Como pájaros en el agua

Como pájaros en el agua

Leopoldo Matto

28/08/2022

Toulouse no es para nada rosado como dicen, más bien es anaranjado. Es una ciudad muy bella pero no encuentro nada en particular en su arquitectura. El centro, la periferia, la zona de los comercios, la de los bancos, la de los restaurantes, la de las putas, la de las terminales, la de los ricos, la de los trabajadores. Pero a unos cuantos kilómetros está Lavour, que es como Montevideo al lado de Buenos Aires.

La proxémica parece que nos destina a la comparación: por tamaño, belleza, utilidad, antigüedad, entre otras pocas cosas, y por lo peor: por bueno o malo. Entonces buscar en lo que tiene menos de todo lo anterior quizás nos libere de esas paupérrimas percepciones que hacen que todo sea algo comparable.

Mi esposa es uruguaya, cuando la conocí creí encontrar un tesoro en el lugar menos pensado. Y la verdad que las porteñas se la dan de mucho pero el peso de ser argentinas les quita encanto. La fama que las precede, al igual que a nosotros, los hombres, generan una expectativa que nadie quiere sostener. Es como en el fútbol, el favorito nunca sale primero, todas las miradas encima parecen que hacen trastabillar a los jugadores. A mi me gustan las cosas simples y furtivas: la Marta.

Aparte de las ferias, la antigua sala de cine, la gente y su acento, encontré que en Lavour había una edificación poco común. Averiguando, me enteré de que este tipo de edificios que varían en estilo, tamaño y demás, según el departamento eran pajareras o algo así, no sé cual es el equivalente en español, porque en mi barrio no teníamos de esas: Des Pigeonniers.

Estas casas para pájaros son como los relojes de pié, esos que antes estaban en las casas y que al pasar el tiempo se redujeron a relojes de pared y más acá, a relojes de muñeca. En realidad hasta el último es una excentricidad hoy en día, quien tiene un móvil, ya no lo necesita. Pero algunos todavía lo llevan y pueden valer tanto como un ordenador o en el otro extremo, como un automóvil. Nadie puede oponerse a un oficio como el de crear relojes.

Con algo tan simple como una llave, pasa lo mismo. Faltaría entrar en una tienda, para descubrir que hay cientos de variedades y tamaños y que hablar con un cerrajero, es nada menos que hablar con un experto. Porque por supuesto, ninguna se parece a la otra y además varían en estilo como estas casas para pájaros, que no se parecen para nada a una jaula. Algunas tiene el tamaño de un garaje entero, otras tienen dos o tres pisos y están al costado de las casas; otras sobresalen como las tribunas barcelonesas, pero sirven nada más y nada menos que para alojar a pajaritos.

Entiendo que en este lado del mundo esto responde a otras necesidades. En mi país, allí podría vivir una familia. Me preguntaba a qué responde su existencia, quizás la amante de algún noble, amante también de los pájaros ordenó que le construyeran una. Es probable que la esposa del mismo, ordenó que construyan una igual pero más alta y más hermosa; seguramente que sus amigas no podían dormir sabiendo que habiendo aceptado casarse por amor, y viviendo en una casa decente y humilde, esta no cuente con una pajarera. Con el tiempo se han creado en toda la región alrededor de mil setecientas de ellas.

Si, quizás surgieron de un capricho, quizás surgieron de la necesidad de tener un estatus, pero hoy hacen que estas ciudades sean muy especiales ¡A los pájaros, los colores! dicen por ahí. Aunque la verdad que no hallé una variedad interesante de aves en la zona. Pero encontré la pajarera más hermosa, un poco alejada del centro, pero única.

Cuando hube de contarle la historia a mi esposa, esta historia que me he inventado quizás o que fui reconstruyendo, llamé su atención, pero cuando la vio con sus propios ojos, estos se encendieron ¡Quiero esa casa me dijo!

La casa no era una gran edificación y estaba sobrevalorada y fuera de nuestro alcance. Pues habíamos vendido nuestra propiedad en Montevideo y la otra de Buenos Aires y esto significaba dejar todos nuestros ahorros solo en el hogar. Había otra casa hermosa a pocos kilómetros, más grande, más hermosa, más cómoda, más conectada, un poco más moderna y ubicada en la parte alta. Solo una cosa le faltaba, la bendita pajarera.

Mi idea era con todo ese dinero comprar una casa acorde a nuestras necesidades y con el resto pensar en algún negocito. Pero parecía que nos íbamos a meter en el negocio de los pájaros o íbamos a alimentarnos de ellos ¡Cuando a la Marta se le mete algo en la cabeza! Y fui yo esta vez quién la alentó.

Volvimos de firmar la escritura de la casa con nuestra camionetita y nuestros bártulos y sin un duro en los bolsillos. Comencé a leer el documento mientras ella limpiaba el jardín, cantando como si fuera Blanca Nieves, aunque quien le respondía a su canto no era un pájaro cantor, sino que era alguna rana o algún bicho acuático. Y como de costumbre me tragué la amargura con un mate caliente pensando en qué diablos íbamos a hacer. En la escritura no decía nada de una pajarera, sino que hablaba de un gran tanque de agua.

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