En este momento solo gasto mis pensamientos en ti, hablándote concluyó que termine por dividir mis sueños trazados, esta mañana los separe de lo que nunca fueron y lo que realmente son. Quiero descubrir nuevos espacios a los que yo pueda rodear y sentirme libre lejos de tus comportamientos que tan solo me hacen sentir insignificante, a tu lado descubro una sensación extraña que nunca creí conseguir. Estoy cansada de no perdonar mi propia decisión de castigarme y consolarme sola. En este cubo oscuro en el que me olvidaste, esta cárcel que aprisiona tus recuerdos ya que solo puedo ser tu por que tu me haces existir ¿cómo avanzaría con este cuerpo frío y gris formado por pequeños pedazos de hierro?
Me diste un nombre que ya no recuerdo, lo único que guardo son memorias de un día en el que el viento empujaba fuertemente la puerta, solo sentí tus manos en mi cuerpo abrazándome, vi tu sonrisa mientras me deslizabas sobre tu muñeca ese lugar tan mío al que no volveré. Mi motivo y forma de vivir estaba contigo cerca de tu tacto y las suaves caricias que tenía sin preocuparnos de lo que nos podría ocurrir si amábamos.
Solas nos custodiamos con cuatro sombras de las cuales no conocí sus rostros sus siluetas eran peculiares la primera era alta, un poco esbelta de grandes orejas, inquietante. La segunda me recordaba a un león su cabellera era larga, regia y a pesar de carecer de color era apasionante. La tercera era robusta, su cabello mediano lo acomodaba con su mano derecha y llevaba algo similar a un traje, indiscreta. La cuarta era pequeña no era delgada ni robusta sus manos se movían lentamente, generaba tranquilidad.
Cierro mis ojos, te miro y tus pasos te llevan a la primera sombra. Notó que tu forma antes opaca se torna más colorida, la sombra te abraza, te besa. Veo que eres feliz. A su alrededor se crea una gran pradera de un gran cerezo, árboles frondosos, rodeados de pasto, rosas, tulipanes, arbustos, margaritas y girasoles además por ella recorren colores con aromas de un brillo suave, suena una preciosa canción, algo jamás escuchado en el mundo, empiezas a danzar de manera ágil él toma tu cintura tu su hombro, sus miradas fijas conservan un brillo sin igual de inicio a fin comparten sensaciones, pensamientos quizá un recuerdo de ¿cómo amarte?. El pasto de la pradera ilumina sus pasos al compás de la melodía esta se sostiene en varios segundos hasta que todo comienza a secarse el color del pasto y las flores cambia a uno más suave, el color verde ahora tiene amarillo, ciertos pétalos y hojas mueren mientras otras viven.
Basta solo un pestañeo para que la sombra desaparezca ante tu mirar, desvaneciendo con ella tu alegría, lloras y esta vez no puedo consolarte, no me escuchas. Hojas, pequeños palos secos se levantan con fuerza llevados de un viento casi instantáneo dando vueltas avanzando hacia los costados hasta cubrirte, marchan alrededor de ti para tejer un precioso vestido de color blanco con líneas azules reemplazando aquel suéter anaranjado.
Sin abrir mi mirada continué viendo el espejismo breve de la fauna que aún quedaba en aquella pradera, la temperatura aumenta lo logro sentir y lo confirmo con el vapor que cubren tus lentes los colores se aclaran todo en mi mente pasa y la segunda sombra avanza, acaricia seis cuerdas con las yemas de sus dedos pasa de largo con un baile atractivo para ambas sin mirar su boca tu y yo sabemos que nos sonríe.
Continúa la acústica ligera, relajante, El ambiente permanece con un aire caliente hasta el punto de fatigar, pierdes de vista a la sombra, tú estás en el centro de nuestro entorno y con mucho interés procuras oír el eco de la música, buscándola no la encuentras continuas atenta a la canción hasta que los sonidos vibran altamente en las flores, un tarareo de una voz grave-aguda comienza a acompañar la melodía de cuerdas dejas caer tu cuerpo en la ardiente brisa y bailas mientras te acercas a la sombra ella te ve, canta y baila alegremente entre la parcela de tulipanes, esperando paciente tu tacto.
En ustedes las risas y caricias son mutuas tus manos hacen lo que tu cuerpo limita estás atrapada en un embriagante ritmo así permanecen vivos los suaves roces de pasión, sus labios tocan los tuyos sin besarlos la sombra se aleja para continuar la canción. Su mirada y sonrisa te pertenecen, los acordes envuelven aún más el entorno, el calor no cesa pero deja de ser fatigante, sus letras recitadas son un elixir de querer sin amar, de observar sin ver, de sentir y rozar almas iguales. Las melodías no paran, rodeados de lujuria olvidan hasta quienes son en sus estómagos una sensación como si de un gusano se tratara comienza hacerles cosquillas come poco a poco la noción del tiempo y ya sin razón sus cuerpos bailan sin música, excitados de verse tocandose milimetro a milimetro los mares de sus pieles surcan sin parar en una sensual coreografía de suspiros lentos y de movimientos suaves en siluetas divinas ya exhaustos no dejan de besarse, las caricias continúan con la luna de testigo.
El viento trae con él sequía y razón, los despierta del trance de sensualidad, el color amarillento se transforma en rojizo las hojas quebradizas caen como lluvia ante tus ojos quebrando finalmente cuando las pisas, la sombra desaparece sin que la note, ni tu ni yo, deja la última brisa de calor que envuelve tus pies, se transforma en dos zapatos azules de grandes suelas y cordones negros que te protegen de la fuerte ventisca.
Vuelves al inicio, las plantas que ya solo son ramas secas de su existencia tuercen con el empuje del viento que sin parar continúa tirando las hojas que se resisten a caer. El clima marchito te entristece una lágrima delata tu arrepentimiento o satisfacción un sentimiento raro que nunca hemos sentido, los recuerdos de la primera sombra invaden nuestra mente trató de consolarnos pero lloras, tus ojos humedecidos traen situaciones vividas cuando lo vimos en aquella tarde entre ese ambiente que nos hacía sentirnos solas y solo él una única luz de amor que tuvimos suerte de hallar.
Culpa eso sentimos al olvidarnos en un sueño fugaz en un instante de querer querernos, querer a nuestro amado pero a pesar de la culpa no pedimos perdón, bajas la mirada la sombra muy atenta nos observaba a pocos metros, no creo que con el eramos felices pero ¿qué ocurrió? la rutina lo canso y ya cansada de amar solo tu, lo dejaste, algo tan breve y escaso un recuerdo de culpa que casi olvidas se barre con el viento que se eleva ante la llegada de la tercera sombra.
Aprisionadas aún en la penumbra que ahora cubre menor parte del ambiente veo que tu expresión va cambiando, eres libre, los colores de tu vestido lentamente se pintan a tonos más claros, las luces iluminan un sendero a la tercera sombra a la par tu postura cambia me observas sin que tus ojos me vean y ciertamente sabia que sabias que sabía cómo terminaría, guardas inquietud frente a la sombra ella se puede distinguir de la oscuridad un aroma con olor leve emanaba desconfianza como si escondiera un secreto su postura cerrada su corbata recta no se inclina ni con las fuertes brisas de ese otoño, resopla duramente el viento contra nosotras al acercarnos hacia aquel espectro.
La pradera ahora se convierte en parte del mundo que no conozco, los troncos secos se mantienen firmes alrededor de nosotros, la sombra permanece quieta junto al gran cerezo que ya con pocas hojas el viento hace que caigan de par en par. Al mirarte la sombra sonríe avanza hacia tí como si hubiese estado esperando tu llegada. Alza sus enormes brazos y de las hojas del cerezo crea una bufanda color cielo te la coloca sobre el cuello tú agradeces el obsequio acomodando tu cabello asintiendo con tu cabeza y sin mencionar palabra permanecen quietos en medio de ese vacío rodeado de vegetación seca.
Pareces escuchar a la sombra pero ella a tí no, lo intentas y ya sin éxito ni ganas solo con un gesto vago me muestra que te rindes, tu mirada se clava en el espectro eso hace que mire a otra parte aprovechas ese momento y desapareces de su vista él busca cada rincón de la pradera, sin hallarte hasta que levanta su frente y te halla en la copa del cerezo, bajas de ahí, la sombra continúa atenta se acerca y a centímetros de tu nariz su mano larga roza tu mejilla en un intento tierno de admirarte, el viento resopla aún más haciendo volar más hojas secas, tus brazos están en su pecho mientras él te abraza e intenta besarte.
Te lanzas hacia atrás soltando todo tu cuerpo, él con asombro trata de que no caigas y en otro intento de beso una tristeza profunda invade su rostro comenzando a desvanecerse caes en una gran hojarasca ahí vemos caer una estrella de hielo sobre tu frente el ambiente se congela y en otro pestañeo volvemos al lugar del inicio casi transparente, sonríes recordando a la tercera sombra su amor no fue para nosotras de eso nos convencemos en cada mediodía cuando las nubes no tapan nuestra memoria y nos trae consigo la incógnita de ¿Por qué no supimos amarlo? respondiendo porque no lo ame.
El frío corta delicadamente los trozos del alma que queda en tu cuerpo la helada cadena por sendero que seguimos nos lleva al espacio de un nada, un lugar cubierto de blanco y aire congelado tu vestido flota contra el viento empapado de estrellas de hielo que van derritiéndose, en medio ya no habitaba ningún árbol vivo solo el hielo que se sujeta a los esqueletos de aquellos que ya no viven.
La cuarta sombra flota en el aire del horizonte se pierde en la blancura del ambiente, al apresurar tu paso va incrementando la curiosidad de querer saber quién es aquel ser de silueta oscura que desaparece entre blancos aires, sus ojos y su boca como los otros no son claros parecen reír pero en cambio en brilla la ilusión de nuestra intriga inquieta, lo tenemos de frente hasta que te detiene un gran cristal de hielo que dividía en dos la pradera el cerezo de su lado y la parcela de los tulipanes en el nuestro. La sombra se queda quieta observando tus zapatos, tu vestido y tu bufanda.
Alza una suave sonrisa confesando que te ha pensado todo este tiempo y sin faltar a su palabra continúa envejeciendo con lo que un día fuimos para el, lo sabemos porque lo conocemos le diríamos amado mío pero amados son los recuerdos y los cuerpos que se perdieron con el tiempo llevados por el polvo de su propio ser, ahora son personas distintas de las que fueron ahora se convierten en memorias de una noche en la que el croar de las ranas los relajaba allí en esa habitación iluminada por luz de estrella en la que dos niños amaron puramente sin preocupaciones, olvidando su propia historia.
A través del cristal lo observamos tan radiante como el último día que lo vimos sin usar palabras nos comunicamos con él pero de forma inmediata contestas “Todo sigue igual me enamore en esa primavera que nació después ti de esa luz que me guío a través de la pradera, me ilumina y lo amo, se marcha y continúo pensando en él sus fonemas cortan mi corazón pero sus poemas lo vuelven a armar y dejándome ir tan solo descubro el sentirme culpable por mis deseos envueltos de tulipanes, lo miro feliz lejos de mi y cuando yo trato de enamorarme las brisas largas que llegan después del verano no son suficientes me lo recuerdan en ese primer beso, en ese primer baile y así nunca puedo amar a otro que no sea mi primavera”.
La cuarta sombra te mia con ternura no te juzga y parece enterte, traspasar su mano por el cristal sujetando un pincel de color lila con una marca en su punta, sonriente te lo entrega me mira, te mira, nos muestra el blanco extenso de nuestro alrededor, de su mano saca un lapíz y sobre el hielo dibuja varios girasoles que parecen oirnos, en el esqueleto del cerezo sus primeras hojas, los primeros brotes de los tulipanes, varias rosas que nos muestran la salida de este oscuro cubo ahí se detiene extiendo su mano hacia ti, la sujetas y el cristal rompe en cientos de gotas. Con el pincel pintas de vida la pradera la extiendes más allá de un cerezo y flores, el espectro ahora te observa a ti levanta su mano izquierda despidiéndose de nosotras derritiéndose con el hielo tratas de abrazarlo sin éxito ves el agua escurrir entre tus manos.
Abro mis ojos y las sombras permanecen aquí conmigo, tu y yo aprisionadas aún por el cubo oscuro aguantando para no romper en llanto cabizbajas en una de las esquinas. Piensas en la cuarta sombra pensando el por qué no la alcanzamos y ahí vuelve a nosotras la primera sombra con ella el primer baile en la pradera y nos recuerda lo infelices que somos, guardando todo aquello que nos hace avanzar para quedarnos en el mismo sitio no siendo suficiente aún ya que no estoy lista para continuar pintando otra pradera en la que los tulipanes no me culpen, los girasoles me escuchen y los cerezos me abracen. Mis lentes ya no desean reflejar el blanco de la pradera que intento colorear de mi, con colores vivos una pradera en la que mi vestido vuele con el viento a la par de mi bufanda pisando con mis zapatos azules las hojas secas del otoño pintando cosas bellas y alegres que me hagan olvidarte y olvidar a la primera sombra con este pincel lila que tiene marcado la palabra fin.
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