Han pasado algunos días desde la primera vez que volví a reír con alguien que no fueras tú. 

No fue hasta noviembre que caí en la cuenta de todo lo que se había consumido en cuanto me alejé de ti. Como si la esencia que compartí contigo se tratase de una lámpara de alcohol, dejé encendido el pabilo y cuando la flama ya no pudo ser, me olvidé de llenarla nuevamente. 

Tú eras mi segundo hogar y me acostumbré tanto a sólo sentir el confort si estaba contigo, que cuando nos soltamos no supe a dónde ir, no hubo refugio para mí porque no sabía que lo necesitaba; en algún lugar del mundo se quebró una taza, pero nadie escuchó y entonces se quedó hecha pedacitos en el suelo. 

De no ser porque había más en mi vida que tu fantasma, nadie hubiera podido notar el desastre de cerámica rota que yacía al filo de mis pies. Y se lo dije, incluso la melodía que sonaba en mi cabeza cuando aparecías en mis sueños, atormentándome, se fue haciendo un sonido quedo que se perdió en la distancia hasta que no pude escucharlo más.

«Cuando ya no pienso en ti.»

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS