Me veo caminando en una pradera y al final un acantilado. El cielo se está nublando y puedo oler el agua salada
Camino con un vestido holgado blanco, mi cabello suelto al viento y la mirada muerta sin rastro de luz o vida.
Camino a paso firme sin detenerme, se que hay un precipicio, lo sé. Pero no hago nada para desviarme.
Veo mi vida en gotas de lluvia, la veo y no recuerdo en el momento exacto que dejé que se me fuera.
Sigo caminando y cuando solo queda un paso para caer, cierro los ojos.
Estoy entre la tranquilidad eterna y lo poco que quiero mantenerme en vida. Sigo con los ojos cerrados, sintiendo el viento violento golpearme y hacerme temblar. No pierdo el equilibrio, solo me mantengo firme a una decisión.
Me quedo con dudas: » ¿tal vez?, ¿Qué pudo ser?
No se responderlas y doy un paso, solo queda un pie en la pradera.
El sol sale un poco e ilumina mi rostro, abro los ojos y una cálida imagen se me atraviesa. Me pregunto si sería suficiente… intento avanzar con el último paso y de sorpresa, sin esperarlo. Unos brazos me rodean y me llevan hacia atrás.
Mi corazón da un vuelto y siento un calor, unos ojos oscuros penetrantes, era el.
Sus brazos me rodean y me desvanezco.
Solo me abraza y mis suspiros en lagrimas me ahogan. No veía a nadie, estaba sola y sin avisos apareció el.
«¡¿Por qué?!» Lo golpeó en el pecho, «¡¿Por qué no me dejaste avanzar?!» Sus manos sujetan las mías. No dice nada, su expresión es extraña y no la logro descifrar.
Cuando sus labios forman una palabra, el sueño se acaba.
Despierto y todo fue un sueño, un sueño tan real, tan vivo y con esa curiosidad de saber que me iba a responder.
«¿Qué me ibas a decir?»
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