Tu vientre es una plaza soleada
y yo de rodillas, decidido,
te veo anidar en todo y encontrar la llave de la vida.
Pones tus manos
alrededor de mi cabeza y me dejas temblorosa el alma
y la piel.
Soy una estatua de azúcar
viendo como una gota de tu saliva
podría derrumbar el enorme haz de luz que profeso.
Soy de aquí.
Mírame
haz que crezcan las alas de la mariposa
haz del gusano el fiel acompañante del andariego
y haz que yo
suspire con los ojos y con mi poesía.
He esperado tanto
y tu tendrás en los ojos un rápido suspiro.
La noche, alzada en armas,
medía la muerte con pequeños rasgos infantiles,
¿te daba a ti o a mí la caricia?
Cerré los ojos
y se abrió el mundo y las ventanas
y el manantial de fuego anidado
por años en tu sexo invadirme por dentro.
Nacía una noche
de falsos huesos y profetas negros,
de ruidos muertos
de canciones de la infancia feliz,
mi cuerpo como el vino lleno de corchos
y toallas:
tu cuerpo caía en mí
como una red enorme de aguas profundas.
Tus manos y tus piernas
organizaban la salida más despiadada desde mi boca,
inviolables terrenos probé
ayer.
Quiero tu corazón y tu esquina
en mí;
quiero que te lances sobre mis escapularios
y sobre la noche
y sobre mí.
Quiero que te aferres como una idea.
y ver pasar la luna
y balancearse sobre tu sexo como lo hice yo:
dulcísima
y dulcísimo yo.
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