Fue
en este ermitas, ¿recuerdas?
cuando,
súbitamente, de improviso,
llegaste
tan lejos, que cumpliste, arañando
mis
ojos ciegos, con tus manos de aire.
Tus
manos o brazos de aire, enseguida,
depositados
sobre mis brazos, un deseo.
Fue
en estos roquedales, entre estas retamas,
donde
vi tu fuego incorpóreo, transformándose.
Besando,
sí, tu cuerpo dorado en las exequias
de
alguien. ©
OPINIONES Y COMENTARIOS