Un viejo llegó a mi jardín hace unos años atrás, cuando entró, piso los primeros tulipanes que tenía así que lo eché lo más pronto, se fue enojado y rabioso, luego volvió por segunda vez sereno, amable y tranquilo, no puede echarlo ya que tenía una flauta que hacía que las flores danzaran, pero cada día que se acercaba más a mi patio mis flores se me marchitaban, así que decidí tomar a todos los viejos dentro de mi alcance y se los lancé, todos retornaron y me atacaron, balas me dispararon, caí en suelo sin aliento, con la desesperación agarré mi pistola que estaba sucia y disparé, la bala rebotó de vuelta pegándome en la cien, tenía 12 años, abrí los ojos y vi el cielo nebuloso, sentí el pasto seco en mis manos, quise buscar refugio así que me arrastré por el suelo, de pronto vi un capullo verde musgo, estaba vacío, en cuclillas seguía y los disparos continuaban, traté de sacar la voz para gritar pero me doblaron la legua al pronunciar la palabra ayuda, el viejo se burló, tenía un plan y era perverso, de pronto alcé la vista viendo a todos los viejos parados frente a mí jardín reseco por haber cuidado otros jardines, me apuntaron con armas y dispararon al unísono, no logré esquivarlas.
Morí ese día.
En mi nuevo jardín imaginario mis flores crecen de nuevos colores, tienen aromas dulces y me cuentan chistes cada cierto tiempo, me dicen que las cuide con cariño, les respondo que las protegeré siempre. A veces pienso en todos los viejos que me dispararon, cuando se regocijaron en su grandeza e hirieron la que yo tenía, no los culpo, pero no los perdono, les digo que planten sus propias flores y dejen mi jardín tranquilo.
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