MIS UNIVERSOS PARALELOS

Llueve…, pero con la tibieza del viento caribeño… Llueve también en Arequipa, pero con frío, sin que eso impida al pueblo andino salir a las calles, avenidas y plazas… a exigir lo justo…, ¿Por qué tendríamos que seguir permitiendo que los clasistas, racistas, corruptos, psicópatas… sigan saqueando nuestros recursos naturales? ¡Qué sinvergüenzura! ¡Qué maldad!… Por fin el pueblo andino dijo ¡basta! ¡Por fin se cayeron las vendas de doscientos años de manipulación y engaño!… ¡Oh, Divinidad Suprema del corazón! ¡Oh, Amor Divino! ¡A ti acudimos para que arranques esa mala hierba de tus campos de cultivo y de nuestro corazón! Si tú quieres, por tu misericordia, triunfará la paz sobre la guerra, el amor sobre el odio… 

¿Y mi bello Estocolmo?…, está nublado y Houston también… ¿Y París, Los Ángeles, Quebec, Moscú…?… Mas, qué alegría sentir el calor del hogar amado… tan fuerte en la distancia… 

Debo haberles dicho a todos que mi vocación de monja la traigo desde que era niña; pero no solo esa, sino también la de escribir…, pintar…, leer…, buscando una cura a mi grave crisis existencial; por lo que mis inclinaciones me empujaban cada vez más, por terrenos desconocidos, poco explorados…, incluso prohibidos por la soberana razón… de la ciencia y de la religión; me refiero al mundo esotérico, mágico, divino, sagrado, trascendental, sobrenatural… Mi vocación por la arquitectura vino después, cuando tuve que descubrirla para poder postular a la universidad. Antes de conocerla, yo iba alimentando mis deseos de estudiar literatura o pintura…; pero, ya saben…, en cuanto a las letras y artes, creo que la mayoría de padres tiene esa idea preconcebida, un poquito despectiva de las artes y letras, por lo que no las desean como profesión para sus hijos. “No”, fue la respuesta categórica de mi madre, “ni pintora ni escritora”, me dijo, y creo que iba a decirme: “Te morirás de hambre”…, cuando nos interrumpieron. Pero ya me había quedado claro que tenía que elegir otra carrera, una afín al arte…, y tenía que ser en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa (UNSA). No me tomó mucho tiempo llegar a la arquitectura para sentirme feliz, porque la arquitectura era arte y me había identificado con ella, algo asombrada de mí misma por haber descubierto una nueva vocación en mí. 

El premio de haber ingresado a esta facultad fue estudiar los dos primeros años en los famosos claustros del Convento de San Agustín, ubicado a un paso de la plaza de armas (luego nos trasladaron a la ciudad universitaria). Sí, ya pueden comprender cómo, de alguna manera, mi vocación de monja encontró su increíble universo físico donde explayarse, con alucinante imaginación y realismo propio de los niños cuando juegan… Apenas yo ingresaba al convento, me sentía ser una monja, pero una monja de verdad…; incluso podía sentir sobre mi cuerpo la túnica oscura, la toca blanca sobre la frente y el manto sagrado de la cabeza a los pies…; anhelando retraerme del “mundanal ruido”… para dedicarme a… escribir, leer, pintar…; sin ser muy consciente que los aspirantes místicos se retraen del mundo de afuera para orar y meditar en su Divinidad Suprema personal…, para poder percibirla, encontrarla, verla, amarla, adorarla y servirla con amor… Eso lo comprendí después, mucho después; porque la vida es así…, uno va despertando poco a poco a su propia verdad…, va creciendo…, cambiando, transformándose… de niño a joven, a adulto, a anciano, a polvo… y… nuevas energías…; “porque las energías no se crean ni se destruyen, solo se transforman”, tal como decían las culturas ancestrales y luego la ciencia, cuando Antoine Lavoisier (1743-1794), padre de la química moderna, descubrió esta ley de la naturaleza; que luego fue adaptada por Albert Einstein (1879-1955) cuando descubrió que la materia era un tipo de energía potencial. Masa y energía son dos formas de una misma realidad.

Otro universo paralelo que yo vivía era el de mi propio cuarto interior, al que solía ingresar siempre antes de dormir…; y allí también yo jugaba a que era parte de una logia antimisógina muy secreta, que me preparaba en el control de mí misma, siguiendo rigurosas regulaciones, para poder recibir esos dones o virtudes que nos ayudan a desplegar la totalidad del ser. A veces este juego me hacía temer un poco, porque las voces que en un comienzo yo imaginaba escuchar, las escuchaba de verdad en mi mente o en mi corazón. “Yo soy de todos los tiempos”, me dijo una vez una de esas voces con la claridad de una aurora y yo me estremecí. En otra ocasión, la misma voz me recordó que las energías no se crean ni se destruyen, solo se transforman…, y yo me puse alerta, temiendo que mi crisis existencial se desatara en una esquizofrenia real. 

De esta manera yo vivía mis universos paralelos…, el de mi familia, el de mi facultad, el de mis claustros, el de mis amigos de barrio, el de mis efímeros amantes… Vale recalcar… que no solo estuve enamorada de Borges, sino también de Hesse, de Mozart, de la gitana Carmen de Bizet…, de Madame Butterfly…, de Pink Floyd, de los surrealistas, de los alquimistas…, de un vecino, de un militar…, hasta de mis sobrin@s bebés yo estaba enamorada…, así como de mi madre (de niña me encantaba dedicarle a mi madre muchos poemas de amor)… Entonces me sentía enamorada de la vida… con el inevitable sufrimiento de que todos íbamos a morir un día sin saber a dónde iríamos a parar luego, pues nada sabíamos de la muerte ni qué hay detrás de ella. 

El punto culminante de uno de estos mis juegos (¿peligrosos?) fue cuando una de aquellas voces misteriosas, sí, la más misteriosa de todas me anunció leyendo un pergamino dorado, en una tarde crepuscular, en un campo abierto frente al mar… y otros testigos, que se me había concedido el mágico poder de transformarme en lo que quisiera al momento de morir… ¡Oh, diosas y dioses!… “¿Es cierto?”, pregunté con la vergüenza de la duda, porque, ¿cómo me atrevía a dudar de tan venerables personajes?… Sin responderme, la misma voz me preguntó “¿En que te gustaría transformarte?”…, y yo…, callé… callé…, y ante mi sepulcral silencio… me lo dejaron de tarea… Entonces me aterré, porque sentí la veracidad de la sentencia, porque repentinamente apareció Gregorio Samsa ante mis narices, y luego el axolotl de Cortázar…, incluso el hombre lobo… ¡Retrocedí!…, jamás querría transformarme en ese tipo de cuerpos y seres…; así que empecé a pensarlo bien… explorando el infinito de posibilidades… 

Lo increíble es que uno, inconscientemente y tal vez sin quererlo, desde que nace ya está trabajando y modelando su próximo cuerpo, su próxima transformación…, de niño a joven, a adulto, a anciano, a polvo… y… nuevas energías… Porque las escrituras esotéricas o místicas dicen que el artífice de estas metamorfosis, aparte de la Divinidad Suprema del corazón, es nuestra famosa mente. Que, si uno alimenta la mente de un animal, en eso se convertirá sin duda alguna… “Por eso se te exhorta a educar la mente, a controlarla, a conducirla a desarrollar una conciencia divina”. 

Después, exterioricé este juego mío que se transformó en mi propia terapia existencial, preguntando a quienes estaban interesados en pensarlo, “¿en qué te gustaría transformarte a la hora de tu muerte?”. 

Por mi parte, ya tengo resuelta mi tarea, pero necesitaré de otro post para revelarles mi elección.

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