Hace muchos años, conocí a una pequeña niña que observaba, desde la vidriera de una juguetería, a un hermoso y delicado peluche, al que no podía poseer.
La chica se sentaba todas las noches a la misma hora, en un banco de madera que quedaba exactamente frente a la tienda, solamente para ver a su anhelado peluche.
Se pasaba horas mirándole a través del cristal, deseando poder tocarle y acariciarle algún día. La niña moría por saber que tan suave era su pelaje, ella quería saber a qué olía, deseaba dormir abrazada a ese juguete. La niña añoraba a ese muñeco más que un delicioso bocado de comida.
Un día, aproximadamente a media noche, la nena, como de costumbre, se sentó en aquel banco con la intención de observar el muñeco. Pero, se percató de que él ya no estaba ahí, no había ni rastro del peluche.
La niña entró en pánico, porque tenía miedo de que alguien tocará al juguete antes que ella, temía que alguien rompiera a su querido muñeco, ella no quería que otro niño descuidado le hiciera daño, ella sentía temor de perder a ese oso de peluche.
Como era de esperarse, la joven entró en desesperación, y su angustia fue en aumento, cuando por un momento se le pasó por la cabeza el hecho de nunca más recuperarlo.
Ese pensamiento provoco que su mente se nublara y que su sangre hirviera a causa del pánico y el miedo que se había apoderado de ella.
Pero no le quedó otro remedio que resignarse, y aceptar la idea de que su juguete estuviera en las manos de otra persona.
Se tragó el miedo y la ansiedad para confiar en qué su peluche estaría bien e intentó convencerse a sí misma de que muy pronto le volvería a ver.
Pasaron los días y días, pero no hubo rastro del muñeco. La pequeña decidió darse por vencida, y dejo de sentarse en aquel banco todas las noches solamente para esperar a que, en algún momento, alguien regresara su peluche a la juguetería.
Una semana después, la chica pasó de casualidad por la tienda de juguetes y se percató de que su muñeco estaba ahí de nuevo, al parecer, desde el principio, alguien se lo había llevado por garantía y ya lo habían regresado.
Cómo la gran juguetería estaba cerrada y el dueño no se encontraba, la niña caminó hacia la vidriera y vió a través del cristal a su hermoso, único e inigualable peluche.
Fue tanto su detenimiento al observarle, que notó que el peluche tenía debajo de su cuello un pequeño hilo suelto y una ligera mancha debajo de su ojo.
Al parecer alguna otra persona ya había estado con él y le había tratado toscamente
Aunque la chica se entristeció un poco por la herida del peluche, después de unos segundos aquellas cosas no le importaron, le parecían insignificantes.
Lo único que verdaderamente importaba para ella, era que su juguete estaba de regreso.
Era tanto el amor de aquella niña por ese muñeco descosido y manchado, que, para ella, ese peluche seguía siendo perfecto a pesar de lo que le habían hecho
Y siguieron los días y la niña siempre que podía se sentaba en el banco a contemplar el peluche, y gracias a ese primer sobresalto, aprendió a amarle muchísimo más y a desearlo con más fuerza, entusiasmo y locura.
Pero, después de unos días ocurrió nuevamente la desgracia. Su muñeco, ya no se encontraba. Al principio pensó que lo devolverían como la primera vez, así que tomo la decisión de calmarse y seguir su camino; pero pasaban los días, las semanas, incluso meses y la niña, nuevamente, había perdido las esperanzas.
Pero una mañana lo vió nuevamente en otra juguetería; a diferencia de la otra, esta tienda era de segunda mano,en esta tienda solo comparaba la gente con poco dinero.
Al principio, dudó que fuera el mismo juguete así que se acercó.
Cuando la pequeña pudo ver que el juguete que ella estaba observando era del mismo color, igual tamaño, mismos ojos y distinguió que aquel juguete también tenía una mancha debajo del ojo, fue ahí cuando se dió cuenta de que nuevamente su peluche había regresado.
La pequeña dió saltos de alegría y festejó el momento, se sentó en la acera frente de la juguetería de segunda mano, y se puso a contemplar detenidamente al peluche.
Un rato después, el dueño de la tienda; sin hacerle caso a la joven, tomó el peluche de la exhibición, se sentó en una silla, y comenzó a cocer la espalda del oso de juguete. Y la pequeña comprendió, que nuevamente, alguien ya había puesto sus manos sobre él y esta segunda vez le habían hecho muchísimo más daño que en la primera ocasión.
Cuando el propietario terminó de cocer lo puso nuevamente en exposición.
Y aunque el oso ya no estaba como nuevo, aun así, a la pequeña le dio igual, y como de costumbre todas las noches se sentaba, en la acera, solo para contemplar aquel peluche bajado del mismísimo cielo.
Por un momento, se perdió en los ojos de aquel muñeco, imaginando todo lo que podrían hacer juntos; la niña visualizó todas sus aventuras, vió un futuro a su lado, ella estaba segura, que aquel juguete la amaba como mismo ella le amaba a él.
Al cabo del tiempo siguió sucediendo lo mismo. Personas se lo llevaban y luego lo regresaban; aparecierón nuevas costuras, le cambiaron los ojos, el pelo del peluche ya no se veía tan sedoso como antes, el juguete había perdido toda su vida.
Pero, aún así, la chica seguía amando a la bola de algodón mojado, ojos de botones, hilos sueltos, brazos rotos, cuerpo sin relleno y con más mugre que un basurero, a ella no le importó ni lo más mínimo el aspecto del peluche.
Unos meses después, el propietario de la tienda arrojó al muñeco al bote de basura, y la pobre al ver semejante escena, esperó a que él se marchara para luego tomar el juguete del asqueroso basurero.
Cuando la niña logró tener al ansiado muñeco entre sus manos, se dió cuenta de que era muchísimo más hermoso de lo que ella se imaginaba.
No estaba suave, al contrario, el muñeco estaba duro y olía mal, no tenía nada de relleno, las costuras se veían horribles, no había una parte del peluche que no estuviera cocida.
Pero fue admirable como aquella niña ignoro los 99 defectos del muñeco y solo se concentró en su única virtud. Que era que, para los ojos de la niña, el juguete estaba más hermoso que la primera vez que le vió en esa prestigiosa juguetería donde los niños ricos derrochaban su dinero.
A la pequeña no le importó nada, lo único que le importaba era, que al fin lo tenía entre sus manos.
Al fin había cumplido su sueño y tuvo el muñeco con el que tanto había soñado.
Es verdad, no tenía la misma calidad del principio, pero tenía muchísimo más valor sentimental que cualquier otro juguete del mundo, y eso era lo que realmente importaba.
Aquella pobre niña no se fijó en el exterior del peluche, si no, en todo el tiempo que ella le había estado esperando, en ese momento recordó todas las aventuras que algún día se imaginó, solo importaba la sensación de alivio que inundaba su alma. Al fin podría ser feliz
A la noche, cuando la joven llegó a la casa abandonada donde solía dormir, miro a su peluche con orgullo y lo abrazó con mucha fuerza, fue tanta la fuerza y el amor de ese abrazo que el muñeco cobró vida propia.
Cuando aquel juguete abrió los ojos y comenzó a hablar y a moverse la chica muy contenta exclamó:
– Al fin estás conmigo, te he esperado por años, he esperado tanto tiempo para al fin tenerte junto a mí, he esperado tanto tiempo por olerte, tocarte, dormir contigo. Eres mi primer juguete. Eres lo que más he amado en la vida. Aún no puedo creer que estés aquí conmigo
El juguete muy orgulloso y con una vanidad que se le desbordaba, miro a su alrededor y dijo:
– Yo, ya he tenido un millón de niños y niñas ¡Incluso adultos! ¿Qué harás ahora conmigo? Me sé todo tipo de juegos, sé que babearas sobre mí al dormir, como lo hacen todos. Sé que esta emoción solo será un tiempo, luego de unos meses o un par de años yo me aburriré de ti y tú encontrarás a otro muñeco de etiqueta, y ese, será tu nueva obsesión. Lo único que sientes por mí es cariño. Solo comes tres veces a la semana, seguramente nunca te has bañado, no tienes casa propia, eres huérfana ¿Cómo piensas hacerme feliz si no tienes las condiciones para satisfacerme?
– Yo seré diferente a todos los dueños que has tenido- aseguró la niña- me pase noches sin dormir solo por admirarte, y lo sabes, tú mismo fuiste testigo de ello. Nunca me aburriré de mi peluche adorado, mi amor, mi orgullo, mi sueño. Y yo trabajo, podría trabajar el doble y sacar suficiente dinero para que comamos los dos juntos, no te prometo un banquete, pero no morirás de hambre. Realmente deseo jugar contigo por siempre
– Pues yo ya no quiero jugar, es verdad que estuviste noches en vela esperando por mí, pero nunca has tenido ningún juguete ¿Cómo crees que me darás el amor al que estoy acostumbrado? ¿Cómo me mantendrás vivo si trabajas recogiendo basura en las calles?
– Puedo aprender a jugar, tú podrás enseñarme. Y no te preocupes por…- el peluche no la dejo terminar la frase
– Lo siento, pero estoy demasiado viejo para enseñarte, déjame en el lugar que me encontraste, solo quiero estar en paz, y descansar. No deseo jugar ni contigo ni con nadie. Hazme un favor, déjame en paz y olvídate de mí
La niña obedeciendo dejó el peluche exactamente en el bote de basura, beso su mejilla y camino de regreso a la casa abandonada
El amor no siente ninguna carga, ni piensa en sus problemas, intenta lo que está por encima de sus posibilidades, y no pone como excusa lo imposible; porque piensa que todas las cosas son lícitas, y también posibles.
Thomas Kempi
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