No debía esperar

tendido sobre muslos de azahar.

Rocé la boca bermeja en el ímpetu

de la sombra.

Se ha apagado la lluvia:

en el borde del mar deslumbrante,

luces incandescentes sobre la pasión,

echada e inmóvil, incandescente 

hasta disolverse,

hasta yacer en la consumación

hasta destruir la noche.

En el rugido del mar

fue herido el corazón

por los rígidos y metálicos filos

de los demonios que ahogan. 

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