HOY ME ACORDE DE TI

HOY ME ACORDE DE TI

Favio

13/02/2023

Cuando cruce la puerta, ahí estaba, frente a mí. Radiante, con un destello natural que iluminaba el espacio, cuando voltio a verme sentí un espasmo que estremeció mi cuerpo, vi como lentamente su boca se estiraba, para luego mostrar esos blanquecinos dientes, esa sonrisa inocente y capaz de hacer convulsionar al corazón.

Se acercó lentamente, mientras lo hacía podía percibir el dulce y delicado olor de su perfume, un aroma suave que penetraba muy lentamente mis fosas nasales.

Despacio y delicadamente coloco sus manos sobre mi camisa, y acomodó el cuello y la corbata con tal empeño que quedo perfecta. Luego resbalo sus dedos sobre mi suéter y los sacudió, despejando en el camino alguna pelusa que se posaba sobre la prenda.

  • Ahora sí, ya está perfecto. Dijo

Y estampo en mi mejilla un tierno beso, dejando en mi cachete una pequeña mancha roja, que luego quitaría rápidamente con sus suaves manos.

  • Nos vemos más tarde.

Lo dijo con tal dulzura que no me salieron palabras y solo atine afirmar con mi cabeza, se fue, dando pasos firmes y seguros, para luego perderse en los silenciosos pasillos.

Aquella tarde, tan rutinaria como siempre, la añoraba como nunca. No nacimos el mismo día, no somos del mismo signo ni mucho menos tenemos la misma edad, pero nos llevamos tan bien, que a veces tengo la tonta idea de creer que somos el uno para el otro.

al llegar la noche la espere, sentado en un banquillo junto a un quiosco, viendo pasar al resto, observándolos con detenimiento, buscando rasgos similares al de ella. De pronto sentí una mano en mi hombro, era ella, y me dijo:

  • ¿esperaste mucho tiempo?

Te esperaría todo el tiempo del mundo, pensé.

  • Un poco. Contesté.

Esa noche fue tan especial, que aun la tengo en la retina de mis memorias. Caminamos por medio de la calle, riendo como si no hubiera un mañana, juntos y tomados de la mano, nada ni nadie podría separar ese vínculo, esa complicidad, ese idilio.

Ella es tan real como la vida misma, puede ser tan pura como el agua que nace de un nevado y otras veces, puede llegar a ser lava ardiente, como aquel que nace en lo más profundo de un volcán.

Puedo notar ello, al sentir sus labios húmedos, al acariciar su moldeada cintura, al sentir su mano enredándose en mi cabello. Ninguna como ella, que incluso cuando se va, está en mis pensamientos.

Como hoy, por ejemplo. Que volvió a mí, como un recuerdo, porque ahora solo es eso, un recuerdo. Uno que rememoro con dicha y tristeza al mismo tiempo, ya que no soy yo el que ahora te acompaña de la mano, que reconfortante es saber que estas feliz, que aun sonríes y que todavía conservas esa esencia que te hace única.

Me detengo para verte otra vez, quizá una última vez. ¿Me habrá visto? ¿será acaso que se percató que estoy parado del otro lado de la cera? ¿será por eso que no levanta la mirada? Me pregunto impacientemente en lo que despegas tu mano de la de él, para hacer un disimulado gesto, una señal de alto: “espérame no te muevas de ahí” parece decir.

¿será acaso que ese gesto es para mí? Miro hacia los lados para ver si hay alguien más aparte de mí que te está mirando, no, no hay nadie más aparte de mí que te presta atención.

Vuelvo a fijar mis ojos en ti y tú en mí. Grande fue mi sorpresa, cuando te acercaste, luego de que un auto gris se fuera presurosamente. El destino quiso que hoy nos encontremos, por eso justo después de que el auto gris se fuera, el semáforo cambio a rojo, te acercaste, muy despacio, como si el mundo se hubiera detenido, para que se volviera a dar este encuentro.

El aroma de tu perfume sigue siendo el mismo, sigue causando en mi olfato la misma reacción como en nuestros mejores años.

Me abraza fuertemente, al punto de estrujar mis huesos, pero no me importa.

Por mi quédate la vida entera. Pienso.

Luego me otorgas el placer de nuevamente darme un grácil beso en la mejilla, manchándolo de rojo, esta vez no quiero que lo limpies.

Me quede mudo, en mi cabeza trataba de formar alguna oración, quizá algo cursi, o tal vez un chiste o quizá algo tan simple como preguntarte como estas, cuando aparentemente la vida te trato mejor a ti que mí.

Siempre fuiste tú la de la iniciativa, por eso aquel día dijiste:

  • Hoy me acordé de ti.

Y luego reposó sus delicadas manos sobre mi camisa y acomodó el cuello y la corbata.

Y muy segura dijo:

  • Ahora sí, ya está perfecto

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