Hoy decido dejar de fumar. Es una decisión difícil pero lo he decidido porque me cansé de hacerme daño a mí misma. Decido abandonarlo para recuperarme, así sabiendo que va a ser más complejo de lo que pienso. Me he hecho una promesa a mí misma, si dejo de fumarlo puedo abrir una nueva puerta para empezar de nuevo.
Es complicado porque me gusta mucho, pero cada vez que lo inhalo se que me hago daño. Me está matando lentamente e igualmente lo sigo consumiendo, y lo llevo conmigo a todas partes y pienso en fumarlo incluso cuando duermo.
Pienso en dejarlo de golpe, me voy a dar un último gusto para disfrutar de ese mal de manera de despedida y cuando se acabe y lo apague, sabré que tengo que seguir con mi promesa. No volveré a comprarlo ni a buscar entre mis restos una caja nueva o ya abierta. Voy a botar lo que tengo, darle la espalda para liberar mis pulmones y permitirme respirar de nuevo con tranquilidad. Si mi mente lo pide, que se que va a pasar, evitaré el sentimiento de necesidad y lo voy a reemplazar con otras de mis actividades favoritas. Tomaré una nueva caja por puro impulso pero no la abriré, la tendré en mis manos y observaré detenidamente ese momento de incertidumbre y luego la dejaré en manos de alguien más.
Pasaré el tiempo rodeada de personas, así me pueden recordar que he decidido dejar de fumar.
La nicotina me ha vuelto adicta a romperme a mí misma, a sufrir de incoherencia al sentirme tan bien con algo que me consume el aire de libertad.
Pretendo recuperar todo lo invertido en cigarrillos baratos. Porque lo que me mata por dentro no sufre de la igual manera, solo espera a ser fumado y sentirse importante al ser escogido entre sus compañeros de caja. Tomaré un libro y me perderé en sus letras antes de dormir; haré ejercicio y liberaré mi mente, trabajaré mis pulmones para que puedan funcionar de nuevo; saldré a la calle con los bolsillos vacíos y miraré las nubes grises en el cielo en vez de las de mi tabaco; llenaré mi mente con memorias de flores; escucharé mi música sin pensar en el ayer, así tenga recuerdos del humo gris al escuchar una canción con la cuál solía fumar y me olvidaré del ayer y seguiré mi promesa de dejar de buscar satisfacción en la espina de una rosa, en quemarme la garganta cuando las palabras no salían a causa de sofocación y en quedarme con algo que huele a tristeza y se impregna en mi piel como camisa de fuerza.
Pero, esto no es acerca del tabaco…
Me refiero a ti. A ti, que me diste tanta satisfacción y promesas sueltas cuando me encontraba en agonía. A ti, que soltaste mi mano cuando traté de agarrarte y volviste con más fuerza cuando decidiste que sería así. Me refiero a tu presencia. A ti, que me gustas tanto, me gusta fumarte y perderme en tus ojos. A ti, que tanto daño me haces al permitirme quedarme, que tanto daño me hago al esperar algo de ti.
Espero que una simple analogía de humo y esperanza con lo que siento hacia ti pueda reflejar mis heridas y mis intentos por dejarme vivir. No creas que te odio, porque no es así. Es más, te quiero tanto que por eso he decidido dejarte para que seas feliz. No espero erradicarte ni olvidarte, solo dejar de consumirte y así concentrarme más en mi.
Me diste mucho y espero que eso lo sepas, me salvaste en un momento en el que no podía respirar y me diste calma y alegría al dejarme inhalarte. Te adentraste en mis pulmones, en mi corazón, y por eso es tan difícil recuperarme. Es un camino largo hasta dejarte pero día a día va a ser un poco más fácil o eso espero.
No creas que te odio, no es así. Te llevo conmigo, incluso cuando salgas de aquí. Solo quiero darme la misma libertad y felicidad que deseo para ti.
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