Son tantas, tan variadas, desesperantes, inútiles y estresantes; son muchas las veces que hacemos uso de nuestras malas costumbres; las tenemos tan arraigadas, que las usamos sin percibirlo y no pensamos en el daño que pueden hacerle a los demás y a nosotros mismos. 

¡Son tantas las ocasiones en las que abusamos de su utilidad y ofendemos con ellas! 

Pero seguimos ciegos, porque no queremos mirarnos en el espejo de la realidad, nos hacemos los inocentes para no ser juzgados, no queremos ser pesados en la balanza de la bondad y vamos creándonos un modo de vida lleno de útiles inútiles y de triste felicidad. 

Y seguimos juzgando sin compasión, callando cosas por cobardía, insultando por la espalda, volviendo la cara para no saludar a aquel que nos cae mal, mintiendo para no tener que hacer favores; y nos escondemos y fingimos excusas para no relacionarnos con personas que nos molestan; somos totalmente libres y preferimos atarnos a las cadenas de las malas costumbres y apagar nuestra luz interior. 

Pero debemos darnos cuenta de lo que nos sobra, debemos aventurarnos a abrir nuevas puertas, mirarnos cada mañana en el espejo y reconocer el ser maravilló que hay dentro de nosotros, dejar de juzgar e insultar, mantenerle la mirada a aquel que nos duele ver, anteponer siempre la verdad, rechazando los venenos de las malas costumbres que dañan y  nos dañan; pulamos cada día, un poco más, el diamante de nuestro corazón, hasta conseguir que nuestro ser pueda ir desprendiéndose de ellas, hasta conseguir olvidar todas nuestras malas costumbres. 

Por las buenas costumbres, que también son muchas y muy variadas. 

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS