Recuerdo bien ese día, me dirigía al trabajo como cualquier día normal, aunque era un día festivo, las calles eran solitarias, todos descansaban después de la celebración de navidad, sin embargo, vi una familia que se dirigía a velar a su ser querido y en mi mente solo pedí por su fortaleza y desee que nadie sufriera algo así, sin embargo, y estas son las palabras que me pesan en al alma hoy día, también dije -Señor, si en mi familia hay alguien enfermo, ayúdalo y dale fortaleza, si ha llegado el momento de partir para esa persona, llévatelo sin que sufra, acuérdate de quien este en agonía y cúbrelo con tu manto sagrado para que pueda descansar en paz-. Cual seria mi sorpresa y preocupación cuando en la tarde llego a mis oídos la noticia de que tu estabas enferma, que te llevaron con urgencia al hospital y que no se sabia que tan grave era, mis palabras anteriormente descritas invadieron mi cabeza y llenaron de miedo mi corazón, la culpa se apodero de mí, e inmediatamente trate de pedir de forma desesperada que nada de lo que había dicho se cumpliera, que estaba dispuesta a ofrecer mi vida como intercambio por la tuya; y es que, tu nunca habías estado tan mal, nunca habías estado en un hospital desde que tenía memoria, para mí, tú eras tan fuerte, que te consideraba una constante en mi vida, ni siquiera había pasado por mi mente una vida sin ti.

Cuando te dieron de alta del hospital y pude verte, no pude contener mis lágrimas, al ver el estado en que te encontrabas, cuando tome tu mano, no quería soltarla jamás, prometí volver a verte en mi próximo día libre, pero, lo inevitable comenzó, cada día las noticias de que tu estado empeoraba punzaban mi pecho y como desesperada seguía suplicando por sentir en mí, el dolor que tenias y así poder aliviar esa carga para ti; hasta que un día llamaron llorando por que estabas muy mal y mi suplica cambio, pedí a Dios que calmara tu dolor, que te cubriera con su manto y que te llevara a su lado, para que no sufrieras más… sentí tanta culpa cuando al día siguiente como si mi suplica hubiese sido escuchada, la noticia de tu deceso llego a mí, no pude contenerme, llore camino a casa sin importar quien pudiera verme, no quería consuelo, solo quería que todo fuese una mala broma, solo pude culparme, también me enoje contigo por no esperarme hasta que pudiéramos vernos de nuevo. Y es que tu muerte ha sido uno de los golpes más fuertes que he tenido en toda mi vida y sin que pudiese hacer nada te fuiste.

Un día alguien me dijo que mi rostro mostraba que estaba pasando por un duelo, la persona a mi lado fijo su mirada en mí, le sonreí y dije que no era así, que todo estaba bien; pero, en mi cabeza se reflejó tu rostro, a pesar del tiempo que ha pasado, aun te extraño, aun te recuerdo, aun…aun me siento culpable por ti, sigo recordando mis conversaciones con Dios, y no, no puedo dejar de sentirme culpable, siento que todo lo que pedí se concedió, cuando ore por que cambiara, no lo hizo, pero lo que dije ese día en mi oración me persigue de tal modo que aun brotan lágrimas de mis ojos solo con pensarlo, solo puedo preguntar ¿Por qué? ¿Por qué tu? ¿Por qué no fui yo?, lo suplique con todas mis fuerzas, pero, siento que no fui sincera, siento que Dios noto que no era capaz de tal sacrificio, que solo blasfemaba, que solo mentía, que solo buscaba compasión si dar nada a cambio, por eso, por eso el resultado sigue siendo el mismo… solo quisiera tener respuesta para la pregunta que lanzo al cielo cada vez que te recuerdo -Abuela, ¿crees que ha sido mi culpa? Si es así, ¿puedes perdonarme? –

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