Sentado en el sillón de su pequeña oficina, resolviendo problemas cotidianos, en donde se mezcla lo urgente con lo inmediato como en toda repartición del estado, aparece ella; había una pausa en su trabajo y quería contarle a su “jefe” que le había pasado la noche anterior. La relación entre ellos era meramente laboral, quizás en algún momento habrían cruzado alguna cuestión familiar, ya que tenían una lejana cercanía en aquellos tiempos.
Sin mediar muchas palabras, ella le cuenta “eso” que la tuvo inquieta durante todo el día, y no sabía cómo decirlo, si algo tenía claro era como enfrentar a un hombre para decirle las cosas que sentía, pero este no era el caso, así es que esperó hasta casi el final de la jornada laboral para poder enfrentarlo, incluso hasta se empodero de los “concejos” de sus amigas. Que paso esa noche que la inquietaba tanto? Tan solo, había soñado con él, aunque el sueño en sí no fue para nada simple, la pasión y el placer fueron muy sinceros, casi real lo que ella hubo de sentir. Sabiendo, que no había en él, en ese momento, ningún compromiso sentimental a la vista, entro a la oficina pidiendo permiso y sin sentarse siquiera dejo que sus palabras fluyeran. Cuanto duro su relato?, pocos segundos tal vez.
Ella era una mujer que con sus formas y su postura gozaba de una atracción especial, y no solamente en el ámbito laboral sino en el social también, poseedora de plena belleza física y una calidad humana lejos de lo habitual, lo que la hacía no pasar desapercibida, era adulada por algunas y envidiada por otras. Situación esta que él vivía a diario, ya que, de una manera u otra, su cargo le permitía tener conocimiento de lo que pasaba con el personal.
Esto hizo que, ante el rápido relato, pero no por eso meticuloso y sentido, haya quedado estupefacto con semejante confesión. El imaginaba tener bastante claro cómo tratar a una dama en estos casos, o eso creía; pero lo único que se le ocurrió decir fue “que hermoso lo que me estas contando, pero deberíamos hablarlo en otro lugar” y obviamente lo acompaño con una clásica invitación, “vamos a tomar un café?”
Viernes a la tarde, ella a punto de terminar su horario, a él le quedaban, todavía, algunas horas más; fin de semana de por medio con actividades familiares planteadas con anterioridad, cada uno por su lado; el probable encuentro, de producirse, seria la próxima semana, aunque él se iría de viaje por trabajo el martes, de encontrarse debería ser el lunes; sino a la vuelta de su viaje, pero ella considero que era esperar demasiado.
No eran unos niños, cada uno sabia en su interior cuan profundo o no, podría ser ese encuentro; decidieron tomar los riesgos del caso, ella creyendo que era el hombre con quien podría al fin ser realmente feliz; el después de golpear en varias bandas como bola de billar, nunca imagino poder encontrarse a solas con ella; si bien estaba con alguien a quien adoraba, porque lo había sacado del ostracismo, era un amor oculto que por cuestiones de la vida ya había decidido que no continuaría; estaba abierto a lo que sucediera.
Habiéndose pensado mutuamente, durante todo el fin de semana, de como iban a reaccionar una vez que estén cara a cara, así llegaron al encuentro ese lunes. Difícil, incomodo, pero placentero a la vez. Con expectativas varias. Acordaron verse entre las sombras de la tarde noche en una calle muy arbolada. Partieron en el auto de ella. Se fueron sucediendo los momentos en una especie de montaña rusa, con esas sensaciones de subir despacio, bajar de golpe, cosquillas en la panza, y quedar patas para arriba. Así paso el primer episodio, muy movilizador para él; ella, pensando que no había estado del todo bien, no actuó como estaba acostumbrada. Ahí estaría el secreto, “no actuó”, se dejó llevar, hizo lo que sintió, y eso es lo mejor que le podría haber pasado, aunque en ese momento no lo sabía y su incertidumbre iba a durar muchos días. Él se iba de viaje, ella tendría la duda si a la vuelta querría comenzar esta historia o había sido algo del momento. Ella no imaginaba lo que se estaba gestando.
A escondidas, en secreto, horarios y lugares poco habituales, mantenerse impávidos en el trabajo, aunque por momentos se relajaban sin importar el “riesgo” de ser vistos. Así fueron construyendo una relación que no terminaba de asentarse. Muchas historias en sus vidas que había que ir conjugando si realmente querían cimentar la pareja, y que no fuera una aventura, un poco más compleja, pero aventura al fin.
Debían elegir a alguien como testigo de estos encuentros, de estas charlas. En una de esas conversaciones, dentro del auto de él, estacionados y resguardados en algún lugar con poco tránsito, ambientado con la incipiente noche, en un ir y venir de palabras, observan una tenue luz sobre ellos, una hermosa luna llena los estaba cobijando. Bien era sabido que una vez que se despedían no tenían más contacto hasta el día siguiente, salvo que ella se hiciera un lugar en los quehaceres nocturnos de su casa, y se cruzaran de contrabando, algún mensaje de buenas noches. Ese día a él se le ocurrió hacerle un regalo, había sido un día especial, y estaba seguro que no iba a faltar el mensajito de contrabando. Él lo estaba esperando con ansias, hasta que, cerca de la medianoche llega; entonces le dice “Antes de desearte buenas noches te pido que subas sigilosamente a la terraza y mires hacia el cielo”, ella le hace caso, estaban todos durmiendo en su casa, va a la terraza, cielo limpio y la luna llena gigante. “Maravillosa Luna”, le manda mensaje ella, “Te gusta?” pregunta él, “Me encanta” responde, “Te la regalo para que siempre te acompañe o nos acompañe, te mereces ser muy feliz, conmigo o sin mi!!! Que tengas dulces sueños!!! Buenas Noches!!! Se despidió.
Desde ese momento La Luna, nuestro satélite natural, los acompañaría siempre, cuando estarían solos, cada uno por su lado, situación que paso muchas veces por largo tiempo, cuando uno miraba la luna, sabría que el otro también la estaría mirando, era su punto de encuentro, no importa la distancia que habría entre ellos. La luna, también, seria la prestigiosa testigo de esas extensas charlas que no siempre eran agradables, se decían muchas verdades que a esta altura de sus vidas podrían molestar, aunque aprendieron a respetarse mutuamente y eso no sucedía, sí, de vez en cuando un enojo, para que negarlo.
La Luna los siguió acompañando en todo momento, siempre se refugiaban en ella. Una vez que se tomaron las decisiones correspondientes y dejaron de ocultarse, caminaron por la vida disfrutando con la gente querida, así irían fortaleciendo este vínculo; le habían puesto físico y cara a la idea que tenían de aquella persona que deseaban amar. Pero igualmente no todo era color de rosa. El pasado, ese gran pasado, de vez en cuando hacia alguna mella, que los llevaba a tener esos diálogos interminables, pero siempre estuvieron de acuerdo en que era la forma de construir la relación, para que sea fuerte debería tener una muy buena base.
Compartían el gusto por viajar, entonces que mejor excusa que esa para fortalecer la convivencia y sacarse todos los miedos, empezaron a hacerlo, con sus pro y sus contras, cada vez el placer era mayor y ya estaba casi todo decidido, el cimiento estaba tomando forma, endureciendo, La Luna como testigo.
En uno de esos locos viajes, fue donde sellaron definitivamente este amor. Estaban con los amigos que habían comenzado a compartir estos deseos de viajar, sucedió en una Isla, de las tantas que hay en el Mar Egeo, estas tienen la particularidad de que pocos kilómetros separan las costas del este y el oeste. Así como en el oeste se ven unos atardeceres únicos e impresionantes, unas puestas del sol maravillosas, las que cientos de personas observan a diario, ubicándose entre esas típicas construcciones blancas. Ellos se habían alojado en un apartamento en el este, bajaban, cruzaban la vereda en donde, ubicadas en forma serpenteante, estaban las mesas del bar restaurant, otra escalerita hacia abajo y la playa. Playa que no era de la clásica arena blanca, si era habitada por piedritas de distintos colores producto de residuo volcánico, las sombrillas, el Mar Egeo, uno de los más densos y salados de la tierra, tanto que te permitía flotar, aunque no lo quisieras.
Esa noche, tarde ya, cerca de la medianoche, todos se habían ido a dormir, ellos se quedaron los dos solos observando el mar, compartiendo unas cervezas, y de repente el horizonte comienza a iluminarse tenuemente, era La Luna, maravillosa luna, imponente, gigante, se iba asomando lentamente, hasta que después de unos minutos se dejó ver por completo. Asombro por lo que estaban viendo, sentires miles, inexplicables, inenarrables. Atónitos por esas sensaciones, su Luna vino a compartir este rato con ellos y a decirles que sería siempre su compañera. Obviamente se brindó, se pidieron mil deseos, y todo lo que demás paso, en la soledad de esa playa, con La Luna como testigo se los dejo para su entera imaginación!!!
Elio Ricardo Cerioni
Agosto 2022
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