Abro mis ojos, es domingo por la mañana. Volteo la vista hacia la ventana, quien fue culpable de mi despertar madrugador. No sonrío, y me pregunto por qué debería hacerlo, si hubiera visto algún mensaje quizá sí pero mi teléfono está vacío al igual que mi interior. Miro a través del vidrio, el calor lo traspasa y me pega bien fuerte en el rostro. Entrecierro los ojos y vuelvo a hundir mi cabeza en la almohada. Me pregunto qué haré el día de hoy, qué comeré, qué haré por la tarde, qué cenaré. En mi cabeza comienzan a aparecer recuerdos, vuelan de manera fugaz porque estoy cansada de recordar(te). 

Levanto la mitad de mi cuerpo, estiro mis brazos y mis manos recaen en mi rostro. No quiero despertar, quiero continuar con ese sueño que tuve. Intento hacerlo pero no es lo mismo, jamás lo es. Intento de alguna forma u otra volver a ese pasado en donde todavía estás a mí lado. La única forma es a través de los sueños, porque siempre volvés a mí de esa manera. No más. 

Por fin mis pies tocan el piso helado, eso me despierta un poquito más. Respiro ondo y exhalo. Miro al techo, revoleo mis ojos. Como puedo me levanto pero no por mucho, pues vuelvo. Mi cuerpo recae en la cama, solo ahí estoy en las nubes. Rearmo el sueño nuevamente, como si de un rompecabezas se tratase. Quiero reconstruir cada fragmento que de tu boca salió pero me es imposible, mi vida, te juro que lo intento. Muero por saber qué fue lo que le confesó tu alma a la mía. Si las promesas que de tu interior salieron, son verdaderas o no, si se cumplirán o no. 

Pasan los segundos, minutos y hasta horas. Sigo igual. Me pregunto cuánto tiempo durará este sentimiento. Cuánto tiempo durarás en mis recuerdos. No niego que me gusta tenerte en los sueños, pues es el único lugar en donde todavía sos mío. Pero la realidad es diferente y aunque te tenga, no es como verdaderamente quisiera. Ya no puedo decir que tus palabras no concuerdan con tus acciones porque ya ni ellas están empapadas de esos colores que solías ponerles. Ahora, tus palabras son frías; negras, blancas y hasta grises, pues se vuelven confusas. 

Hago el esfuerzo y el intento de arrancarte de mi alma para poder subir el escalón y encontrar nuevas personas, pero en todas veo algo tuyo impregnado. Si no son tus ojos, es tu pelo y si no, tu mirada; fría, infernal, penetrante. No hay brazos ajenos que me sujeten como los tuyos. No hay besos que sacien mi sed, si de tu boca no salen. No hay palabras que logren endulzar mis oídos, como solías hacerlo. No existen miradas más mágicas que las tuyas, que despertaban mi ansiedad. 

Pasan los meses y no logro despegarte. Pasarán años y seguirás siendo esa aguja en el pajar, que por haber encontrado me la enterré en el pecho. 

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS