Conocí a un hombre con grandes proyecciones y bajos afectos,
De contundentes aspiraciones y ojos perfectos.
Como me pierdo en tu mirada, oh inspiración mía,
Como soy de débil en tu cercanía.
Eres la nube gris en mis días soleados,
Si tan solo supieras lo que amo un día nublado.
Soy de seguridades y control,
pero tú me descolocas como lo haría un arrebol.
¿Quién soy en tus brazos? Te pregunto a ti, dulzura de mi corazón;
¿Por qué te conozco mejor que a mí misma?
¿Por qué el universo te eligió para ser mi ruina?
Escuché que solo las miradas dicen más que mil palabras,
¿entonces por qué son tus besos los que me dejan sin palabras?
El corazón no es de quién lo pelea,
Sino de aquel que lo posee y lo hace extasiar de placer.
¿De quién eres tú? Me preguntó el poeta:
Yo soy más suya que mía, le respondí con renuencia.
¿Acaso te aqueja que pueda ser amor? Insistió con cavilación.
El amor no me aqueja,
No cuando son pocos los afortunados que le conocen sin condenación:
Si el corazón es de aquel que lo estremece sin intermisión,
La piel es de quién la acaricia con tal devoción,
que hasta el alma se atiza por la emoción.
La culpa es mía, por dejarme llevar de aquellos ojos perniciosos.
Tú, dulzura mía, si me romperás el corazón que sea lento;
Que placer sería ser destruida por un preclaro tan violento.
Si tanto deseas verme en la eutapía,
Te advierto que te costaría un beso al alma y no precisamente mía;
¿Acaso no es tú corazón el que se sobresalta cuando lo miro sin oscilar?
¿No eres tú quién se deslumbra por mí caminar?
Sí, es tu cuerpo el que me llena de fervor,
Pero son mis caricias las que a ti te llenan de valor.
No te irás…
No te irías…
No ahora que eres más mío que tuyo,
Y yo soy más tuya que mía.
OPINIONES Y COMENTARIOS