Sobre viriles alas me has llevado
a la cima escarpada de mis sueños.
Allí, entre tus brazos, en otoño,
mis resecos capullos se han abierto.
Gracias por arar este desierto;
por sembrarme de oasis la mirada
arrojando semillas, como flechas
arrebatadas a Eros de su aljaba.
Gracias por la savia, por las yemas
y por esta primavera demorada
que arrebola mi rostro cuando llegas
y me encuentras pariendo una esperanza.
OPINIONES Y COMENTARIOS