

Me avisaron que murió y que darían una reunión en su nombre. Nunca lo supe, lo vi parado en la puerta de su casa, tocándose el pantalón y lo seguí. Al salir lo agendé como París 154.
Nos solíamos reunir para dar lugar a sesiones de música en su apartamento. Había sábanas nuevas cada vez, indumentaria, lencería, una pila de toallas limpias a disposición. Nadie lo notaba, nadie se preguntaba por la factura. A modo de inventario yo las contaba, las sumaba, las separaba por colores, olía todo.
Una vez me quedé dormido en su living y cuando desperté, aunque insistió, me fui rápido, como huyendo de algo. En otra ocasión que le pedí que me besase, lo hizo apasionadamente. La verdad, es que después de lo que habíamos hecho tenía un momento de ternura, solo eso. Creí que lo había comprendido, el entorno no daba lugar a la confusión. El no era de los que van con todos y cree que en el fondo buscaba amor. Pero la idea del amor cortés me daba algo así como…no, hasta ahí.
Si realmente lo buscaba, corrió por su cuenta. Yo le di todo lo que podía darle. No fue a primera vista, recuerdo que lo fui reconociendo. El no estaba en sus ojos más que en el resto de su cuerpo. Quizás lo primero que rozamos fueron nuestras piernas.
Ahora que lo pienso, está bien que no haya aceptado nunca quedarme un rato más a solas. Pero cada vez que me presentaba a alguien, me lo tiraba sin preguntar, como si me soltara la cadena, o al revés. Eso era lo que íbamos a hacer a su apartamento en la Eixample.
El recordaba el día de mi cumpleaños, mis horarios, mis días libres. En un punto hubiese sido mejor haberlo terminado ahí, así no tendría que enfrentarme a esta pregunta. Me recuerda a una historia vieja, cuando él habló de lo que hacíamos en secreto “Eso que solíamos hacer“ me dijo enojado… y fue la última vez que lo vi. Lo escuché claro “Esto tiene que terminar“. Porque él sabía de la vida de los secretos, tienen que morir para poder existir.
Su novio sacará sus cosas del apartamento antes de que su familia se haga cargo del resto. Ultima noche, mismas reglas: tecno fuerte, solo hombres, no drogas, no condones y nadie puede decir que no, a nada.
Debería dejarlo ir y ya, pero sé que así no lo hará. Voy a acudir, me pondré el short de fútbol que le gustaba, sin ropa interior, bañado de unas horas antes, sin perfume, me enjuagaré la boca y tomaré agua, para que se quite el gusto y no saber a nada más.
Nos hallaremos entre los cuerpos, como antes. Ellos lo buscarán en mí y yo se lo daré, porque en realidad no lo poseo. El estará en el gel lubricante y nos mirará desde el frasco con su ojo angular y nos verá como si fuésemos uno.
Lo besaré por todos lados. Y si descubro una parte de él, la haré parte de mi: un costado, una pierna, quiero besar sus manos, hasta toparme con una mía. Porque todos seremos él, hasta agotarlo.
Claro que sabía su nombre: Eros, Tanato… Quizás me aferré a lo más real que encontré: una calle, una puerta antigua, un pasillo con baldosas entramadas, un ascensor montacargas, una ático con un timbre de bronce…
OPINIONES Y COMENTARIOS