Salí de casa, diciendo ya regreso.

Salí creyendo, que te volvería a ver.

Salí sin miedo, porque yo era fuerte.

Salí pensando, que el peligro ya no estaba allí.

Tal vez me equivoque o fue él quien se equivoco conmigo, llore, y grite con mis fuerzas ya agotadas. Luche para esconder mi piel de sus grandes y horribles brazos, esos que agarraban mi cabello como si de lazos se tratara, fui una frágil y pequeña flor que arrancaron con todo y su tallo. Resistí hasta donde mas pude. En mis piernas sentía un fuerte y espantoso frio, era sangre que rodaba e inundaba mi piel, solo podía decir ¡basta! ya me duele, y me duele mucho; ya es suficiente, tan suficiente que solo quiero regresar a casa, quiero irme. Mientras yo lo decía,  podía sentir su perversa respiración cerca a mi cuello «ESO», «ESO» disfrutaba de mi dolor, disfrutaba de mi sufrir, disfrutaba de mí. 

Y repetí de nuevo.

¡quiero irme!

¡alguien que me ayude!

¡por favor!.

Mis ultimas palabras, como gritos silenciosos, que se ahogaban en el vacío de un eterno sufrir… 

¿por qué a mí?  

Mientras golpeaba bruscamente con sus brazos, mientras arrancaba mi cabello, mientras cortaba mi piel, mientras pateaba y pisoteaba mi rostro, yo solo me preguntaba 

¿por qué a mi?.

Estefanía L. Hernández   

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS