Eran las siete de la mañana, sonó la alarma y como cada Lunes Melody se levantó para comenzar con su rutina después de un día de receso laboral. Miro por la ventana y noto que el sol se asomaba de a poco, va a ser un día espléndido pensó, sirvió su café y preparó sus tostadas. Mientras desayunaba escucho su podcast de noticias favorito mientras recordaba aquellas mañanas con su madre levantándose para llevarla a la escuela. ¡Cuánto la extrañaba! Por momentos parecía que después de no tenerla ella no volvió a ser la misma.
Al terminar su desayuno se maquilló, pinturas de labios, base, rimel y todo lo necesario para que una mujer cumpla lo que la sociedad le pide. Tomó su bolso y salió para la parada de colectivo rumbo al trabajo. Mientras viajaba miraba por la ventana, en particular aquellas casas humildes que le recordaba a la dura infancia que tuvo. Al llegar a destino se bajó del colectivo y caminó hacia su lugar de trabajo, cumplio su horario y posterior a ello su jefe le pidió que se quede un rato más. Al parecer el día laboral de Melody recién comenzaba.
Llegó a casa ya por la mañana, al cerrar la puerta Melody se recostó en el sofá mirando a la silla que se encontraba en la punta de la mesa recordando a su padre, él siempre con su autoritarismo le marcó los límites de la vida, cuánto le haría falta eso en estos momentos. Durmió por la mañana y por la tarde nuevamente comenzó su ritual de preparación para otra jornada laboral. Esa noche también tuvo reunión con su jefe y llegó a casa cuando el sol se asomaba a lo lejos reflejando un bello cielo. Pensó que podría estar viendo el atardecer con su novio, pero este no se quedó a su lado, después de todo a lo mejor él tenía razón, ella era muy peligrosa para que una persona esté a su lado.
Por la tarde nuevamente se preparó para el trabajo y salió en busca del colectivo, cómo siempre miró por la ventana, se encontró con un grupo de adolescentes en plaza y le recordó aquellas épocas donde los excesos y la necesidad les hicieron pasar más de una noche durmiendo en alguna plaza. Esa noche tuvo reunión con su jefe pero al llover salió más temprano, pero ya no había sistema de colectivos, así que tuvo que volver caminando. En el camino, al pasar por la ruta, algún que otro camionero le tocó bocina como si la reconocieran, algunas personas la esquivaban por miedo y hasta recibió algún insulto y piropo de gente que no la conocía pero podía juzgarla o cosificarla. Rimel corrido, remera mojada, labios despintados y el pantalón manchado de blanco, así llegó Melody a casa, pero ella solo imaginaba lo lindo que se vería llegar a casa y encontré a su bebé, pero aquel aborto clandestino que le practicaron hace unos años la había dejado infertil.
Era jueves y Melody no trabajaba, hoy no, se debía preparar para un fin de semana especial. Decidió pasar la tarde mirando fotos viejas de personas a las cuales quería mucho y hacía bastante que no sabía nada de ella, agarró un viejo celular que tenía dentro de su mesa de noche e intentó llamar a alguien. Pero está vez no, no volvería a someter a nadie a ese momento otra vez. Ante la soledad que sentía decidió comunicarse con Carla, su compañera de trabajo que estaba en la misma situación que ella. Luego lejos el diario el la partes de políticas, particularmente la sección de «personas desaparecidas» pero al no encontrar lo que buscaba prendió la televisión, luego de un rato al tampoco obtener resultados lo apagó y continuó con su día.
El viernes tenía que acompañar a su jefe a una cena de trabajo en la cual ella debía vender su producto. Otra vez, rimel, labial, pestañas postizas, uñas semipermanentes y todo lo necesario para hacer de una mujer bella una mujer hegemónica. Luego de la cena los invitados tuvieron una fiesta y ella se tuvo que quedar ya que iban a utilizar su producto. Al finalizar su jefe la llevó a casa, no sin antes darle su línea blanca que era una especie de recompensa, y en algún punto obligación, por el trabajo bien realizado.
A la mañana siguiente recibió una llamada de su jefe diciendo que debía presentarse lo antes posible en el lugar de trabajo ya que uno de los clientes de la noche anterior. Melody se bañó, se preparó cómo siempre y salió para el trabajo. Era las cuatro de la tarde y ahí estaba, con su sensual falda, sus botas largas y su top transparente sin nada debajo esperando a que llegara su comprador. La reunión con el comprador duró hasta el mediodía del día siguiente, se llevó a cabo en un hotel que si bien no era muy lujoso la cama era lo bastante cómoda como para pasar horas en ella. Mientras volvía a Melody se le caía una lágrima mientras recordaba aquella noche donde tuvo que abandonar su pueblo natal para comenzar a trabajar. Estaba muy segura que la decisión de salir aquella noche fue la más errada de su vida.
Cuando llegó a la casa rápidamente se acostó en su cama y se partió en un largo y profundo llanto. Deseaba ser aquella jovencita que siempre había imaginado, aquella soñadora inigualable, en vez de ser esta mujer que fue sacada de su hogar y obligada a vender su cuerpo en las noches. La misma que llevaba años sin poder hablar con su familia por qué era amenazada, la que una noche de «trabajo» le trajo un embarazo, con ello una obligación a abortar y su posterior infertilidad. Imaginaba lo lindo que sería tener la familia que su trabajo no le permitía y que al llegar de un trabajo que si eligió su marido la espere y le pregunté cómo fue su día. Pero en lugar de todo eso tenía que dormir, ya que si no lo hacía no se podría reponer y al otro día le esperaba mucha actividad.
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