos a ayudarla en un nuevo plan para vengarse. Todos menos Julia, que después de lo que había pasado, decidió apartarse sin más.

Laura cruzaba la calle. Mientras caminaba, observó que detrás de sus amigos estaba otro chico, un tipo alto y con cabello muy corto, que la miraba con una arrogante expresión.

Al reunirse con sus amigos, Laura comprobó que en efecto, el muchacho venía con ellos. Sin utilizar palabras, miró a Hugo con ojos de duda.

—¡Oh! cierto —respondió Hugo, entendiendo la curiosidad de su amiga—. Él es Franco, si sientes que ya lo conoces, es porque le ayudó a Susana hace tres días. —La expresión de Laura se agudizó —Pero descuida, hay algo muy bueno dentro de todo esto. Él es quien organizó a los que se llevaron a Sonia a la furgoneta.

Laura soltó un grito ahogado de sorpresa. Sonia se golpeó la frente con la palma.

—¡Ya ve al grano pedazo de imbécil! —intervino Sonia.

—El punto es…, que este tipo quiere ayudarnos con la broma que le haremos a Susana.

Laura miró a Franco con una incredulidad y desconfianza que lo hicieron verse algo incómodo. El muchacho tuvo que hablar para sosegar un poco la situación.

—Yo no tengo una alianza especial con tu rival, en serio. Tienes que saber, niña, que si me das la oportunidad, entre todos culminaremos con una broma digna de las mejores anécdotas de miedo. Déjame a mí la parte del «secuestro».

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