
Vuelve a sentirte niño, se inocente, alegre, atrevido, curioso; vuelve a ser un soñador, un entusiasta; no te arrepientas de volver a disfrutar sintiéndote infantil; siente la pureza de aquel niño que fuiste una vez, siente la despreocupación ante lo que llamamos problemas; porque los niños sí que saben vivir el mundo, ellos son nuestros maestros, nuestros modelos a seguir, nuestros guías; ellos no saben lo que es el miedo, hasta que nosotros, los adultos, se lo mostramos; somos los que estropeamos su inocencia, los que aplastamos sus sueños, los que pisoteamos su pasión, los que borramos su capacidad de sorprenderse con cosas insignificante.
Ellos vinieron a este mundo puros y angelicales, y cuando quieren extender las alas para volar, ahí estamos los mayores para cortárselas, para hacerles volver a pisar tierra firme, sin dejarles, apenas, haber emprendido ni el vuelo.
Y decimos que un niño es egocéntrico, cuando nosotros somos el mismísimo centro del ego; los adultos son los que humillan, desprecian, esclavizan, maltratan, envenenan, mienten, roban y hasta matan.
Si pudiéramos por un momento volver todos a nuestro niño interior, todos nuestro problemas se desvanecerían, el mundo seria un lugar para jugar, disfrutar de la vida y ser feliz a cada instante; el mundo sería un cielo en la tierra.
Alguien dijo una vez que «los niños cambiarían el mundo», ahora lo comprendo, no se refería a los niños de corta edad, sino al niño interior, ese que todos tenemos dentro de nosotros, escondido, abandonado y olvidado; así que la solución para cambiar el mundo la tenemos todos en nuestras manos…
¡Volvamos a sentir a nuestro niño interior!
¡Siéntete niño de nuevo!
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