Pasión en Roma

Pasión en Roma

Ela Manyoma

12/10/2022

1

                                                                          ALESSIA

Paso a toda prisa por la plaza Campo de’Fiori a altas horas de la noche y con un frío que me congela todos los huesos, si no estuviera corriendo pensaría que se me rompen por las bajas temperaturas que se siente aquí en Roma a estas horas en invierno.

No detengo mis pasos por muy cansada que esté, sé que en cualquier momento puedo caer desmayada, he perdido la cuenta de cuantos kilómetros llevo corriendo, más bien escapando. Debí haber hecho caso de quedarme escondida en el chalet de Bruno, pero como no me gusta quedarme quieta ahora estoy metida en un gran problema del cual no tengo salida y el tampoco.

Me doy vuelta cada segundo mientras corro lo más rápido que puedo, aunque ya no siento mis piernas, doy gracias que hoy me puse tenis. No sé cómo voy hacer, pero tengo que llegar rápidamente a un sitio seguro y pedir ayuda. Un callejón angosto y oscuro, justo después de la fuente a mi lado izquierdo es mi salida de escape o eso creo.

Detengo mis pasos bruscamente al entrar al callejón, mi cuerpo se encuentra muy agitado, tengo la respiración más fuerte de lo normal, no puedo más, pero tengo que continuar. Me pego a una fría pared de ladrillos, cierro los ojos por un momento y tomo un fuerte respiro para calmarme y poder seguir mi camino. Tengo que buscar la manera de salvar a Bruno antes que me atrapen.

Mis ojos se abren de golpe al sentir una mano gruesa y pesada que me toma del cuello apretándome un poco para dejarme poca respiración. Mis brazos no dan para defenderme de aquel hombre alto, acuerpado, sus brazos están lleno de tatuajes, su mirada causa escalofrío por todo mi cuerpo; el cual ya no tiene casi fuerza, su rostro va acompañado de una sonrisa de medio lado, su mirada baja al escote de mi blusa, se lame los labios, me toca la cara con la mano disponible, ese toque es áspero y asqueroso. Acerca su rostro y lo pega al mío aspirando mi aroma.

– Que delicia – su voz es ronca, pero nada sexy – tengo que disfrutar de este cuerpo, eres mi premio; así que no te me vas a volver a escapar lindura.

Me acaricia la pierna derecha, su mano sube poco a poco, pasando por mi abdomen, allí se detiene por un momento. Sus dedos ahora abren los botones de mi short y bajan el cierre de este. Tuve que cerrar los ojos para no ver ese momento tan desagradable, estoy a punto de ser violada y nadie podrá ayudarme.

– Suéltame – por fin pude articular palabras.

Su mano fue ingresando por dentro de mi braga.

– Bruno perdóname – varias lágrimas se deslizan por mis mejillas.

*

El despertador me hizo abrir los ojos rápidamente. Recuerdo que hoy tengo parcial de economía en la universidad, tengo tanta pereza que quiero seguir acostada en la cama, pero tengo que levantarme, no me gusta darme el lujo de no asistir a clases, siempre he sido la mejor estudiante de séptimo semestre de administración de empresas, hay que continuar con la buena racha de asistencia.

Me incorporo en la cama y me estiro quitando la tensión del cuerpo, sonrío al recordar lo que pasó anoche en la fiesta de Luigi.

*Dos hombres que no me sé sus nombres y no me interesa saber, rodean mi cuerpo. Uno delante y el otro atrás, esto es el paraíso. Me toman con desesperación, me monto encima de uno para meter su pene en mi vagina y el otro se posa atrás mío, mete su pene en el mismo lugar haciéndome gemir más fuerte, sentir dos penes en mi vagina siempre ha sido una gran fantasía desde mi adolescencia. Es mejor de lo que imaginé*.

Mis pensamientos no duraron mucho, no puedo llegar tarde a la universidad. Quito las sabanas de seda que cubren mi cuerpo, me siento en el borde de la cama, meto mis pies en las pantuflas color gris que reposan en una acolchonada alfombra mediana de color morado con destellos plateados, me pongo en pie acomodando mi sedoso vestido de pijama de color azul oscuro, es tan corto que solo llega a taparme el trasero y es escotado en los pechos con tiras finas. Me deslizo hacia el baño con lentitud y con un poco de guayabo, me pasé la mano con los tragos sabiendo que hoy tengo clase.

En el baño, me despojo de la pijama para que mi cuerpo sea libre, doy unos pasos hasta la tina que ya tiene sus sales *una de las sirvientas se encarga de eso antes que sea hora de levantarme*. Mis pies sienten el agua tibia de la tina, lentamente me siento en ella y me relajo por 15 minutos.

*

La puerta de mi cuarto no ha dejado de sonar durante casi cinco minutos; esa debe ser mi madre, siempre que demoro en arreglarme ella llega y me toca la puerta para apurarme.

Me termino de peinar, me hice unas hermosas ondas en las puntas en mi cabello negro y largo hasta la cintura con mi preciado rizador. Tomo las gafas de leer y me las pongo, paso del espejo del tocador hasta el espejo de cuerpo completo que hay en mi gran y hermoso armario diseñado a mi gusto por uno de los mejores diseñadores de interiores de Italia. En el espejo veo una obra de arte lista para salir, llevo unos pantalones de cuero pegado al cuerpo de color negro de talle alto, son mis favoritos porque hacen resaltar mis hermosas piernas tonificadas por los ejercicios y ni hablar de mis nalgas que son grandes y perfectas; heredadas de mi hermosa madre, cualquier hombre y mujer las quisiera tocar. El pantalón viene acompañado por una blusa color beige de manga larga, siempre las remango hasta mitad de mis brazos, esta viene abotonada, pero lo hago hasta la mitad para hacerme un nudo con estilo de flor, eso le da un toque espectacular a mi outfit. Lo combino con unos tenis blancos de Tommy Hilfiger, hoy tengo que estar muy cómoda. Me sonrío al espejo, me doy media vuelta y salgo del armario. Agarro mi bolso de Christian Dior que descansa en uno de los sillones del cuarto cerca de la ventana que conduce al balcón.

Ahora si abro la puerta dejando ver a la famosa socialité francesa Stella D’angelo, mi dulce madre.

– ¿Por qué siempre me dejas esperando? – se cruza de brazos poniéndose seria.

Sonrío al verla. Ella es tan hermosa, me encanta admirar su belleza. Su tez es trigueña como la mía al igual que el color de sus ojos color miel *los de ella son más claros*, el rostro es medio ovalado, pero perfilado, nariz muy fina *es la única cirugía que tiene*, su rostro es iluminado con una sonrisa encantadora y dientes muy blancos *nuestro odontólogo le hizo un trabajo increíble*, y ni se diga de su cabello castaño claro hasta los hombros bastante liso, sedoso y perfecto. No es tan delgada, pero lleva una figura en forma de guitarra que hace que cualquiera la mire y la desee, en pocas palabras mi madre es la mujer más mamacita que he visto. Aunque estudió diseño de modas *no lo ejerce*, su vida son los eventos sociales de alta alcurnia, se rodea con las personas más famosas e influyentes de Italia, Francia y algunos otros países de la Unión Europea. Ella nació para ser una reina y mi padre contribuyó en ello desde que la conoció hace 35 años en un reinado en Francia en el que ella participó como Miss París y ganó para convertirse en Miss Francia.

– Buenos días también para ti mamá – alcé una ceja con una sonrisa divertida ignorando su pregunta.

Mis mañanas se vuelven muy divertidas cuando esto pasa. Es gracioso verla enojada.

Salgo completamente del cuarto.

– Baja al comedor para que desayunes y te vayas rápido a la universidad, que si mal no recuerdo hoy tienes un parcial muy importante y ya se te hace tarde – toca su muñeca con el dedo índice derecho simulando que lleva un reloj.

Suspiro con pesadez, ahora viene la madre que regaña por todo.

– No me da tiempo, mejor desayuno en la universidad apenas termine el parcial – acomodo el bolso en mi hombro.

– Eso es por ir a esa fiesta.

Niega lentamente con la cabeza, la seriedad aumenta en ella, odio cuando se pone así.

– No sé porque tu padre y yo aceptamos que fueras.

Anoche antes de salir llamé a mi papá, que se encuentra en un viaje de negocios en Sicilia. Le pregunté si me dejaba ir a la fiesta de mi mejor amigo, nunca me ha dicho que no, eso hizo que mi madre accediera a darme el permiso a última hora.

– Porque soy mayor de edad – contesté obvia – tengo 25 años y además no podía hacerle ese desplante a mi mejor amigo, somos como siameses.

Y es cierto, hacemos todo juntos desde que tenemos uso de razón.

– ¿Era necesario hacer eso un domingo? ¿Luigi donde tiene la cabeza? Voy hablar seriamente con el – ya me estoy fastidiando y entre más hable me voy a demorar en irme.

– Mamá, te recuerdo que tú haces tus eventos en días de semana – con algo tengo que contra atacar.

– Lo que yo hago es diferente y lo sabes.

Se pasa las manos por el cabello acomodando algunas hebras que se encontraban fuera de su lugar.

– Mejor ya vete a la universidad – señaló la escalera en espiral.

Le tiro un beso y camino hacia la parte señalada y bajarlas. En el último escalón la escucho hablar nuevamente, ella se asoma por el barandal del pasillo y me mira, volteo de inmediato, mirándola desde abajo.

– Alessia, recuerda que en la tarde tienes cita con el ginecólogo – ya se me había olvidado – no faltes, te atenderá un nuevo doctor.

– Si mamá – respondí entre dientes – nos vemos.

No espero su repuesta, termino de bajar las escaleras apresurando mis pasos.

Doy unos cuantos pasos hasta la puerta principal de la mansión, el mayordomo la abre y salgo por fin de mi hogar recibiendo el clima cálido y el hermoso sol de Roma.

*

Cierro mi bolso con frustración por el dolor de cabeza que traigo, comer después del parcial fue un gran error, mi hambre se alborotó tanto que no me dejó concentrarme bien en ese examen, dudo que esta vez salga bien un parcial que hago, aunque no me importa mucho, mis calificaciones ayuda a que todo salga como quiero, por algo soy una de las mejores estudiantes de mi semestre.

Acomodo mi lindo trasero en el césped del campus de la universidad, estoy entre el edificio de ciencias humanas e ingenierías, me tomo la mitad del agua en botella que compré con el desayuno y que ahora traigo en la mano izquierda. Una sonrisa se me escapa al ver a Luigi y Carina, mis mejores amigos; caminan a mi dirección y se sientan a mi lado dejándome en medio de ambos.

Desde que tengo uso de razón conozco a Luigi Bianco, es hijo de la mejor amiga de mi mamá que también es francesa. Luigi, es dos años mayor que yo, eso jamás importó a la hora de involucrarme en los juegos y otras cosas, es un ángel caído del cielo. Es tan culto, tierno e inteligente. Su rostro es muy bello y delicado, amo el color de sus ojos azules como el mar *trasportan a otra dimensión*, tez blanca, labios muy finos, su nariz siempre se la perfila con maquillaje, su cabello es de otro nivel; es corto, pero con copete y cada mes tiene un color diferente, ahora lo tiene rosado con purpura. A los 12 años supe de su preferencia por los hombres, me lo contó en un viaje que hicimos con mi familia a Mónaco. Siempre lo he apoyado, ayudado también cuando alguien trata de lastimarlo por ser gay, en algunas ocasiones lo ayudo a ligar. Es la persona que sabe todos mis secretos aparte de Carina. Suele darle una mano a mi madre en los eventos sociales; no solo de la ciudad, también del país. Es un famoso influencer que estudia diseño de modas, ya ha realizado sus primeros diseños que han sido seleccionados en algunas ocasiones para participar en el Fashion Week de New York, Paris, Milán, Londres y Australia que son unos de los más importantes en la industria de la moda.

En el último año de colegio conocí a Carina Russo, me acuerdo que yo iba directo a mi casillero, acababa de llegar al colegio, como siempre iba distraída con el celular hablando con mi conquista del día anterior. Antes de llegar al casillero siento que algo me pega en la frente, me doy cuenta que el casillero que estaba al lado del mío se encontraba abierto, maldecí en voz baja, la persona que tenía eso abierto lo cerró de inmediato para poder disculparse. Ese fue el momento que conocí a la que ahora se convertiría en mi hermana, ella junto con Luigi somos los tres mosqueteros como nos dicen desde hace 4 años aquí en la universidad. A Carina es imposible no mirarla, es muy hermosa. Su piel es color canela muy suave, ojos marrones intensos que resaltan su rostro, siempre lleva una mirada penetrante, la barbilla la lleva levantada lo que le da toque de seguridad y autoridad. Imposible verla sin sus labios pintados de rojo, jamás saldría de casa sin su preciado labial. El semestre pasado entró a trabajar con mi padre en la empresa Viñedos D’angelo como pasante en el área de financiera.

– ¿Qué tanto me miran? – les pregunto después de un ligero silencio.

Volví a tomar agua de mi botella y esta vez acabándola, la metí en mi bolso para no dejar basura en el césped.

– Que genio.

En estos momentos no puedo con la dulzura de Luigi, el dolor de cabeza me va a matar un día de estos.

– ¿Qué tal te fue con los dos bombones que te dejé anoche? – volvió hablar alzando las cejas con una sonrisa divertida.

– Por tus inventos, mi mamá me regañó.

Aunque no fue sus famosos regaños que hace que te arrepientas de todos tus pecados literalmente.

– Gracias a eso casi llego tarde a clase y creo que perdí el parcial de economía.

Tengo tanta tensión en el cuerpo que necesito solucionarlo como sea posible.

– Te dije que no hicieras esa fiesta, pero nunca me haces caso – ¡No puede ser! Ahora Carina se pondrá a discutir con él.

– Pero la disfrutaste – le guiña un ojo a lo que ella resopla volteando los ojos.

– Si porque no me iba a quedar en casa mientras ustedes se divertían.

No puedo con esto, me largo de aquí.

– Me voy – me apoyo en la pierna derecha de Luigi para levantarme y sacudirme el césped que quedó en mi pantalón.

– ¿Para dónde vas? ¿No iras a las clases de baile? – todas las tardes tengo clase de danza moderna junto a Carina para quitarnos toda la tensión de todo lo relacionado con la universidad.

– Hoy no podré ir, tengo cita con mi nuevo ginecólogo – me alzo de hombros con aburrimiento, voy a mirar el otro método anticonceptivo que les comenté – no puedo faltar, ellos saben bien que me tomo muy en serio lo de protegerme.

– Suerte con eso – Carina me tira un beso a lo que yo le sonrío.

*

Mis piernas no se han quedado quietas, desde hace una hora estoy esperando para mi consulta ginecológica; no soporto estos lugares, me toca ver a mujeres embarazadas o a niños gritando y corriendo de un lado a otro esperando al pediatra. No sé cómo acomodarme, tengo sobre mí una mirada penetrante de una de las mujeres que esperan consulta con el ginecólogo.

– ¿Cuántos meses? – mi mandíbula se aprieta al escuchar esas palabras.

Es una gran ofensa para mí. Siempre me he dicho que ni loca pienso tener hijos, de solo pensar en eso me da escalofrío.

– No estoy embarazada – mis palabras salen con fuerza.

Aquella mujer me observa fijamente y levanta una ceja; que incomodidad que te miren de esa manera.

– ¿Me imagino que vienes para tratamiento de fertilidad? – ¿Y esta de dónde salió? ¿Acaso me ve cara de querer hijos?

– Fíjese que no – me acomodo en la silla mirándola con media sonrisa – amo tanto el sexo que vengo para buscar anticonceptivos, no pienso ponerme gorda por un bebé – el silencio de aquella mujer me hizo sonreír aún más, al fin deja de mirarme.

Aprovecho eso para ponerme en pie y apresurar a la secretaria.

– ¿Cuánto más va a durar el doctor para atenderme? – una de las cosas que detesto en la vida es esperar, no puedo con la paciencia.

– Ya el doctor la va atender, si gusta puede ir pasando al consultorio mientras regresa de un parto que tuvo que atender – tuerzo los labios con un leve suspiro, pero accedo de inmediato, no quiero aguarme a la mujer que estaba sentada a mi lado.

*

Es muy interesante todo lo que se encuentra en un consultorio ginecológico. El anterior medico tenia cosas muy simples, él era un poco viejo, pero muy querido, por lo que me han dicho ya se pensionó y por eso ahora hay otro médico que me atenderá. La secretaria me dijo que es muy bueno en su trabajo, que voy a salir muy contenta con él, espero que sí. Es muy raro que en un consultorio médico no haya foto de ningún tipo, seguro también es viejo como el anterior.

A espaldas de la puerta me puse a curiosear unos libros de medicina que se encontraban en un estante muy bien decorado. Tomo un libro de anatomía ligeramente grueso y empiezo a ver su contenido.

– ¿Encontró algo interesante? – me susurran al oído. Cierro el libro de golpe dejándolo caer al suelo por el susto. Me agacho con rapidez para recogerlo, de inmediato siento como una mano muy masculina se posa encima de la mía.

Y….todo sucede en cámara lenta.

Sigo la mirada desde su mano, va subiendo por un brazo musculoso cubierto por un saco de color azul oscuro, mi mirada sigue por sus hombros anchos y en ese momento me dio un orgasmo visual, nuestros ojos se conectaron.

Justo ahora no sé cómo se respira. Sus ojos azules han iluminado este lugar, nunca había visto unos colores de ojos tan hermosos y raros a la vez; el ojo derecho en una esquina lleva una pequeña mancha café que lo hace ver extremadamente hermoso y fuera de lo común, se nota que es un hombre único. Esa mirada profunda me ha paralizado por completo. Detallo cada parte de su rostro, debieron tallarlo lo mismos Dioses. Nariz grande; bastante fina, labios rosados un poco delgados, rostro perfilado muy masculino, sonrisa encantadora con dientes perfectos. Con ese traje que lleva puesto puedo deducir su escultural cuerpo, deseo verlo sin camisa.

Como puedo me levanto del suelo con el libro que dejé caer.

– Lo lamento, quería hacer algo mientras lo esperaba – las palabras se atropellaban al salir de mi boca.

– No se preocupe – que voz tan sexy, me eriza todo el cuerpo.

Toma el libro de mis manos y lo regresa a su puesto.

– Siéntate y me cuentas a que has venido.

Asiento lentamente. No sé cómo actuar en estos momentos.

Camino hasta la silla frente a él y me siento con lentitud, cruzo mis piernas acto que hizo que me las mirara, creo que esto puede llegar hacer interesante.

Prende su computador.

– ¿Usted es? – los nervios se me fueron bajando al hacer esa pregunta.

No puedo creer que él sea mi ginecólogo, retiro todo lo que pensé al llegar.

– Disculpa, creí que me había presentado – su sonrisa está haciendo que me derrita y que mis bragas se humedezcan – soy el doctor Bruno Priasi, estoy remplazando al doctor Tapia y usted debe ser Alessia D’angelo – afirma encogiendo su entre ceja al decir mi apellido mientras lee en su computador mi historial médico.

Me imagino que se preguntará si soy hija de Carlo D’angelo, uno de los hombres más ricos, famoso e importantes de Europa, todo el mundo conoce a mi papá.

– Esa soy yo – sonrío coqueta acomodando mi cabello hacia atrás dejando mi cuello a la vista, siento su mirada de reojo mientras sigue leyendo en su computador.

– 25 años – continua – vienes cada seis meses por anticonceptivos – alza una ceja con disimulo, me hizo sonreír.

– De hecho hoy quiero cambiar el método anticonceptivo, quiero algo más efectivo, no quiero tener hijos – me acomodo en la silla – me imagino que ya vio el examen de sangre que me hicieron – le afirmo.

– Efectivamente, aquí lo tengo abierto – responde a lo dicho – ¿Quieres usar un anillo vaginal? – para eso era el examen de sangre que me hicieron la semana pasada.

Ahora se ve serio; aun así está buenísimo, me imagino que debe estar entre los 35 a 40 años si no estoy mal.

– Sí, me han recomendado que es uno de los métodos más efectivos – mientras hablo me pierdo en cada rincón de su rostro.

– Vi tus exámenes, todo está muy bien, no padeces de ningún tipo de enfermedad, se ve que llevas una vida bastante saludable – tomo mucha proteína, ese es mi secreto – ¿Frecuencia de tu vida sexual? – mi ceja izquierda se levanta al instante, aquí empieza lo bueno.

– Demasiado activa, el sexo ya es parte de mi ejercicio diario – ahora me mira directamente.

Su mirada es más penetrante, ya me puedo imaginar a este hombre teniendo sexo, debe ser una explosión que quiero probar en cualquier momento.

– Antes de que empieces a comprar los anillos, te obsequiaré tres paquetes – se retira pocos centímetros del escritorio, allí hay un cajón que abre y saca de allí una caja mediana – te obsequio tres, para tres ciclos menstruales, cuando regreses me cuentas que tanto te funcionó; eso sí, debes quitártelo antes que te llegue la menstruación y apenas se te vaya te vuelves a colocar el siguiente anillo.

Me pasa los tres anillos en sus bolsitas correspondientes, estiro el brazo para tomarlos, en ese momento vuelvo a sentir su tacto tan suave. Siento que este momento dura horas, no quiero soltar su mano. Tomo lentamente los paquetes y los guardo en mi bolso con ganas de volver a sentir su piel.

– ¿Alguna duda? – me ha sacado del trance.

– ¿Me puede explicar cómo se coloca? – que empiece el juego con este bombón, no puedo irme con las ganas.

– Bueno, te comento…. – lo interrumpo enseguida.

– ¿Me lo puede poner usted? Quiero ver como se hace – vi que traga seco, yo solo sonrío de medio lado – es mejor la practica – guiño un ojo dejándole saber que quiero otra cosa, se lame sus labios detallando mi cuerpo.

– Sígueme a la camilla – me pongo en pie y lo sigo en silencio viendo su espalda ancha cubierto de ese traje que lo hace ver más deseable, todavía sigo sin creer que mi nuevo ginecólogo sea todo un adonis.

La camilla no tiene nada de cómodo, jamás comprenderé como las embarazadas pueden acostarse aquí sin lastimarse la espalda. Para venir acá debí ponerme vestido o falda, pero justo hoy se me ocurrió ponerme un pantalón, aunque esto hace del momento más sexy. Desabrocho el pantalón y me lo bajo de un tirón, el doctor Priasi traga en seco al verme en tanga, pongo mis dedos en las tiras de estos para bajarlos como lo hice con el pantalón.

– Espera – esa mirada me quema, sentir su aroma a cada paso que da para acercarse a mí debilita al que tenga cerca – ¿Estas segura de esto? – tenerlo tan cerca hace que mis piernas empiecen a debilitarse por completo.

– Siempre estoy segura de lo que quiero – mis manos dieron a parar a su saco, este ya estaba cayendo al piso – sé que desde que me susurró al oído a querido estar entre mis piernas – quitaba su corbata y desabrochaba su camisa – aproveche antes que no tenga más oportunidad – abro por completo su camisa, cae al piso y no puedo evitar derretirme por lo que estoy viendo.

Pecho y abdomen tonificados, es una chocolatina bien formada, mis manos ya no tienen control; tienen vida propia, lo acaricio suavemente, cierra los ojos disfrutando lo que hago, estas bajan hasta el cinturón, con su ayuda lo quito y lo tiro al piso como todo lo demás, lentamente desabrocho el pantalón, este con el calzoncillo lo bajo de un jalón y obtengo mi recompensa. Esto ha superado mis expectativas, ¡Que es esta maravilla!

Sus gruesas manos paran en mis hombros que siguen cubiertos por la tela de mi blusa, con ligera fuerza me agacha y quedo a la altura de un gran, duro y erecto pene. Levanto mis manos para tomarlo, le hago una leve mamada con ellas, poco a poco acerco mi cara y lo empiezo a lamer desde sus bolas hasta la cabeza de su pene, ahora lo meto completamente a mi boca y dejo que todo fluya. Me toma del cabello ayudándome con el trabajo, entra y sale sin parar, lo siento en la garganta; no paro para respirar, lo hago tan rápido que se corre por completo dentro de mi boca, sus fluidos chorrean por mi garganta; no sabe nada mal, se nota que se alimenta muy bien.

Me alza de golpe y me acuesta en la camilla, baja mi tanga muy rápido, siento sus largos y perfectos dedos acariciando mi vagina, es inevitable no gemir con ese acto, ahora masajea mi clítoris, arqueo la espalda al sentir dos de sus dedos dentro de mí. Masajea cada espacio de mi vagina, controlo los gemidos para que nadie de allá afuera escuche que es lo que pasa aquí adentro. He llegado al punto más alto del clímax con solo sus dedos.

Abre mis piernas de par en par, se pone un condón que ha sacado recientemente del bolsillo de su pantalón, me jala un poco hacia él, y se introduce con fuerza dentro de mí sin dejarme pensar, suelto un grito ahogado, ¿Qué es esto? Este hombre es más intenso que todos los hombres con los que he estado. Me toma de la cintura para darme sin parar, nuestros cuerpos se golpean el uno con el otro generando una fuerte descarga de energía, un multiorgasmo salió desde mí ser. El doctor Priasi respiraba rápidamente tratando de controlarse. Sale de mí, se quita el condón y lo tira a un pequeño basurero que allí se encuentra. Con rapidez se coloca el calzoncillo y el pantalón, me levanto de la camilla imitando su acción.

Volví a su mirada, me tiene hipnotizada.

– Es mejor que dejemos la consulta hasta aquí.

Habló una vez que se abotona la camisa.

– Me hubiese gustado que continuáramos, aquí en el trabajo no se puede por tanto tiempo.

Me toma de la cintura y me atrae hacia él, sus dedos recorren mis labios delicadamente, necesito más de él.

– No te puedes ir sin esto.

Se agacha un poco, nuestra diferencia de estatura es notable, mido 1,58m y él debe estar como en 1,90m por ahí.

Abro un poco la boca para darle paso a la suya. Una gran suavidad siente mis labios, un sabor dulce y apetecible. ¿Por qué me gusta tanto todo de este hombre? Una lengua atraviesa mi boca analizando cada rincón de lo hay dentro, entrelazo la mía con la suya como si de una carrera se tratase, me muerde el labio delicadamente acto que hace que me salga un pequeño gemido.

– Nos vemos en tres meses – digo.

Me separo lentamente, acomodo mi cabello como estaba antes.

– Hizo que mi venida hasta acá fuera más entretenida.

– Ven el otro mes, no esperes tanto – no sé cómo podré aguantar tanto sin ver esos ojos.

– Lo pensaré – tomo mi bolso que reposa en una silla cerca de la camilla – hasta pronto doctor Priasi.

– Dime Bruno – nuestras miradas han causado un choque de electricidad.

*

Tomo una de las almohadas de la cama, me acurruco en ella pensando en lo sucedido esta tarde con el sexy doctor Bruno Priasi. Sonrío tontamente al pensar en sus ojos azules que me han dejado cautivada desde que los vi, esos labios, su cuerpo tan escultural y perfecto. El hecho de pensar en él ya me excita. Me levanto rápido de la cama y voy casi corriendo a mi armario donde en una gaveta tengo mis objetos sexuales, tomo el consolador, me cercioro que esté completamente cargado y me devuelvo a la cama.

La vibración baja desde mis senos desnudos, por mi abdomen y llega a mi vagina, medio lo meto en ella para llevar mi placer a otro nivel. Aquí en el cuarto puedo hacer todo el ruido que quiera, mi madre no se encuentra; así que estoy sola en casa. Agarro las sabanas con dureza, es mucho para un solo día, pero no dejo de pensar en ese hombre que no se me ha salido de la mente desde que lo conocí, el placer dura unos 10 minutos, un gemido bastante escandaloso se escucha en toda la habitación. Intento descansar para recuperar fuerzas.

*

Al día siguiente en la mañana, la mesa está tan hermosamente decorada: frutas de todo tipo, tres clases de desayunos; la polenta, bruschetta, hot cakes con tocino y huevo, panes dulces por doquier, café fuerte, jugo de naranja. Algo me dice que mi padre ya ha llegado de su viaje.

Pasos se acercan al comedor, volteo rápidamente y una sonrisa aparece en mi rostro al ver al señor de 60 años frente a mí, con 1,80m de estatura, jamás ha logrado intimidarme como lo hace con todos. No puedo evitar mirarlo, es el hombre que más amo en el mundo. Siempre lleva rostro autoritario, pero su sonrisa delata la maravillosa persona que es, lleva consigo algunas arrugas y no le gusta decir su verdadera edad aunque lo delaten sus bellas canas en su cabello, bigote y barba. Es un hombre imponente y muy guapo, ya veo porque mi madre se fijó en él.

– Que alegría tenerte de vuelta – me acerco rápidamente a él, siento sus acogedores brazos rodeándome, me acurruco en él.

– Esto me da energía – me sobaba la espalda – te extrañé tanto mi niña consentida.

Esto me recuerda a mi infancia, cada vez que él se iba de viaje de negocios me enfermaba, no dejaba de llorar, mi madre siempre lo llamaba para que me tranquilizara y como un milagro me recuperaba, pero volvía a tener lo mismo en cada viaje. Amo abrazarlo, sentir su calor, su aroma para cuando se vuelva a ir siempre sentir que está conmigo, gracias a mi padre tuve la mejor infancia de mi vida.

– Princesa – nos separamos con la voz suave de mi madre – tu padre adelantó su viaje de regreso porque ya es hora.

¿Tan pronto? Mis piernas empezaron a fallar de los nervios.

– Todavía no estoy lista – no me pueden hacer esto, no es momento que me quede con la empresa.

– Ya es hora de retirarme de Viñedos D’angelo, es momento que seas la presidenta, ya estas próxima a graduarte, eso es mejor aún – mi padre me toma de las manos con delicadeza, respiro lentamente – tu puedes, creo en ti.

– Mañana se llevará a cabo tu bienvenida a la sociedad, debió ser a tus 18 años, pero como no quisiste tú padre y yo esperamos hasta este momento.

Ahora mi madre se viene con su gran fiesta de elite, me imagino a los invitados, por lo menos estarán mis amigos.

– Avísale a Luigi para que te organice ropa, peinado y maquillaje – continua mi madre.

– Espero estar a la altura de Carlo D’angelo.

Tener la empresa familiar en mis manos implica que muchas cosas acaban para mí, la diversión se limita.

– Eres y serás mejor que yo mi chiquita – me da un pequeño beso en la frente.

– Que nervios, pero vamos a intentarlo – me salió una sonrisa forzada.

– Así se habla.

Mi padre se encuentra muy emocionado, como no, si desde que era una niña me está preparando para este momento.

– ¿Puedo desayunar ya? Hace hambre – hice reír a mis padres con ese comentario, pero en realidad dije eso para quitar la tensión y nervios de mi cuerpo.

– Adelante, pueden seguir a la mesa – mi madre nos da el paso para sentarnos y comer como una hermosa y feliz familia.

*

– ¿Aun pensando en tu sexy ginecólogo?

No sentí la presencia de Carina al sentarse a mi lado aquí en la cafetería de la universidad, es un milagro que no venga con Luigi, siempre están juntos.

– Imposible sacarse a ese hombre de la cabeza, por más que trato se me hace imposible dejar de pensar en el – suspiro con frustración, jamás había pasado cosa igual.

Todavía siento como sus dedos me tocan, tenerlo encima de mi yendo hasta el fondo de mi ser, sus dulces labios que no cambiaría por nada en el mundo y esos ojos que vería todos los días de mi vida, daría todo por tenerlo siempre para mí.

– Cari, no sé qué hacer, apenas lo conocí ayer – me paso las manos por la cara, necesito más de Bruno Priasi – iría a su consultorio saliendo de aquí, pero toca estar en casa para arreglarnos, hoy es mi bienvenida a la sociedad – imité la voz de mi madre.

Nos salió una gran carcajada.

– Si tienes ganas del doctor sexy, aprovecha el evento y consigue a tu siguiente víctima para bajártelas un poco – esta chica es la mejor, por eso nos entendemos tanto.

– No hay que desperdiciar un buen sexo en esos eventos.

*

Admiro en el espejo el hermoso maquillaje completamente natural que acaba de hacerme Luigi, mi vista baja al largo vestido rojo pegado al cuerpo resaltando mi gran trasero, hombros un poco descubiertos y con pierna derecha afuera, es realmente hermoso como resalta cada parte de mis atributos.

Este día no quería que llegara, ser la presidenta de la empresa de mi padre implica mucha responsabilidad, realmente no sé si pueda con esta nueva etapa.

*

Estos eventos sociales son tan sofisticados, no me gusta venir, pero cuando lo hago siempre admiro todo lo que mi madre puede hacer en poco tiempo, nos encontramos en el hotel Kolbe uno de los más exclusivos de la ciudad. Aquí se puedes encontrar a la elite italiana y de otros países amigos de mis padres.

Mis pasos son lentos al ver como mi padre sube a la tarima donde están los músicos, este toma un micrófono y todos los presentes prestan atención de inmediato al sentir que la música para.

– Hoy es un día especial para todos nosotros – empezó a decir mi padre mientras sonríe ampliamente – invito a subir al escenario a mi esposa Stella D’angelo y a mi única hija Alessia D’angelo.

Las miradas eran para nosotras ahora, por un momento empecé a sentirme intimidada. Me acerco a mi madre que me espera al pie de la escalera del escenario con un hermoso vestido verde esmeralda entallado a su cuerpo, no muy escotado. Subimos juntas y nos acercamos a mi padre, me pongo a su lado derecho y mi madre al izquierdo. Trato de no tener un punto fijo, miro a todos los presentes hasta que me detuve en seco al verlo allí con una gran sonrisa, ¡Es el! ¡Bruno está aquí! ¿Cómo es eso posible? Otra vez volvieron los recuerdos de sus caricias.

– Hace poco cumplí mis 60 años – mi padre me ha sacado del trance – hace 40 años heredé la empresa de mi padre, que con esfuerzo fundó su primer viñedo en la ciudad de Turín, la cual era su ciudad natal – se le quiebra la voz al hablar de mi abuelo, lo extraño tanto – se creaba y se crea vinos tan exquisitos que ha hecho que logremos tener los mejor clientes del mundo. Durante todos estos años, con gran esfuerzo logramos expandirnos a diversas ciudades del país como: Milán, Bolonia, Venecia, Florencia, aquí en Roma y más ciudades – me toma de la mano – el día de hoy con todos ustedes aquí presentes les comunico que a partir del siguiente semestre dejo de ser el presidente de Viñedos D’angelo – me mira con una sonrisa – mi sucesora en la empresa será mi única heredera; mi hija Alessia D’angelo, con la que pronto estarán haciendo negocios. Le cedo la palabra a mi hija – me pasa el micrófono, con nervios lo tomo.

Las palabras empiezan a salir sin dejar de ver a Bruno que se encuentra en la parte final del salón del evento.

– Viñedos D’angelo, es el mejor legado que nos pudo dejar mi abuelo Frank D’angelo, conmigo en la presidencia dejaremos en alto todo lo que se ha construido por décadas. Gracias por confiar en mí, sacaremos esto adelante – los presentes aplaudieron felizmente.

– Gracias a todos, sigan disfrutando de esta noche – mi padre nos guía para bajar del escenario, lo sigo junto con mi madre hacia un grupo de cuatro personas.

No sé cómo estoy caminando, mis piernas están flaqueando a medida que nos acercamos. Nuevamente se encuentra frente de mí, veo sus hermosos ojos azules, su rostro de Dios griego que impacta a cualquiera que lo mire. Volver a tenerlo cerca me da un cosquilleo por dentro.

– Hija ya conoces a mi gran amigo Fabrizio Priasi, el será tu mayor cliente – él es el mejor amigo de mi padre, ahora caigo en cuenta con su apellido, es el papá de Bruno.

– Mi querida Alessia, felicidades por ese nuevo trabajo – sonrío sin dientes – ya conoces a mi esposa Lizz y a mi hijo menor Luca.

– Es bueno volver a verlos – no quitaba la mirada de Bruno, ese hombre me está volviendo loca.

– Al único que no conocías es a Bruno, mi hijo mayor, hace un año llegó a la ciudad.

En ese momento solo somos él y yo, todo el mundo ha desaparecido, nuestras miradas lo dicen todo, aquí se siente una gran atracción. Su sonrisa al mirarme hace que le quiera quitar la ropa aquí mismo.

– La señorita D’angelo y yo ya nos conocemos – necesito volver a besarlo, sus labios me dejaron con ganas de más.

– ¿Hijo, de dónde se conocen? – su madre lo toma suavemente del brazo.

– Es mi ginecólogo – me adelanto a decir.

                                                                        BRUNO

Cartas son tiradas sobre la mesa de juego, me recuesto con pesadez en la silla al ver que he perdido 12.000 euros. Un hombre sentado frente a mí se muestra con cara victoriosa tomando todo el dinero que ganó; no solo de mí, también de los demás a nuestro alrededor. Este se levanta tomando su revolver Zoraki R1 4.5 y lo pone detrás de su espalda haciendo que su pantalón lo sujete. Él es Dante Greco, un narcotraficante que ha sido de gran ayuda para superar la perdida de mi esposa y mi bebé. Lo conocí hace 8 meses en uno de los casinos que asistí.

*Una bella mujer me sedujo y luego de tener sexo con ella me comenta que su jefe necesita verme. Caminé hacia una habitación que contenía una gran mesa de juegos y en ella se encontraba el*.

Ahora soy un gran apostador que ha ganado y perdido euros casi todos los días, y ni de hablar de algunas cosas materiales.

– Doctor Priasi ¿Desea continuar o ya se retira? – su mirada de autoridad asusta a cualquier persona a su alrededor.

– Por hoy me retiro del juego, tengo un parto que atender dentro de poco

Dejo el vaso con whisky que tengo en las manos, me pongo en pie.

– Después voy por la revancha – mi ceja izquierda se eleva.

Como nunca espero respuesta de nadie, me retiro con paso seguro.

*

– ¿Mira las fachas que traes? ¿Cómo vienes así a la clínica?

Lo que menos quiero en estos momentos es un sermón de Enzo, mi mejor amigo desde la infancia y el único que sabe mi adicción a las apuestas.

Es parecido a mí, en el sentido que impone por dónde camina, es el pediatra que siempre me acompaña en las batallas. Hace dos años se casó con su novia de la secundaria, esas son cosas que no puedo tolerar. Después de perder a los amores más grandes de mi vida me di cuenta que el compromiso es lo peor.

– ¿Jugaste toda la noche?

La misma ropa de ayer es la que traigo puesta en estos momentos. Sin decir una sola palabra camino por su lado para alejarme de allí lo más pronto posible, deseo descansar un rato antes de empezar con el trabajo.

– Ya no puedes seguir así. Ahora lo ves normal, pero esas apuestas te traerán desgracia o algo peor – giro sobre mis talones, alzo el rostro y entre cierro los ojos.

– No te metas en mis asuntos – aprieto los dientes con dureza – ¿Por qué mejor no te vas a trabajar?

– Bruno, realmente me preocupas – da unos pequeños pasos hacia mí, levanta la mano derecha y la reposa en mi hombro apretando un poco – ya es tiempo que pases la página y ese vacío que llenaste con las apuestas tienes que reemplazarlo con algo diferente.

– ¿Diferente como qué? – quité su mano de mi hombro con gran brusquedad.

– Es momento que te vuelvas a enamorar, ya no eres feliz.

Un tema que hasta mi madre toma y que ya me tiene harto.

– Las apuestas y tener sexo sin compromiso son mi felicidad ahora, así que te repito que no te metas en esto.

– Como quieras, tu eres el que daña su vida, no yo – alza los hombros – a trabajar, tenemos un parto que atender.

*

Casi que ese parto se extiende a más horas, lo teníamos programado para ayer a las 4 de la tarde, pero la paciente no contaba con las dilataciones suficientes para empezar el parto. A las 12 del medio día me tocó intervenir con una cesaría de emergencia, el bebé venía con el cordón umbilical enredado en su cuello. El parto terminó siendo todo un éxito.

La recepción de la clínica es mi sitio de espera, no traje mi carro, por obligación me toca irme con Enzo al consultorio. Este se encuentra realizando los últimos exámenes al bebé que hace un rato acabo de recibir.

Un mensaje de mi secretaria hace que salga de la clínica y tome mejor un taxi hacia el consultorio, no me acordaba que tenía varios pacientes por atender hasta las 8 de la noche.

– Hola Sandra.

Esa linda viejecita de 78 años ha estado conmigo desde el comienzo, es mi fiel asistente desde que inicié como ginecólogo. Nunca se ha separado de mí, ni siquiera cuando me fui a Londres después de lo que pasó. En algunas ocasiones es como una madre.

– Buenas tardes Bruno – su sonrisa siempre me causa ternura – hoy llegaron dos pacientes más por lo que probablemente salgamos un poco más tarde.

– Tranquila, trataré de no demorarme tanto – sonrío de vuelta, se quita su gafas y me mira fijamente.

– Hice pasar a tu consultorio a la primera paciente, la pobre chica está muy desesperada por ser atendida – tuerce los labios, suspiro lentamente.

– Hoy es un día de mucho trabajo – doy vuelta caminando hacia el consultorio. Con lentitud abro la puerta y me llevo una gran sorpresa.

Veo un escultural cuerpo de espalda hacia mí, lleva unos pantalones negros que le resalta todo lo que tiene, que nalgas tan perfectas. Veo que toma un libro de mi biblioteca, silenciosamente me acerco a ella, huelo su delicioso aroma florar y hablo en su oído con mucha suavidad.

– ¿Encontró algo interesante? – cierra el libro de golpe y acto seguido cae de sus manos. Nos agachamos al tiempo, poso mi mano encima de la suya. Su mirada sube lentamente desde mi mano hasta el rostro, quedo completamente hipnotizado con su belleza.

Ojos coquetos de color miel que conectaron con los míos a la velocidad de la luz, labios gruesos y carnosos, demasiado apetecibles. Nariz pequeña, pero se le nota la finura. Su rostro va adornado de una hermosa sonrisa, ella es perfecta.

– Lo lamento, quería hacer algo mientras lo esperaba – nos levantamos del suelo.

– No se preocupe – tomo el libro de sus manos que anteriormente cayó al suelo y lo llevo a su puesto – siéntate y me cuentas a que has venido – asintió con lentitud caminando hasta la silla frente a mi escritorio, se cruza de piernas acto que no evita que las mire con mucho interés.

– Usted debe ser Alessia D’angelo – afirmo encogiendo la entre ceja, ese apellido me parece tan familiar. Solo conozco a una persona con el apellido D’angelo y es Carlo D’angelo, un gran amigo de mi padre.

– Esa soy yo – sonríe muy coqueta acomodando su hermoso cabello hacia atrás dejando el cuello a la vista, no la veía directamente, trataba de hacerlo de reojo mientras leo su historial en el computador.

– Vienes cada 6 meses por anticonceptivos – a partir de aquí las cosas surgieron rápidamente.

La consulta empezó tranquilamente, le proporcioné como nuevo anticonceptivo los anillos vaginales, esto desató un gran momento de pasión y lujuria. Tengo sexo constante con mujeres que no conozco sus nombres y con mucha candela, pero esta es una explosión de dinamita y por siempre recordaré su hermoso nombre.

– Hasta pronto doctor Priasi – hubiera deseado que la media hora de sexo durara por más tiempo; no importa, esa mujer volverá hacer mía.

– Dime Bruno.

*

– Luca, ¿Qué haces aquí?

Tiro las llaves de la casa en una pequeña mesa a unos pasos de la puerta principal. Mis pasos son medianamente lentos para llegar a uno de los sofás y sentarme frente a mi hermano menor.

– ¿Por qué siempre llegas a mi casa sin avisar? ¿En qué momento te di llaves?

– Hola para ti también – toma un trago del vaso de whisky que lleva en su mano derecha – sabes que me gusta venir sin avisar – ya me fastidia llegar a casa y siempre encontrarlo aquí.

– ¿A qué has venido?, tus visitas siempre son por algo – me cruzo de brazos.

– Desde el accidente eres un aguafiestas – deja el vaso en la mesa de centro.

– Habla rápido, en estos momentos no quiero escuchar ninguna de tus tonterías – odio que se mencione lo del accidente, ese tema está vetado para todos.

– Mamá me mandó – tuerzo los ojos acomodándome en el sofá – sabes lo que quiere.

– No soy de esos eventos.

Mi familia siempre insiste en que asista a los eventos sociales que realiza mi madre junto con la esposa de Carlo D’angelo.

– Sabes mi respuesta y es no – estoy cansado de lo mismo – es momento que nuestra madre entienda que no me gusta nada de eso.

Mis palabras salen mientras me levanto del sofá, mis pasos se dirigen hacia un pequeño bar cerca de la gran ventana de la sala donde puedes ver la gran ciudad de Roma. Tomo un vaso y me sirvo un poco de whisky.

– Ella dice que es importante, van a presentar en sociedad a la hija de Carlo D’angelo y este dará una noticia a los invitados, por eso es el evento.

Se levanta también del sofá, mete las manos en los bolsillos de su pantalón caminando hacia mi dirección.

Mi hermano es tan diferente a mí, es mi lado opuesto. Nos llevamos cinco años de diferencia, es una copia de mi madre y yo soy igual a mi padre. Suele ser un poco metido en mi vida personal, su excusa perfecta es porque es psicólogo.

– Nuestra madre está dolida porque que te has alejado de ella en estos 8 años – alza lentamente los hombros aun con sus manos en los bolsillos – ve en esos eventos una esperanza para que vuelvas hacer ese gran hombre que ella educó.

Desde la muerte de mi esposa y mi hijo decidí alejarme de todo lo que me rodeaba, duré por fuera de Roma 8 años, regresé hace un año para retomar mi vida en mi ciudad de origen, pero con ciertos cambios para sanar las heridas.

– Voy a pensarlo – tomo un trago de licor – si me decido llego al lugar del evento, pero no prometo nada.

– Con que lo pienses es más que suficiente – sonríe sin dientes – si vas no te vas arrepentir.

*

Después de todo, en la noche siguiente, acomodo la corbata frente al espejo, llevo mis manos hacia el chaleco y lo abotono con rapidez, tomo del perchero a mi lado el saco color gris, me lo pongo y termino de acomodar el traje. Pensé muy bien en ir a ese evento social de mi madre, accedo para no hacerle el feo a mi familia como suelo hacer. Solo pienso estar una hora y me retiro de allí lo más pronto.

*

Me imaginé todo menos que me llevaría la hermosa sorpresa que Alessia D’angelo es la hija del amigo de mi padre, algo me decía que eso era así. Dejo de escucharla para detallarla completamente, ese vestido rojo resalta su belleza de diosa, desearía ir hasta donde está, tomarla entre mis brazos y hacerla mía una y otra vez.

Llegamos a conectar las miradas, una gran sonrisa con un guiño de ojo disimulado le hago a esa belleza de mujer. Baja del escenario con sus padres, mi madre se acerca tomándome del brazo y me guía hacia los anfitriones del evento. Presentación tras presentación que me importa muy poco, solo la miraba a ella, es difícil no hacerlo. De mi boca sale sin pensar que ya nos conocemos *y muy bien*, su sonrisa es amplia.

– Es mi ginecólogo – se adelanta a decir.

– Que pequeño es el mundo – comenta su madre, si mal no recuerdo se llama Stella.

– Es bueno que ya conoces a alguien aquí, así no te iras tan pronto – y mi madre está en lo cierto, con más ganas me quedo con esa hermosura.

– Señorita ¿Desea bailar? – extendí mi mano hacia ella.

– Con gusto doctor Priasi – toma mi mano con una sonrisa de medio lado sin mostrar dientes, nos trasladamos a la pista, la pego a mí haciendo que gima levemente – que rico volver a sentir tu aroma – digo en su oído.

– Contigo aquí esto será muy divertido – enrolló sus brazos en mi cuello.

– Estas más hermosa que nunca – admiraba su hermoso rostro, sus ojos color miel intensos no dejan de embobarme.

– Eres un hombre muy guapo – no más que ella – no he dejado de pensar en ti – la observo con picardía.

– Me gusta que lo digas, te tengo una propuesta – esto tengo que aprovecharlo.

– ¿Qué clase de propuesta? – por la mirada debe imaginarse lo que diré.

– Quiero hacerte mía todas las veces que quiera – no sé qué me ha hecho, en poco tiempo ya me tiene loco.

Quita sus brazos de mi cuello, se separa unos centímetros de mí.

– Te espero en el baño de mujeres, allí tendrás la respuesta – me guiña el ojo, se aleja y camina con gran sensualidad alejándose de mí.

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