El muchacho miro hacia adelante, un ominoso paisaje se mostraba ante sus ojos, dejando atrás el laberinto de intrincados pasajes y bestias rabiosas, aquella vista frente a él lo abstraía.
Era una franja gruesa de desdicha que dividía un mundo y su continuación, se extendía desde un extremo a otro de lo observable, en medio de ella los restos de alguna obra humana sobresalían desperdigados como huesos blancos sobre el área bañada por un inclemente sol.
Si hubiera preguntado a un adulto con suficiente conocimiento técnico, ¿Qué era aquel lugar?, le habría respondido que era una «alameda peatonal» abandonada por parte de las autoridades locales, los cual era una definición entendible para él.
Sin embargo, la explicación lógica no le bastaba, la primera vez que lo vio pensó que era un espejismo, solo cuando se acercó lo suficiente y lo cruzo pudo confirmar que era real, tal era la desolación visible que su mente bullía de fantasías fatídicas que buscaban dar explicación a aquel paisaje.
Era la tercera vez que lo cruzaba, la satisfacción de superar un obstáculo desconocido lo invadía y lo anclaba a permanecer ahí, pero no debía demorarse más con distracciones, con pesar siguió su camino, aunque por momentos volvía atrás su mirada.
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El muchacho miro a ningún lado, tenía los ojos cerrados y los abrió.
Frente a el se hallaba su objetivo, una casa de puertas metálicas con una tienda de zapatos a un lado de la puerta principal.
Dentro de él se pronunció el motivo, realizar una tarea escolar en grupo.
Recordaba el tema más algunas preguntas que les dio el profesor días atrás, también la advertencia que habría una exposición la semana próxima sobre eso mismo.
No estaba claro cuanto demorarían y avanzarían ese día, pero él estaba dispuesto.
Aun así, no dejaba de pensar en aquel paisaje desolador.
Esperar a su compañera de clase para guiarlo a la casa del otro integrante del grupo estaba tomando demasiado tiempo.
No había llegado tarde, de hecho, llego bastante antes de lo acordado, la madre de su compañera pareció algo sorprendida cuando lo atendió y llamo a su hija con vigor, el por su parte solo se quedó esperando afuera de la casa.
Finalmente, la muchacha salió.
Después de saludarse, la muchacha le pidió esperar un poco más ya que tenía que cerrar la tienda de zapatos, justo cuando comenzaba a distraerse con sus recuerdos, ella le pregunto si había tenido problemas en encontrar su casa. Era la primera vez que el la visitaba.
– No tuve problemas, llegue hace poco y seguí la dirección que me diste. – respondió relajado.
Era mentira, había llegado una hora y media antes, no se guio en ningún momento por la dirección que ella le dio, a pesar que la tenía anotada en un papel dentro de su bolsillo, en vez de ello eligió llegar basándose únicamente en sus recuerdos, no fue fácil hurgar en esos recuerdos difusos e incompletos, constantemente se detenía para recordar como los demás compañeros habían descrito su casa y donde vivía, tuvo que perderse al menos dos veces antes de estar casi seguro que estaba en el lugar correcto y tocar la puerta de su casa.
¿Qué emoción ahí en viajar a un lugar desconocido si sabes donde esta y cómo llegar?, soltó una risa por dentro.
Todo había resultado como había calculado, existía un margen para la tardanza, pero nunca paso, incluso le alcanzo tiempo para pasear por la desolada alameda y conocer el bullicioso mercado que estaba a dos casas de donde estaba.
En resumen, el viaje fue perfecto.
La muchacha ingreso a su casa una última vez, al volver lo hizo con una bolsa de frutas que compartió con su compañero.
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El muchacho miro hacia atrás, un espejismo se proyectaba ante sus ojos, la imagen de una muchacha que compartía unas frutas con un muchacho, ambos conversando alegremente sobre sus tareas realizadas en el día y de sus sueños inconclusos en la noche.
Había desolación en su corazón, ¿Cuándo fue la última vez que sintió algo así?, ¿Cuándo fue la última vez que alguien compartió algo con él?
Cerro los ojos con malestar mientras que le apretaba la garganta, no quería recordar, pero anoto ese lugar con sus pensamientos y se apuró en alcanzar a su compañera de grupo que se había adelantado.
Una vez más se adentró al laberinto.
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