Cada vez me cuesta más parame de mi mugrosa silla, cada vez espero más el día para partir y dejar este cuerpo enclenque, tormentoso la mayoría de los días, me agoto con facilidad, y tan solo de pensar que tengo que caminar de mi cama a la mesa, sudo de cansancio; pero gracias a Dios viví todo lo que tenía que vivir, aunque nunca practique ninguna religión, creí fervientemente que vivir honestamente, me pudo permitirme vivir con serenidad. Por lo tanto tuve una buena vida. Nada quede debiendo, y nunca debí a nadie, quizás algunos besos a mi difunta esposa, cuando solía pasarme mí café con pan turulete. Cumplí con todos mis compromisos. Algunas veces tarde, pero siempre en fondo y en forma. Viví como quise. Me equivoque tanto más. Y aunque me costó aprehender, ahora puedo decir que tanta razón tenía mi madre, cuando me decía: “Dios y negocio hijo, Dios y negocio”; me grabe claritas esas palabras; y que cada día, las recordaba durante mis horas de trabajo en la hacienda cuando iba a trabajar con Don Juan Pedro.

Don Juan Pedro, un hombre diferente a la mayoría del pueblo. Alto, fornido y de barbas rojas. Casado con Doña Delia Villegas, católica hasta los huesos. Padre de su único hijo Juan Pedrito. Era diferente a los demás ladinos de la ciudad. El buscada agradar a nosotros, “Los indios. Y así, fue como lo conocí. Queriendo ganarse el cariño y simpatía de los indios; buscaba como compensar, de alguna manera según él, de las tragedias, sucedidas en años anteriores, según mi mama querían quitarnos nuestras tradiciones y hasta nuestras comidas. Pero a muchos otros señores no les gustó la idea y prefirieron morir ahorcados en el árbol más grande del pueblo, que vivir mochos de creencias y costumbres y de comida; pero morir como todos unos guerreros y rebeldes. Esto me lo conto mi madre, pues yo era un bebe de escasos meses en aquella época; y más aún que entre los ahorcados, se fue un mi tío de colado. Por lo tanto, no tuve nunca el valor de preguntar mucho y entre menos supiera mejor. Así que se poco. Y a raíz de esos eventos trágicos y sangrientos, había una pequeña invasión de ladinos en nuestro pueblo, y una gran división entre ellos y nosotros, una diferencia en gustos de todo tipo y de formas de vida, como de creencias. Ellos tenían doctores. Nosotros el brujo de la cascada. Ellos caballos con trenzas y monturas. Nosotros mulas de carga y mecate pa cargar. Así las diferencias eran notorias a distancia. Cada raza tenía sus propias cosas y nosotros estábamos en el negocio de la servidumbre. Al menos mi madre y yo, tuvimos que, no tuvimos opción. Después de que mi padre partió para ir al norte a buscar tener una mejor opción de vida (según él) nunca regreso, y no nos quedó otra opción, para nuestra fortuna, a mi madre y a mí, tener que aceptar ser una sirvienta más en casa de Don Juan Pedro. Esto claro que después de que Don Juan Pedro me salvara la vida, cuando casi me ahogo tratando de pescar en el río grande, para mi madre y yo pudiéramos comer. Pésimo pescador, eso sí fui. Y es que Don Juan Pedro, pudo haberme dejado ahí ahogando y a mi suerte, pero como ya dije, él era diferente. De agradecimiento por haberme salvado. Mi madre acepto trabajar para él y su esposa. Esa señora sí que era mala. Mala como la carne de cochi. Le apodaban y decían, que era la malora, que el espíritu de la malora vivía en ella. Es que si era el demonio, la desgraciada. De vicio que iba a la iglesia, pues se la pasaba con el brujo de la cascada todo el tiempo, esto, a escondidas de Don Juan Pedro.

Doña Delia quería quitarle eso de Don Juan Pedro de querer ganarse el cariño y amor para con nosotros, pues en ocasiones ya hasta había regalado dinero y animales a cambio de pertenecer. Y los del pueblo muy vivillos, solo lo buscaban para festejar y realizar toda la idolatría de la estábamos acostumbrados. Además doña Delia quería que su hijo Juan Pedrito fuera Millonario y se fuera al Extranjero, pero sobre todo que su suerte cambiara, pues el brujo había predicho que Juan Pedrito moriría joven. Ella lo creía. Don Juan Pedro no.

Yo empecé a trabajar con Don Juan Pedro, a los 6 años de edad. Me dedicaba a limpiar y acompañarlo la mayor parte del tiempo. El me pedía que yo jugara con su hijo Juan Pedrito, pero la Señora Delia, no me dejaba. Juan Pedrito, solo, y únicamente jugaba con otros ladinos que visitaban la hacienda.

Don Juan Pedro entonces me trataba diferente. En eso entonces se acostumbraba que los mozos de los ladinos se pusieran a pie del caballo para que los hacendados se pudieran subir al caballo, utilizando de banco la espalda del mozo. Una primera y única vez intente hacer eso con Don Juan Pedro, y me dio una gran regañada como nunca antes. Me dijo: ¿Qué clase de ser humano crees que soy?, que no vasto con haberte salvado la vida, para que sigas creyendo que soy tan perverso, siniestro, inhumano como los demás ladinos hacendados que viven aquí, ¿Que no sientes mi compasión hacia ti? La verdad no entendí en su momento lo que me dijo. Pero ahora lo entiendo. Diría una viejita de mi pueblo: “pa que puctas ya”. Pero lo entiendo. Y es que Don Juan Pedro solo buscaba agradar al pueblo. En esa insistencia, forro de insolencia su existencia.

El brujo de la cascada era famoso y además heredero de la curandería, pues era un don familiar. Este, era famoso entre indios de la región. Venían y bajaban de todos lados para ser sanados de cuerpo y espíritu por el brujo de la cascada. Dependiendo de tus necesidades, este te atendía. Cada curación dependía de las personas. Y se decía como un secreto a voces; que el brujo de la cascada fue el quien predijo, diciendo: “nosotros los indios jamás dejaríamos nuestras tierras, ni nuestras costumbres y alimentos sagrados, sino, que los ladinos un día se confiarían y los conquistadores, serán conquistados de una manera sublime”. Era sabido que el brujo de la cascada, pacto con los Frailes y demás autoridades, para que lo dejaran en paz, se dice que también les echó una mano, diciendo donde fundarían la siguiente ciudad y algunas otras predicciones que claramente fueron ciertas. Además que vivía, dentro de la cascada, y dentro de una cueva que para entrar y llegar a su santuario, tenías que bajar 1500 escalones y que si no ibas con fe al brujo y a su magia, simplemente no salías de la maldita cueva. El brujo solo trabajaba de noche. Por ello era muy difícil acudir a él y a su recinto, pero para doña Delia Villegas no había límites de nada y según dicen las malas lenguas, que acudía al brujo para preguntar de su amor pasado, pues Don Juan Pedro la había robado pese que ella ya estaba comprometida con otro hombre; y otros dicen, que tuvieron estos dos, doña Delia y el brujo, un romance maligno, pero a la vez ferviente y ardoroso, y ni con toda el agua y ruido de la cascada, se calmaba aquel. Quién sabe.

Cada vez más, yo veía a Don Juan Pedro mal, inquieto e impaciente. Ya habían pasado varios años. Y su situación parecía empeorar más. Estaba acabando con su hacienda, tratando de agradar al pueblo. Cada festividad tiraba la casa por la ventada, diría mi madre. Y todo esto le ocasionaba muchos problemas con doña Delia Villegas. Tantos problemas, que aumentaron las visitas de ella para con el brujo. Y cada vez, era más notoria la mentira que doña Delia se iba para las capitales y la frontera a conseguir supuestamente cosas para la hacienda. Y en esos días don Juan Pedro sufría más. Pues solo quedábamos mi madre y yo para hacerle compañía, toda la demás servidumbre se iba con la señora Delia.

La muerte de Don Juan Pedro o más bien locura de este, empezó un día que se cayó del caballo y del golpe quedo inconsciente 3 días, y que mi mama y yo pensábamos que ya se había muerto. Y fue el brujo de la cascada que con hierbas y cantos de tambor y carrizo lo sano.

Al despertarse Don Juan Pedro se despertó diciendo que él era, el nuevo curandero del pueblo grande. Que Dios le había dado la facultan de sanar con rosas y hacer operaciones y de predecir el futuro con solo ver la caca de las personas. Mi mama se reía, y me decía que estaba loco, que el golpe lo había dejado totoreco y sonso. Pero yo veía en los ojos de Don Juan Pedro, que él decía la verdad. Obviamente, fui al primero que le leyó su caca o mierda como él decía. Me dijo; “Chilam mañana que vengas de tu casa, vienes y te cagas allá atrás del patio, y cuidadito sino, tengo que empezar a practicar mi don con alguien”. Al otro día, eso hice, llegue y me cague. La verdad cague tanto y tan apestoso, que recuerdo haber sonreído porque pensé, Don Juan Pedro, no va poder predecir nada con este olor tan asqueroso y apestoso. Un día antes había comido frijol, carne de puerco y wachi. Cuando acabe de cagar, fui avisarle a Don Juan Pedro, y quien se levantó entusiasmado de aquel aviso. Y me dijo; ven para acá, déjame tocarte la cabeza. Me toco la cabeza y cerró los ojos y ahora si estoy listo. Entonces se quedó viendo fijamente mi mierda y se acercó tanto y tan cerca, que por un momento pensé que la comería o que se vomitaría por el olor, así se le pasaría su locura. Pero no al contrario, muy concentrado y después de algunos minutos. Se volvió a su postura y me dijo: “vas a vivir mucho y vas a morir viejo, quizás a los 88 o 98 años, no sé, no pude ver bien, pero si y así”. Eso fue todo y se fue. Claramente Don Juan Pedro, no se detuvo con mi mierda y ordeno día a día, que los demás trabajadores llegaran a defecar a la parte de atrás de su patio. Quienes decían que solo les decía cosas que ya sabían o cosas del futuro que obviamente no podían comprobar.

Hasta que un día a uno de los trabajadores le dijo: “antes de llegar a tu casa hoy, detente y da dos pasos hacia atrás”. El trabajador lo hizo. Y de repente, el árbol de mezquite, el más alto, se desplomo así repente y justo le cayó en las narices al trabajador. Esto se corrió como agua de río. Todos se supieron de las habilidades de Don Juan Pedro. Entonces ahí estaba Don Juan Pedro, leyendo mierdas a todo mundo que se lo pedía, ahora si el pueblo hacía fila para que le contaran su suerte y le curaran con rosas, las curaciones eran eficaces como las predicciones. Don Juan Pedro se volvió tan famoso que empezó a ser buscado por aquellos que eran fieros seguidores del brujo de la cascada. Y como Don Juan Pedro para que tuviera más eficacia sus predicciones daba de comer a sus visitantes y muchos llevaban, guajolotes, cochis, pollos, vacas y demás cosas para hacer un festín y fiesta. Aquello se volvió una locura. Y los del pueblo querían volverlo el representante de los indios. Fue su época más feliz de Don Juan Pedro. Yo podía verlo en sus ojos, su alma brillaba tras de ellos.

Esto sorprendió y dejo de ser gracia para los grupos de poder en aquel entonces. Hasta el brujo estaba enojado, pues ahora nadie iba a verlo. Todo era en la hacienda de Don Juan Pedro, que se convirtió en una gran comuna llena de gente, buena y bondadosa.

Esto no le gusto a la alcaldía mayor y menos a la iglesia. Mandaron a llamar a Don Juan Pedro. Siendo un hombre educado y ferviente creyente de sus poderes convenció a la mayoría de sus poderes y no tuvieron argumentos suficientes para prohibirle a Don Juan Pedro sus actividades de adivino de mierdas. Es más Don Juan Pedro, logró hacer que la alcaldía mayor y todos los involucrados, vieran al brujo de la cascada como amenaza para la paz y el fortalecimiento de la sociedad.

Y así Don Juan Pedro, se convirtió en referente, paso de ser Don Juan Pedro al brujo de la caca, aquel que olía y observaba mierdas por minutos, y que además todo el año se festejaba en su hacienda, la sanación y las predicciones, y supuestamente él sabía cosas que ni las mismas personas sabían de ellas mismas, y cuando no sabía su paciente se quedaba días, conociendo y esperando que el don de Don Juan Pedro, se pusiera más enérgico o adivino.

Después de todo este arguende la única mierda que Don Juan Pedro, no había podido tener a su vista y de apreciar su olor era la mierda de su mismísima mujer que se había negado y se seguía negando, pese a la fortuna y el momento que vivía su marido. Hasta que un día Don Juan Pedro obligo a la señora Delia Villegas a cagarse en su cuarto y de no la dejaba salir al baño y como esta no aguanto, tuvo que hacerse en la mitad de su cuarto. Al menos eso supe. Ya que mi madre ese día del suceso me corrió y para que yo me fuera para la casa y que no regresara. Don Juan Pedro había enloquecido, después de leer la mierda de su esposa, decidió que tenía que darle muerte a latigazos o fuetazos. Así le hizo, la mato a latigazos, y obligo a sus trabajadores a esconder el cuerpo en su hacienda. Mi madre me dijo que Don Juan Pedro, se había convertido en las leyendas del mal en carne viva, y que se había poseído por algún demonio y después de su caída del cabello, quizás su espíritu realmente había muerto y otro espíritu se apodero de su cuerpo. Pero una de las muchachas lo denuncio con las autoridades y fue llevado a la plaza, y sentenciado previo a una pesquisa. Y sin dudarlo, lo colgaron en el árbol grande de la plaza. Donde años atrás habían ahorcado a los indios rebeldes. Lo peor de todo que el brujo de la cascada, se llevó a hijo de la señora Delia Villegas y Don Juan Pedro, a su cueva, dejándole la herencia de la curandería a Juan Pedrito, conocido después como el brujo mayor.

Después de la muerte Don Juan Pedro, todos los días después de cagar trato de saber si voy a morir a mis 88 o 98 años de edad, porque la verdad ya estoy bastante cansado y aburrido; pese a que estoy a vísperas de cumplir 88 años en estos días; me acongoja pensar si he de morir a mis 98 o ya pronto, porque de faltarme aun 10 años más, tendría que pedir me ayuden a ir a ver al el Brujo Mayor de la Cascada.

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