Un aullido se oyó en la maleza. Recorrió el mundo,

Saltos de  fuego, lamiéndolo todo, huyen,

abiertas quedaron sus jaulas.

¡Debe ser la guerra!, dicen.

Aceros cortan, las carnes grises de otros aceros.

Tiembla la realidad mal sujeta.

Los jardines se marchitan,

la hierba late como un hombre justo,

y se bebe la sangre que le cae y riega.

Pájaros rotos caen al suelo,

se astillan desgranando el propio vuelo.

Mueren los sueños ajenos, agotados de salvarse.

La razón choca contra el humo negro que sale de los pechos de la tierra…

Y los dedos desamparados, torcidos, inexactos,

hacen la señal de una cruz que cae de las manos y se quiebra.

… ¡Sí es la guerra …!, gritan esperanzados los que ganan.

La sangre pesa y los alcanza también.

… Será la guerra …, dicen los que están lejos,

con fugaz indiferencia.

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