Cada parte de ti, que llevo en mí

Cada parte de ti, que llevo en mí

Florencia

12/08/2022

Algo me despertó de repente. Es tarde, no sé bien qué hora es, pero dormí más de la cuenta. El sol ya no ilumina mi ventana como lo suele hacer por las mañanas. Mi cuerpo se siente dolorido, entumecido, quizás por haberlo mantenido inmóvil durante muchas horas. Intento moverme y levantarme, pero no es posible, no tengo fuerzas para hacerlo. Refriego mis ojos con las manos para aclarar la mirada, para despertar —¿Despertar de qué? —me pregunto desorientada, —De una pesadilla —respondo sin advertirlo. En ese momento, todo viene a mi mente. Recorro dolorosamente tus recuerdos. Tu imagen quedó grabada a fuego en mi mente, en mi corazón. Pero hoy ya no estás y nunca más volverás. Lo único que tengo son solo tus recuerdos, fotografías bocetadas en mi mente y en mis ojos.

Sin notarlo me pongo de pie. Lentamente, camino hacia la cocina para preparar una taza de té. Todo lo que allí veo tiene tu nombre, todo en la casa te pertenece, pero también me pertenece a mi. Mientras me sirvo el té rememoro tus manos, fuertes, pero muchas veces débiles y cansadas. Recuerdo la satisfacción de tus caricias, la pulcritud de tus uñas, el calor de tu piel contra la mía. Esas manos que tantas veces calmaron mi dolor y me guiaron por el camino correcto. Esas manos que sostuvieron las mías sin emitir una sola palabra cuando más lo necesité. Esas manos que, si bien nunca rezaron, siempre hicieron el bien.

Con la mirada perdida, el corazón hecho pedazos y la taza de té en la mano me acerqué hacia la ventana, corrí lentamente la cortina y observé el exterior. Allí, afuera, todo estaba bien, nada ni nadie había notado que ya te habías ido. El sol brillaba como todos los días. Me distraigo un momento pensando en ese gran cuerpo amarillo —¿cuánto fuego debe irradiar para brillar tanto y dar calor? No puedo responder esa pregunta. No tengo ni idea cuál es la respuesta. Pero otro recuerdo invade mi aturdida mente y golpea mi alma. Recuerdos… Recuerdo los días de verano. El sol tostaba nuestros cuerpos y los llenaba de energía. Ese mismo sol que llenó de pecas cobrizas su bello rostro y dibujó infinitas figuras en tu espalda. —Algún día contaré tus pecas —te dije más de una vez. Pero ese día nuca llegó. Nunca logré contar cada una de esas manchitas que convertían tu cuerpo en una delicada y codiciada pieza artística. En ese momento, fui consiente sobre cuantas cosas dejé pasar pensando en un mañana creyendo, ilusamente, que el tiempo era infinito.

Los recuerdos y las emociones me invaden y provocan que mis ojos se llenen de lágrimas. Me observo frente al espejo y escrudiño cada parte de mi rostro. Percibo el paso del tiempo y siento nostalgia y dolor. Intento volver a observarme, pero esta vez, desde tus grandes ojos llenos de ilusión y joven esperanza. Aquellos ojos que han visto demasiado y han llorado más de la cuenta. En ocasiones quedaban secos y apesadumbrados, otras veces solo parecían lagos cristalinos a punto de rebalsar.

Hoy, mis lagos son los que desbordan, mis manos se sienten vacías y mi cuerpo es una pieza artística que se ha roto. Y aunque intente repararla nunca volverá a ser igual.

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