Mi nombre es Angélica, tengo 80 años y voy a contarles como me ha ido en este año. Empecemos desde que se anunció este virus a nivel global. Un 19 de Enero del 2020, el día estaba soleado y eso me pone de buen humor. Me acerque con mi andador para prender la televisión, porque soy una ciudadana culta que se informa día a día con las noticias del momento, a pesar que en ciertas ocasiones sean aburridas. Sin embargo, hoy se iba a anunciar una noticia impactante, que será una de las mayores desgracias en la actualidad, el brote del covid-19 en Asia. Posteriormente, se extendería por el mundo, eso era muy obvio de predecir, no hacía falta tanta charlatanería conspirativa. Aunque, en ese lapso de días, hasta que se anunció el primer caso de Coronavirus en el Perú. Las personas optaron por dos actitudes, algunos tomándolo a la ligera y otros de forma exagerada. Recuerdo que escuchaba desde mi ventana y cuando iba a darme una vuelta al parque, los jovencitos y adultos bromeaban con ello. Cuando alguien tosía, el de su costado le decía: Cuidado, ha tomado caldo de murciélago en un tono jocoso. Supongo que ahora sus risas están tapadas con una mascarilla KN 95. 

Por otra parte, los mercados estaban repletos de gente paranoica que desabastece productos como: Papel higiénico, alcohol en gel y entre otros víveres. Estoy de acuerdo que deba haber una precaución y responsabilidad con aquel tema, pero no debemos sucumbir ante el pánico social y comprarlo todo, dejando algunos sin nada que llevar. Eso es una injusticia e indiferencia, sobre todo porque cuando hay una crisis de tal magnitud, lo que debe brotar en nosotros es la empatía y caridad por los demás. Pero, acá la ley primordial en nuestra cultura es que cada uno vela por su pellejo y el que no tiene que se las busque como sea. Bueno, pero no me sumergiré en el tema del egoísmo, sino en mi experiencia anual conviviendo con el Covid-19. Seguían pasando los días, pero mi rutina seguía igual. Iba al parque al medio día para estirar mis piernas, llevaba mi ropa a la lavandería, conversaba con mis vecinos, luego me iba a almorzar al mercado de siempre y por último me quedaba viendo televisión por cable hasta que me diera ganas de dormir. Apagaba el televisor y me acostaba, aunque en las madrugadas me surge ir al baño, pero todo está oscuro y en ciertas ocasiones no llegaba a tiempo a mi bacinica. Hacía algunas llamadas a familiares, para conversar sobre lo que sea y coordinar una visita. 

Me encanta visitar a mis parientes, aunque siento que por alguna razón les es incómodo. Será porque soy anciana, no soportará mi carácter o les resulta un fastidio atenderme. Esto lo intuyo, porque siempre cuando voy a visitarlos, algunos ni me abren la puerta y los hijos de mis sobrinos ni bien entró me saludan y me dicen que se tienen que ir a un lugar o se encierran en su cuarto, al final soy yo, conversando con mis sobrinos. Después de mi visita, es un poco triste lo que diré, pero cada vez que llegó a mi casa no encuentro a nadie y nadie me espera ansioso. Totalmente vacía, no hay ningún ruido, el silencio me acompaña día, tarde y noche. Es muy deprimente ser yo, porque no me he casado, no tengo hijos, actualmente no tengo trabajo, mis amistades murieron, solo tengo vivo algunos parientes que me visitaban 2 veces al año, tengo un sobrino que vive cerca de mi casa y me trae el almuerzo. Me mantengo con una pensión extranjera que recibo cada mes, debido al trabajo que realice en los Estados Unidos como costurera. Eso me ayuda a pagar mis servicios y gastos adicionales, por lo cual debo ahorrar con exigencia, soy una persona que no le gusta la gente derrochadora de su plata en cosas innecesarias. 

También recibo un ingreso propio, porque alquilo mi casa a jóvenes universitarios. Ellos paran encerrados en sus cuartos, casi nunca se quedan a conversar conmigo y todo ello por la culpa del bendito internet que los tiene enganchados. La razón por la que alquilo mi casa, muy aparte del dinero, es para poder sentirme segura. Para mi desgracia, no me percate de que los jovencitos eran tan aislados en esta época. A su edad, yo hablaba hasta por los codos con las personas. Es más, mi apodo era la lorita Angélica. En cambio, estas personas que viven en mi casa, solo las veo cuando pagan el alquiler. Imagínense que me pasa un accidente, ellos probablemente serán los últimos en enterarse. Más aún con la noticia del virus, los jóvenes, probablemente si se expandía el virus, iban a retirarse con sus familias. Eso implica menos ingresos y quedarme absolutamente sola en mi hogar. Pasaron 41 días desde que se anunció el virus en China, hoy es 6 de Marzo, el presidente anunció el primer caso de coronavirus en el Perú, por parte de un joven de 25 años que venía de Europa. Donde declaró, que no entremos en pánico y permanezcamos en calma, además para amortiguar la noticia, afirmó que ya se estaba planteando una estrategia para frenar la propagación del Covid-19 por parte del MINSA y efectuar los protocolos de seguridad que prontamente se harán saber a la población. Sin embargo, confiar en el sistema de salud de nuestro país, no me convence lo suficiente.

Porque, las problemáticas que observamos los peruanos en el sistema de salud del sector público son: la falta de seguro social, la accesibilidad de salud en ciertos sectores, la negligencia, el financiamiento que recibe el sector público por parte del Estado, etc. En el caso del sector privado, es sencillo describirlo, si tienes plata te atendemos. Preciso y contundente golpe hacia la pobreza de nuestro país, pero tampoco los culpo. Así son las cosas, el dinero parece estar por encima de todo. Puedes creer que las personas, al igual que yo, dependemos de esas monedas de aleación de cobre, los billetes verdes, marrones y rosados, las tarjetas de distintos bancos que la gente pareciera que las coleccionaba y las pensiones. Aunque, más que dinero, depende del trabajo donde labures y con la pandemia que seguro se va a expandir por todo Lima, algunas personas se quedarán sin trabajo. Es decir, sin fondo alguno con el cual subsistir. Por ello, me cuestiono, si realmente estaremos preparados para lo que se avecina, yo en particular tengo mucho miedo por la situación que se va a desarrollar con el pasó de los días. 

Sobre todo por el asunto del que todo el mundo habla, la cuarentena. Estar encerrado en mi casa todo el día es un martirio, yo soy una persona que le gusta darse una vueltita, dialogar con las personas, respirar aire fresco, comer en el mercado de siempre y visitar a mis parientes. Aunque, tampoco debería quejarme mucho por el aislamiento, sino por mi salud. Este virus tiene un resentimiento con los ancianos, nosotros seremos los más afectados con todo este contexto. En mi caso, no habrá nadie que me auxilie, puesto que los jóvenes, como supuse, se irán con sus familias y abandonaron mi casa. Lo bueno, es que me pagaron y se fueron de forma respetuosa, yo como buena anciana les di mi bendición para que vayan con mucho cuidado y les desee suerte en sus estudios y trabajos. A pesar de aquella emotiva despedida, aún me encontraba sola. Sin embargo, un giro inesperado iba a suceder, pasaron 6 días y suena el teléfono de mi casa. Emocionada fui a contestar, era mi sobrino, preguntando si podría ir a cuidarme en la cuarentena que se va a aproximar. Estaba muy preocupado porque me sucediera algo, así que le dije que en mi casa tendría 3 comidas diarias y le pagaría por cada día que se quede a mi lado. Supongo que será divertido, tener un joven con el cual platicar, almorzar juntos, ver noticias y contarle mis anécdotas cuando tenía su edad. 

Al día siguiente, en la mañana, el vino a mi casa con su papá, con dos maletas llenas de ropa y libros, parecía que se iba a quedar a vivir. Junto con su papá se instalaron en el cuarto que está a lado del mío, ese día me anticipe, y compré helado y un paquete wafers. Comimos y charlamos, estaba muy feliz, parece que Dios escuchó mis plegarias y me auxilia en mi soledad. Pasaron unas dos horas, su papá tuvo que retirarse, antes de irse le dio algo de dinero para cualquier emergencia. Lo primero que hice, fue explicarle mi rutina, los espacios de la casa, las tiendas donde puede comprar, como utilizar la cocina, el refrigerador y el baño. Reiteradas veces le menciona que debe ahorrar en su consumo con el agua, la luz, la comida y los productos de aseo personal. También, le deje claro que no había internet en esta casa y que nunca voy a poner. Porque es muy caro para mí y ni siquiera sé cómo utilizarlo.

Me pregunto, si alguien de su edad puede vivir sin internet. Aunque, él estaba en silencio todo el rato que le explicaba las reglas de la casa y asentía con la cabeza cada comentario que le hacía con respecto al plan de convivencia que tenía pensado. El primer encargo que le di, fue ir a la tienda y comprar un tarro de leche pequeño. Él me preguntó: ¿Existen tarros pequeños? ¿Yo solo conozco los normales? Yo le respondí: Tú solo hazme caso y anda. El de inmediato fue y para su sorpresa encontró en la tienda lo que le había mandado. Me comentó en tono irónico: No sabía que existía este tarro de leche, al parecer Gloria pensó en los tacaños. Yo sonreí por aquel comentario, pero le regañé por decirme de forma indirecta que era tacaña. Si me lo va a decir, que lo diga de frente, como todo un hombre. Luego de tomar lonche, nos fuimos a ver las noticias, él se rió, porque aún poseo un televisor que funciona con antena. A pesar de sus burlas, le pareció curioso que al pasar los años, aún permaneciera intacta la tele. 

Las noticias tratan sobre las personas que permanecían en el extranjero, durmiendo en el aeropuerto. Exigiendo al presidente Martin Vizcarra que busque una solución para que regresen a sus hogares. Él me dijo, que uno de sus compañeros se encontraba en ese aeropuerto y que a pesar de su situación, las personas los auxiliaron alojándose en sus casas o un hotel cercano. También, les daban de comer, pero que no por ello debería implicar que se queden allí toda la cuarentena. También, otra noticia resaltante, era sobre médicos que desmentían aquellos remedios caseros para combatir el coronavirus. Eso me pareció relevante, puesto que mi sobrino me contó que su tío, le preparaba a su mamá una limonada caliente mezclada con paracetamol. En mi interior me sentí indignada al escuchar eso, pensé ese sujeto va a matar a toda la familia. 

Yo siempre digo, uno no debe automedicarse y mucho menos recomendar medicamentos si uno no es médico o farmacéutico. Una cosa es comprarse un medicamento para la fiebre y otro es para un virus mortal que ni sabemos cómo se originó o combatirlo. Terminando de ver las noticias, mi sobrino me invitó a rezar el rosario con él, si así lo deseaba. Yo creo en Dios, la Virgen María y Jesús, pero no en la iglesia. Aunque me he paseado por muchas iglesias, pero siempre me iba por el asunto del diezmo. Yo creo que dar dinero para ser parte de la Iglesia sea cual fuera, no debería ser una exigencia. Los que pueden que den y los que no que no lo hagan. Igual, oramos juntos, primero el empezaba y luego yo continuaba la oración del Ave María, después en la mitad del rosario cambiábamos de rol. Terminando ello, reflexionamos sobre el amor de Dios, pero creo que me iba un poco por las ramas, cuando tocaba temas acerca de la existencia de los santos, el diezmo y la maldad de las personas.

Ese día, terminamos discutiendo, es mi culpa, tengo una mente muy cerrada o creo que siempre va haber un conflicto cuando lo que se pone en pie es saber quién tiene la razón. Así que, para no seguir discutiendo sobre aquellos asuntos, le dije que ya era hora de dormir. Él me preguntó, si podría llevarse una mesa a su cuarto, para poder escribir. Yo le respondí que sí podía, pero que cuando se vaya deberá dejar todo en el lugar que estaba. Contento llevo la mesa a su cuarto y me imagino que escribió algo interesante e innovador. Al final, me quedé dormida, estaba agotada por tal discusión. Aunque, me siento un poco menos sola, hay alguien con quien puedo conversar. Entonces, nuestras predicciones se hicieron realidad, el 16 de marzo, el Perú entró en estado de emergencia. Nosotros terminamos de desayunar y vimos las noticias, donde era obligatorio quedarse en casa. 

La intervención por parte de la policía y los militares se dio de forma inmediata. Muy aparte de que el virus ocasione ello, también fue culpa de todos aquellos que tomaron este asunto a la ligera o creyeron que era un plan diabólico del gobierno para controlarnos. Que absurdo son algunos a creer tanta estupidez que seguramente han visto en el bendito internet. En ese momento, llamó mi sobrino, para hablar conmigo y pasó con su hijo. Donde me recalcó no salir en ningún momento a la calle y que si tiene algún encargo pendiente se lo asigne a su hijo. Por el tema de las compras, la lavandería y otros asuntos. Él hablaba con su padre, un poco preocupado por la situación, recuerdo haber escuchado que le decía en voz baja: Solo me quedaré un mes, también tengo cosas que hacer padre. Yo en mi interior, me sentí un poco traicionada y angustiada, pero no era culpa del muchacho.

La situación misma, complicaba las cosas, además quien va a querer estar 40 días encerrados con una anciana y sin internet, al menos que le paguen un buen sueldo. Pero, supongo que en sí, sería un riesgo llamar a una enfermera. Quién sabe si ella estará infectada con el virus, si no me cuida un familiar, no me cuida nadie más. Todo esto es culpa de aquellas personas inconscientes que no respetaron las palabras del presidente, desde que se anunció el primer caso de coronavirus. Porque siempre somos así, a menos que no suceda lo peor, no tomamos cartas en el asunto y nos ponemos serios. Qué pasaría si en algún momento, lo mandó a comprar y se topa con una persona que tiene covid-19 y ella ni enterada está. Luego, él vuelve a la casa y trae el virus con sí, eso significa que en cualquier momento tengo que estar en alerta en mi propia casa. No me siento segura, pero debo regular aquel miedo. Sino, podría cometer una estupidez, como tomar limonada caliente con paracetamol.

Lo mandé de inmediato a comprar diversos alimentos y productos de limpieza en la tienda para alimentarse y asearse por una semana. Le dije que la ropa, ahora deberemos lavarla a mano y que no comamos más de la cuenta. Hay que salir, lo menos posible, solo por compras necesarias. Lo bueno, es que mi sobrino, nos seguirá llevando el almuerzo. Ya compré alcohol suficiente para desinfectar cualquier cosa y a nosotros. Entonces, al día siguiente y las noticias informaban sobre personas que salían a las calles en pleno toque de queda y otras que hacían reuniones en sus hogares. También, el aumento de los casos y las declaraciones del presidente para combatir el coronavirus, el problema del retiro de la afp, la educación a distancia, regularización de la movilización de los vehículos y entre otros asuntos contextualizados por la pandemia. Lo bueno, es que mi sobrino y yo compartimos momentos de charlas profundas; por ejemplo, me contaba sobre el libro que estaba escribiendo acerca de la educación que se debe transmitir en las familias y sobre la carencia del amor reflejada en una sociedad corrupta por la errónea conceptualización de éxito. La verdad, no me espere que sea tan reflexivo sobre aquellos asuntos, creo que mis prejuicios me cegaron para ver el intelecto que en él habitaba. 

También, seguíamos rezando el rosario y me enseñó cómo se reza los laudes matutinos, es muy religioso. Aunque él no piensa así, cree que la religiosidad de una persona, no se define por la cantidad de oraciones, sino por las virtudes que demuestra en acciones concretas hasta su partida al mundo espiritual. Yo soy más simple, si crees y eres bueno, lógicamente te irás al cielo. Pero, si haces el mal, sabiendo que eres consciente de ello, entonces tu destino es el infierno. No es complejo de entender, pero él me cuestionaba mi forma de pensar. Porque quería saber, cual es mi concepción de bueno y mal, también me hizo una pregunta que no supe cómo responder, fue la siguiente: ¿Por qué crees que las personas somos malas en ciertas ocasiones y crees que nuestra maldad debe ser condenada o perdonada? Es una buena pregunta, pero no sabía que responderle en aquel momento. Creo que esta vez, él me superó a mí. Luego, de mi silencio, comenzó a auto responderse y ahí me doy cuenta que no solo los viejos no somos tan sabios después de todo. Sino, que casi nunca, le damos cabida a nuestros jóvenes a expresarse o dar su opinión crítica de su entorno. Hermosa charla la de ese día, nunca la olvidaré, a menos que me dé alzhéimer. Hoy es 20 de marzo, el hijo de mi sobrino, me cuenta que extraña a su enamorada y a su familia en sí. 

También, que necesita el internet para distraerse, escribir ya le comenzó a aburrir. Yo para animarlo, le dije que compraría helado y que hoy le contaría historias sobre mi niñez para que algún día las escriba en un libro. Ese día no pensé ver las noticias, porque terminaba amargada o preocupada después de verlas, sin embargo, no sé por qué, él quería ver las noticias. Me afirmaba que era importante escuchar lo que dice el presidente y las distintas autoridades que tomaron cartas en el asunto con respecto al tema del coronavirus. En ese momento, los médicos especialistas recomendaron vacunarse contra el neumococo y la influenza. Sin titubear le dije que vayamos al centro de salud o hospital más cercano para vacunarme. Así que salimos, con nuestras respectivas mascarillas y nuestro cubre rostro, pero no había ningún taxi alrededor. Pasaron 15 minutos y él se notaba fastidiado porque el clima estaba muy caluroso, me dijo con un tono amargado: Ya vámonos, no va a pasar ningún taxi, recuerda que está prohibido la circulación de carros no autorizados. Pero, yo le agarre fuerte del brazo y le insistí en que sea paciente y tengo un poco de fe. Después de 10 minutos, ni él se la creyó, un taxi vacío pasó por nuestro costado y nos cobró barato, porque el regateo de una anciana nunca falla.

Al llegar al hospital, él intentó ayudarme abriendo mi puerta, pero yo le grité, porque no vaya a ser que se le escape la puerta y me haga daño. Él se sintió ofendido, solo quería ayudarme y me miró con una cara enojada. Pero, los demás ancianos que también acudieron al hospital lo consolaron diciéndole que no se preocupe, que así somos los ancianos de testarudos y desconfiados. Pero, yo no lo hago por cascarrabias, sino que yo aún puedo moverme por mi cuenta. No soy manca, ni tengo problemas en la espalda, tampoco soy coja. Así que, cuando me ofrecen ayuda sin que yo lo pida, me ofende bastante y siento que me vieran como si fuera una incapaz. Por eso, es que algunas personas me tildan de agresiva y me imagino que pensarán que estoy loca de remate o tengo demencia senil. Cuando les grito o los alejo con mi bastón, siguiendo con el tema de las vacunas, las enfermeras me atendieron amablemente y me trataron como si fuera su tierna mamá. Me encanta la gente que aparte de cumplir su labor, lo hace con alegría. Mientras que mi sobrino, preguntada sobre la efectividad de la vacuna contra algunos síntomas que se relacionan con el coronavirus, yo conversaba con la señorita que me atendía sobre los problemas matrimoniales.

A pesar de que no me he casado, doy buenos consejos sobre el matrimonio, parezco un sacerdote. Es muy raro, pero la señorita me escuchaba atenta y aceptaba todo lo que le recomendaba. Creo que lo habrá hecho por modestia y educación, terminando ello. Me sentí un poco cansada, así que agarramos el mismo taxi que estaba esperando en el hospital alguna carrera. Mi sobrino fue corriendo para tomarlo y nos llevó nuevamente. Al llegar a casa, me vino un sueño tremendo que le dije al joven que me acompañaba: Anda nomás a tu cuarto, si quieres comer algo de la cocina, no hagas ruido, quiero dormir en paz. El creo que se alegró, porque lo escuche coger algunas cosas de la cocina y dirigirse a su cuarto. Me imagino que son los efectos de la vacuna en sí, los que toman control de mi organismo, además mi vejez es un factor que aumenta aquello. Al siguiente día, me levantó de buen humor con ganas de comer palta, así que trató de levantar a mi acompañante. Pero, estaba profundamente dormido, tocaba la puerta de su cuarto y no me respondía. Ni modo, iré yo sola, bajar las escaleras es un deporte extremo para un anciano, así sean las más cortas. Nuestros músculos son tan flácidos y sin fuerza que nos muestran el paso del tiempo y nuestra debilidad. A mí no deprime aquello, pero escucho a tantos como yo quejarse de ello y comentando que cuando eran pequeños hacían un sinfín de actividades deportivas y recreativas.

Yo estoy contenta así, con mi físico, puesto que no me falta una extremidad como mencioné anteriormente. Baje las escaleras con éxito, le tocó la puerta a mi vecino que vende unas deliciosas y grandes paltas. El muy considerado, me invitó a desayunar con su familia. Sin embargo, es muy chismoso, no me gusta las personas que en vez de conversar parecen que interrogaran a uno. Pero, no puede menospreciar una merienda gratis. Sus hijos, son bien lindos, me cuentan sobre su escuela, sus amigos y me preguntan sobre mis canas. Después de ello, antes de irme, el señor me regala 4 paltas y se despide de mí y toda su familia. Abrí la puerta principal de la casa, antes de subir a las escaleras para llegar a mi casa, puesto que vivo en un segundo piso, me resbalé y caí en el patio de mi vecina de abajo. Antes de tropezar, grite con todo mi aliento: ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh! Entonces, mi sobrino sale disparado de mi casa para auxiliarme y la vecina también. Yo me quedé recostada en el pasto, porque cuando uno se cae no se debe levantar de un porrazo, sino debe esperar unos segundos y de ahí levantarse tranquilo. 

Mi sobrino nieto me ayudó a levantarme del piso y subió las escaleras conmigo. Eso me pasa por creerme joven, pero también es culpa de mi sobrino nieto. Si él me hubiera acompañado desde un comienzo esto no habría sucedido. Por eso, al subir las escaleras lo culparé por no acompañarme, le dije: Tú, has venido a cuidarme, es tu trabajo. El me pidió disculpas, reiteradas veces, que le ganó el sueño. Aunque se excusó diciendo que yo no podía salir sola. Que eso me pasa por terca, que me costaba esperar a que se levantará para poder ir juntos donde el vecino. Además, qué sé yo sí el vecino no está infectado con el coronavirus. Entonces, esos comentarios me hicieron estallar, le dije que era un miserable y que si me moría por aquel golpe era su culpa. Que era un mocoso malcriado e irresponsable, que su trabajo es cuidarme todo el tiempo, no escribir libros como chiflado, ni despreciar su tiempo en hablar con su enamorada por celular. Que si se aburre de cuidarme, que se largue a su casa y no vuelva. Luego de aquellas palabras, él me dijo algo que me dolió más que el golpe anterior por la caída. “Por eso estás sola y nadie te quiere”. 

En ese instante, me vino un dolor en el pecho, que casi quiebra mi corazón. De inmediato le respondí, estoy sola porque la gente con que me he topado es igual a ti, les cuesta ser amable con uno. Entonces, él insistió con el asunto de mi soledad, diciéndome: Acaso no ves que nadie quiere estar a tu lado, no estás consciente de tu propia soledad, nadie te llama, nadie se pregunta por ti, no eres la tía favorita de ninguno de tus sobrinos, a pesar que es pandemia quien te ha llamado pidiéndote que te quedes en su casa para cuidarte. Nadie, aparte de mí, quiere cuidarte por misericordia, así le pagas más que el sueldo básico. Aunque sea, podrías poner internet a tu casa, así te soportaría un poco más. Pero, si crees que es culpa de los demás que te encuentres sola, estás muy equivocada, eres una antipática y toda tu vida lo has sido, sino te hubieras casado o nosotros, tus familiares, estaríamos contentos de cuidarte y no sentirnos obligados a hacerlo. Nunca quise venir acá, pero me das pena, mucha pena, saber que eres una anciana que no tienes a nadie que vele por ti y esté a tu lado, la paga realmente no me importa. 

Me quedé impactada, nunca en mi vida me habían hablado de esa manera, debo reconocer que hay cierta veracidad en sus palabras y por eso, con mayor razón me entristezco. Creo que se irá de la casa, porque ni bien acabó, la discusión alistó sus maletas para irse. Yo adolorida, no podía moverme mucho, así que me eche en mi cama y le pedí que me colocará hielo en mi espalda. Él lo hizo, a pesar de la discusión, pero me repetía que se iba a ir, si volvía a tratarlo de tal manera. Yo, enojada, le contestaba: ¡Lárgate pues, Lárgate y no vuelvas! Aunque, creo que no fue buena idea, porque se enojaba y quitaba el hielo de mi espalda. Aun así, el hielo me calmo un poco el dolor, pero no el enojo. Así estuvimos, incómodos por 30 minutos, él aplicando hielo en mi espalda y yo indicando que partes me dolían. Después de ello, nos fuimos a almorzar. El enojado fue a almorzar conmigo y estuvimos en silencio comiendo, sin embargo, debido a mi resentimiento comencé criticar a su familia y eso a nadie le gusta. 

El molestó se paró de su asiento y me dijo: Ya basta, tía. No te preocupes, mañana me voy para que te quedes con tu soledad, la única que quiere permanecer a tu lado. El que critiques de esa manera a mi familia, me hace comprender lo infeliz que eres con tu propia vida. En ese momento, se me salieron unas cuantas lágrimas, todo esto es mi culpa. Mi actitud propicia a que las personas se alejen de mí, estoy de buenas con ellos por un corto periodo y luego comienzo a sentirme fastidiada por su presencia. Al final, hago todo lo posible para que se aparten de mi vida, dicen que es la menopausia, los traumas de la infancia, que nací con ese carácter y una vez me dijeron que son mis demonios que no me dejan ser feliz y hacen todo lo posible, a través de mí, para espantar a los demás. 

No lo sé, pero creo que ya complicó más las cosas, pronto él se irá de acá y me quedaré otra vez sin compañía. Anocheció, le toque la puerta para tomar el lonche y para ir a rezar el rosario. Él no me respondió, se quedó callado hasta que me fuera, yo dije en voz alta: Seguro se habrá quedado dormido. Aunque, en el fondo, sabía que no quería hablarme. Al día siguiente, temprano se levantó y sacó sus maletas a la sala. Cualquiera podría intuir que se va ir a su casa, yo para retrasarlo un poco, lo mandé a la tienda a realizar algunas compras. ¿Ganaré el tiempo suficiente para poder pedirle perdón o me ganará el orgullo de vieja amargada que tengo? Él fue corriendo a la tienda, dándome a entender que quiere irse lo más rápido posible. Compro rápido las cosas y luego lo mandé a limpiar la casa completa, lo hizo velozmente y de forma perfecta. Pero, para ganar más tiempo, limpié los platos por segunda vez, asegurándose que los había lavado adecuadamente. 

Me esperaba de forma impaciente que terminará, su rostro evidenciaba su apuro por retirarse. Entonces, soltó las palabras esperadas: Tía, ya me voy de tu casa. Yo le conteste: No te vas, hasta que venga tu padre a recogerlo y muevas la cama de tu cuarto al sitio donde estaba antes. No me hizo caso e hizo una seña que la traduje como: No me molestes, ya me voy. Así fue, yo no pude detenerlo, me quede sentada en un sillón. Desde la ventana lo veía alejarse poco a poco a pasos rápidos. Lo primero que hice, fue llamar a mi otro sobrino para que me trajera mi almuerzo y que ya no le trajera a él. También, llamé a su padre, responsabilizándose de haber criado a un bueno para nada que abandona a una anciana en tiempos de pandemia. Que no soporta que le digan nada ni que lo corrijan. Su padre me pidió mil disculpas y para calmarme me dijo que cuando llegue a casa hablará seriamente con él. Me imagino que él está feliz, yo también lo estaría. Porque, en algo tiene razón, quien quisiera permanecer encerrada conmigo por más de 1 mes. Se volviera loca y yo tendría que pagarle las consultas al Larco Herrera. 

En ese momento, comencé a orar por su alma del muchacho y le pedí a papá Jehová que me perdone por ser una persona agradable. Me imagino que no soy la única anciana que pasa por esta situación, habrá miles como yo, que la familia no los soportan y los dejan solos a su merced. Nos tratan como animales, solo verifican que tengamos alimento suficiente y listo. En las noticias, el coronavirus se propaga por todos los rincones de Lima, ojalá me diera a mí, para ya no vivir está agonía. Podría salir a la calle, pero este dolor en la espalda me lo impide. Mejor me voy a descansar, tal vez Dios se apiade de mí y me lleve al cielo cuando esté profundamente dormida. Estaba soñando cuando era pequeña y jugaba a las chapadas con mis hermanos, en mi hogar de niña, Chazuta.

De repente, entre mis sueños, se me acerca un ave rara y emite un sonido igual al de mi timbre. Aquello me hizo levantarme y darme cuenta que mi otro sobrino había llegado con el almuerzo. Le dije que pasará, él se quiso excusar, diciéndome que tenía muchas cosas que hacer que en otro momento sería. Pero, tanta fue mi insistencia que se vio obligado a aceptar. Así que pasó y mientras me iba dejando mi almuerzo en la cocina, le conté sobre todo lo ocurrido con mi otro sobrino. Él se río y en tono sarcástico dijo: Bueno, duró tanto como lo esperábamos. Yo, asombrada por su comentario, le respondí: Acaso era obvio que no iba a durar mucho en mi casa. Solo me miró, se despidió y se retiró de mi hogar. Ese día fue muy deprimente, nunca me había puesto a reflexionar sobre toda mi vida y qué sentido tenía el que en mi vejez no tenga absolutamente nada que compartir con nadie. 

No tengo a quien dejar herencia, ni creo volver a Estados Unidos y mucho menos iré a un asilo de ancianos. Será para que maltraten y dopen con pastillas. Qué triste, todo está cuarentena la pasaré sola y así fue. Pasaron días, meses y yo aquí sin nadie con quien charlar, sin poder salir a la calle para interactuar con las personas. Lo único bueno, es que me traen la comida y me hacen las compras. Pero, no puedo ni darme una escapada, porque mi vecina me respondió diciéndome: A donde crees que vas Angélica, tú eres una persona con mayor riesgo a contagiarse del coronavirus. De vez en cuando me llamaba mi hermanita, pero solo para pedirme algo de dinero. Llorándote pobrezas para persuadirme, sin embargo, yo le decía que estaba en la misma situación que ella. Debido a que, la transacción para recibir mi pensión había que tener que ir al banco y con la masiva cola de gente que hay, no creo poder hacerlo. Tengo que otorgar una carta poder a mi sobrino para que pueda hacerlo y no todo el tiempo está disponible. Así que, cuando le cuento que no tengo dinero, de inmediato me cuelga el teléfono. Como es, cuando uno tiene plata, la gente lo trata de manera respetuosa, pero cuando no, lo tratan peor que un perro callejero. 

Entonces, todo se tornó rutinario, mi vida seguía siendo aburrida y solitaria, cada noticia que daba el presidente Vizcarra solo me hacía entender que estamos más jodidos que antes. Me volví adicto a ver Esto es Guerra, por lo menos aún funcionaba mi antena para ver los canales nacionales. Así estuve aburrida hasta el mes de noviembre. El cual pensé que iba a ser como los demás, aunque, me sorprendió un poco y me mantuvo activa aquel circo político sobre la vacancia de Vizcarra. Que risa me da, que los argumentos para vacar a Vizcarra sean tan hipócritas. Todos los congresistas que daban su opinión me hacían reír muchísimo. Cómo es posible que se pueda ser tan caradura, de sentirse insultados por las mentiras del presidente y el caso de este papanatas del Richard Swing que de swing no tiene nada, ni para bailar y mucho menos para cantar. Acaso ellos no mienten y muchos poseen delitos graves, que aún no han sido investigados como corresponde. Aunque, lo vieron venir muchos, pero nadie se imaginó que realmente lo sacarían y nuestro nuevo presidente iba a ser alguien sin ningún estudio ni algo que admirar de su persona.

Hoy es 10 de noviembre, vacaron al presidente Vizcarra y lo sustituyó Manuel Merino. Vamos de mal en peor, las manifestaciones se dieron a cabo el mismo día que se produjo tal usurpación. La gente se olvidó por un momento que el virus aún se encuentra esparcido por todo Lima, yo sé que ninguna fechoría debería quedar impune, pero la salud es lo primordial en este tiempo. Sin embargo, me daba risa que los medios y algunos políticos tomen ventaja de este asunto para mostrarse como salvadores o señores de la justicia. Eso solo crea más indignación y repudio de las personas a las figuras políticas. Me pregunto: ¿Cuánto durarán estas marchas? Espero que la crisis actual pueda estabilizarse y que todos continuemos con la cuarentena respectiva para que este virus no se expanda aún más. Aunque, ya no lo llamaría cuarentena, sino encierro anual. ¿Hasta cuándo seguiremos en esta situación? Que la vacuna venga pronto, sea de donde sea. Voy a orar para que los chinos y los rusos la hallen rápido y la introduzcan acá en el Perú. Estamos en el top de países contagiados con el coronavirus, solo en eso destacamos en lo peor, al igual que el ranking de países corruptos y peor educación. 

No entiendo, porque la gente tiene manías raras, ahora a las 8pm están tocando ollas como si fueran tambores. Le llaman “cacerolazo”, yo lo llamó el peruanazo que no deja dormir. Si van a protestar, vayan a marchar, por favor. Yo sé que el gobierno es un hazmerreír y siempre están ideando como quedarse en el poder toda la vida. Sin embargo, así cambien de presidente o de congreso la mafia y la corrupción se mantendrán vigentes. Lo que realmente importa, es hacer todo lo posible para que el virus maldito no pase de persona en persona. Porque, después de esa marcha, algunos terminarán positivos, pero de covid-19. Serán más peligrosos que esos políticos corruptos. Pasaron 5 días, 15 de noviembre, lamentablemente fallecieron dos jóvenes universitarios, hay bastantes desaparecidos y muchos heridos. 

Estos enfrentamientos se pudieron evitar a tiempo, pero como siempre y anteriormente lo dije, esperamos que pase lo peor para tomar cartas en el asunto. Merino renunció a la presidencia por el costo de 2 vidas, algunos dirán que es lo justo, otros que fue totalmente en vano. Ahí observe el poder de la presión social y todos en sus casas festejaban la salida de Merino, pero todos nos preguntamos lo mismo: ¿Quién sería el nuevo presidente de nuestro país en plena crisis política y brote de coronavirus? Todos menos Keiko, eso sí le pido al Señor Jehová. La verdad no lo sé, pero no creo que pueda con todo lo que se avecina. Muchos dicen que sea alguien preparado, pero en el pasado, las personas supuestamente preparadas para el cargo nos han decepcionado. Lo bueno, es que todo este asunto, me distrae de mi realidad de anciana solitaria. Me hago juicios de valores y discursos éticos abstractos en mi cabeza, también me imagino exponerlos a todo el congreso y que sirva para que cambie su actitud.

Debes pensar que estoy loca, pero en algún momento hemos querido cambiar a nuestro país, ponernos en los zapatos del líder supremo y gobernar con justicia, orden y responsabilidad. Todos nos quejamos de cómo se desarrolla nuestro entorno, pero mayormente lo hacemos desde la comodidad de nuestros hogares. Yo, aunque sea, me puedo excusar porque soy una anciana que pronto partirá al padre, pero los jóvenes pueden hacer que el Perú tomo otro rumbo, como lo hicieron al vacar este inepto Merino y hacerle frente a la policía, sin utilizar ningún arma, solo su voz como instrumento para defenderse. Pasaron dos días, 17 de Noviembre, se escogió un presidente, su nombre es Francisco Sagasti. Es guapo para alguien de mi edad, tiene rostro de que sabe lo que hace, además ganó por 97 votos a su favor y 26 en contra. Así que, el congreso lo aprueba, eso puede simbolizar algo malo como algo bueno. Por lo menos, se acabó todo este conflicto y se hizo un llamado a la paz, otra vez puedo volver a mi soledad. Extrañaré la tensión que había para entretenerme, pero como dice la canción: “Todo tiene su final, nada dura para siempre”. 

Siguieron los días, hoy es un día que llama a la unidad, la navidad. Que alegría, porque me acaban de llamar mis parientes y me invitaron a cenar con ellos. Me siento contenta, no sé qué ponerme, tal vez uno de mis abrigos que yo misma con mis propias manos hice. Aunque tengo que ir lo más elegante posible, así que me vestiré de blanco, no mejor de verde o qué tal de amarrillo. Ojalá tuviera alguien que me ayude a escoger mi ropa, al menos un marido que cuando le pregunté, me responda que todo me queda bello o una hija que me diga que me veo regia. Me vestí como sea. Llegué a su casa, me recibió mi cuñada y me invitó a sentarme a conversar con ella. Después, me sirvió algo de vino para soltar esa lengua parlanchina que tengo. Por fin, luego de un largo periodo de tiempo, dialogé con una persona de mi edad. Todos hicimos el conteo de las 12 y por esta ocasión nos abrazamos fuerte. 

Comimos el delicioso pavo con arroz árabe y su ensalada rusa. Que rica merienda, me hace olvidar mis penas y disfrutar de la vida corta que tengo. Mi hermano como siempre, tiene la manía de regalarme fotografías de gente sonriendo, dice que eso me hará más feliz. También, me contó sus mejores chistes, reí a carcajadas. Además, yo también conté algunos, porque soy buena haciéndolo. Fue una gran noche, diría que fue un regalo de Jehová pasar ese momento junto con personas que me quieren o eso deseo creer. Al finalizar la noche, mi sobrino me acompaño a mi casa y me fui a dormir al instante. Hoy es jueves 31 de diciembre del 2020, se acaba el año y comienza otro. ¿Será igual o distinto? Me despierto con un poco de fiebre, hace días estoy con una tos que no se me quita con las pastillas ni los remedios que me compró. La comida no sabe muy bien o no sabe a nada, supongo que es la vejez. Aunque me siento así, después de navidad, tal vez el frío de la noche me provocó un resfriado, seguro que es eso. 

No vaya a ser, que alguien esté con coronavirus. De pronto, suena el teléfono, es el hijo de mi cuñada. Me pregunto cómo me encontraba y le conté todos los síntomas que tenía. Él se quedó en shock y me confesó que se habría hecho la prueba molecular por temas de su trabajo y salió positivo. Me dijo que iba a llamar una ambulancia para mi casa, que pronto llegaría y que me quedará en mi sillón esperándolos. Colgué el teléfono y fui a mi sillón con las llaves de mi casa en la mano para arrojarlas ni bien vengan. Siento que me cuesta respirar y una presión en el pecho, ojalá se apresuren………………………….

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