En sus andares se notaba el cansancio de una vida que iba llegando a su fin; una vida feliz y plena, donde no le faltó nunca alimento, cobijo y cariño; una vida, en la que las cosas mundanas, malvadas y mediocres de este mundo, no tenían cabida para él, pues había elegido, en esta ocasión, ser un perro.
Un animal noble, fiel y afectuoso, con una gran ternura y una enorme capacidad de perdón, cualidades, que muchos seres humanos deberíamos de aprender; un animal que sabía disfrutar de las cosas pequeñas y simples de la vida, que era feliz sólo con unas pocas caricias o con unas cuantas palmaditas en el lomo.
Tenías un espíritu lleno de energía y de ganas de vivir, pero que no se correspondía con tu cuerpo, que estaba lleno de años multiplicados por siete.
Tenías una cara que reflejaba la paz y la paciencia de un sabio maestro, que lo observa todo comprendiéndolo, pero sin juzgarlo.
Tenías la mirada de serenidad, de quien sabe que se le acabó el tiempo y que no hay remedio que lo evite.
Tenías una actitud de agradecimiento y despedida, hacia los que fueron tus cuidadores en esta vida, y un corazón lleno de palabras de amor que tu nunca les pudiste pronunciar.
Pero de todas las cualidades que te caracterizan, sin duda, la mejor fue…
…ser el mejor amigo del hombre.
OPINIONES Y COMENTARIOS