Lloro porque me duele la vida.
Me duelen las palabras que riman
y las consonantes afiladas
que cierran las frases
que nadie
se atreve a pronunciar.
Me dañan las convicciones humanas
que tiñen de necesidad lo absurdo
y de conformidad lo impuesto.
Lloro porque me apetece
dejar de mear.
Porque soy muy joven
para rendirme
y demasiado viejo
para intentarlo.
Porque no tengo cabida
en un mundo
que desprecia la mente.
Lloro por no saber caminar
dentro del rebaño.
Lloro por la luz
que aporta esperanza.
Nos estamos quedando a oscuras.
Besame en esta esquina.
Puede ser la última vez
que me veas doblarla
antes de que tus ojos
queden ahogados
de tanto llorar.
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