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LAS BRUJAS
Una nota sobre las brujas
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En los cuentos de hadas, las brujas llevan siempre unos sombreros negros ridiculos y capas negras y van montadas en el palo de una escoba. Pero éste no es un cuento de hadas. Éste trata de BRUJAS DE VERDAD. Lo más importante que debes aprender sobre las brujas de verdad es lo siguiente. Escucha con mucho cuidado. No olvides nunca lo que viene a continuación. Las brujas de verdad visten ropa normal y tienen un aspecto muy parecido al de las mujeres normales. Viven en casas normales y tienen trabajos normales. Por eso son tan difíciles de atrapar.
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Una bruja de verdad odia a los niños con
un odio candente e hirviente, más hirviente y
candente que ningún odio que te puedas imaginar.
Una bruja de verdad se pasa todo el
tiempo tramando planes para deshacerse de
los niños de su territorio. Su pasión es eliminarlos, uno por uno. Es la única cosa en la que
piensa durante todo el día. Aunque esté trabajando de cajera en un supermercado, o escribiendo cartas a máquina para un hombre
de negocios, o conduciendo un coche de lujo
(y puede hacer cualquiera de estas cosas), su
mente estará siempre tramando y maquinando, bullendo y rebullendo, silbando y zumbando, llena de sanguinarias ideas criminales.
«¿A qué niño —se dice a sí misma durante todo el día—, a qué niño escogeré para mi
próximo golpe?».
Una bruja de verdad disfruta tanto eliminando a un niño como tú comiéndote un plato
de fresas con nata.
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Cuenta con eliminar a un niño por semana.
Si no lo consigue, se pone de mal humor.
«Un niño por semana hacen cincuenta y dos al año.
Espachúrralos, machácalos y hazlos desaparecer».
Ese es el lema de todas las brujas.
Eligen cuidadosamente a su víctima. Entonces, la bruja acecha al desgraciado niño como
un cazador acecha a un pajarito en el bosque.
Pisa suavemente. Se mueve despacio. Se acerca más y más. Luego, finalmente, cuando todo
está listo… ¡zas!… ¡se lanza sobre su presa! Saltan chispas. Se alzan llamas. Hierve el aceite.
Las ratas chillan. La piel se encoge. Y el niño
desaparece.
Debes saber que una bruja no golpea a los
niños en la cabeza, ni les clava un cuchillo, ni
les pega un tiro con una pistola. La policía atrapa a la gente que hace esas cosas.
Pero a las brujas nunca las atrapan. No olvides que las brujas tienen magia en los dedos y
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un poder diabólico en la sangre. Pueden hacer que las piedras salten como ranas y que
lenguas de fuego pasen sobre la superficie del
agua.
Estos poderes mágicos son terroríficos.
Afortunadamente, hoy en día no hay un
gran número de brujas en el mundo. Pero todavía hay suficientes como para asustarte. En
Inglaterra, es probable que haya unas cien en
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total. En algunos países tienen más; en otros
tienen menos. Pero ningún país está enteramente libre de brujas.
Las brujas son siempre mujeres.
No quiero hablar mal de las mujeres. La mayoría de ellas son encantadoras. Pero es un hecho que todas las brujas son mujeres. No existen brujos.
Por otra parte, los vampiros siempre son hombres. Y lo mismo ocurre con los duendes. Y ambos son peligrosos. Pero ninguno de los dos es ni
la mitad de peligroso que una bruja de verdad.
En lo que se refiere a los niños, una bruja
de verdad es sin duda la más peligrosa de todas las criaturas que viven en la Tierra. Lo que la
hace doblemente peligrosa es el hecho de que
no parece peligrosa. Incluso cuando sepas todos los secretos (te los contaremos dentro de
un minuto), nunca podrás estar completamente seguro de si lo que estás viendo es una bruja
o una simpática señora. Si un tigre pudiera hacerse pasar por un perro con una alegre cola,
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probablemente te acercarías a él y le darías palmaditas en la cabeza. Y ese sería tu fin.
Lo mismo sucede con las brujas. Todas parecen señoras simpáticas.
Haz el favor de examinar el dibujo que hay
en la página siguiente. ¿Cuál es la bruja? Es una
pregunta difícil; pero todos los niños deben intentar contestarla.
Aunque tú no lo sepas, puede que en la casa
de al lado viva una bruja ahora mismo.
O quizá fuera una bruja la mujer de los ojos
brillantes que se sentó frente a ti en el autobús
esta mañana.
Pudiera ser una bruja la señora de la sonrisa luminosa que te ofreció un caramelo de una
bolsa de papel blanco, en la calle, antes de la
comida.
Hasta podría serlo —y esto te hará dar un
brinco—, hasta podría serlo tu encantadora
profesora, la que te está leyendo estas palabras
en este mismo momento. Mira con atención a
esa profesora. Quizá sonríe ante lo absurdo de
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semejante posibilidad. No dejes que eso te despiste. Puede formar parte de su astucia.
No quiero decir, naturalmente, ni por un
segundo que tu profesora sea realmente una
bruja. Lo único que digo es que podría serlo. Es
muy improbable. Pero —y aquí viene el gran
«pero»— no es imposible.
¡Oh, si al menos hubiese una manera de saber con seguridad si una mujer es una bruja o
no lo es, podríamos juntarlas a todas y hacerlas
picadillo! Por desgracia, no hay ninguna manera de saberlo. Pero sí hay ciertos indicios en los
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que puedes fijarte, pequeñas manías que todas
las brujas tienen en común, y si las conoces,
si las recuerdas siempre, puede que a lo mejor
consigas librarte de que te eliminen antes de
que crezcas mucho más.
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