Otra vez bebiendo en algún bar de mala muerte en Barragán. Y ahí estaba, Bulletproof. Esa maldita canción me seguía a todos lados desde que mi esposa se mató. O tal vez era ella quien me seguía. Valeria, se mató una tarde de domingo de verano mientras yo hacia las compras de la semana en un super que se encontraba a tan solo unas cuadras de nuestro departamento. Calculo que, cuando yo estaba en la sección de carnes, ella estaba atando la soga que acabaría por ponerle fin a su vida al viejo candelabro que colgaba sobre la entrada de aquel departamento y, para cuando estaba pagando el ticket de estacionamiento, ella ya estaba suspendía debajo de ese mismo candelabro. Cuando llegue al departamento ya no quedaba ni rastro de vida en su mirada, Se había tornado eterna y me miraba directamente a los ojos. Viéndola así, levitando, con los senos al aire y un largo vestido que le adornaba el cuerpo, juraría que de ella emanaba más vida que nunca, pero era todo lo contrario. Ahora se había convertido en un fantasma, levitando, con los senos al aire y un largo vestido blanco que le adornaba el cuerpo.

Ese fue el primer encuentro que tuve con Bulletproof. Valeria se suicidó escuchando un loop de esa canción. Exactamente cuándo entre estaba sonando el coro, pero en aquel momento ni siquiera le preste atención, pues yo estaba más preocupado por el cuerpo de mi esposa que colgaba bajo el candelabro que por una estúpida canción de Radiohead. Fue tanta la irrelevancia que le di a aquella melodía que hasta se me olvido que canción era. No fue sino hasta semanas después cuando la volví a escuchar. En ese periodo me dio por viajar en carro sobre toda la costa de México, para desahogar mi tristeza y, quizá, conseguir olvidarme de la muerte de Valeria, pero no fue así. Pues una tarde cerca del extremo norte de Veracruz, cuando estaba a punto de cruzar al siguiente estado, sonó esa canción en la radio. Me resultaba familiar pero no lograba recordar de donde la conocía. La letra, la melodía y las hermosas vistas del atardecer a través del cristal de mi carro, me hicieron sentir por unos instantes una sensación de calma y armonía, hasta que llego la parte del coro. Ahí fue cuando la reconocí y dije para mi

– ¡Vaya! pero si es la canción con la que se mató mi esposa-.

Tras recordar a Valeria, al compás de las notas de la canción, una enorme tristeza me invadió y sentí la necesidad de yo también morir, comencé a acelerar el carro a fondo sin importarme en lo más mínimo a donde fuera a parar, pero una llamada de mi madre me detuvo. Ese mismo día volví a casa.

La segunda vez que la volví a escuchar fue en un bar meses más tarde. Todo iba relativamente bien hasta que Bulletproof sonó por los altavoces de aquel lugar. Yo solo di un largo suspiro, le pregunte al bar tender quien había puesto la canción y, cuando me refirió, sin dudarlo me levante de mi lugar, me dirigí hacia el sujeto y le partí la cara. Me echaron de aquel lugar y por un tiempo deje de frecuentar los bares. La tercera ocasión sucedió en una reunión con los colegas del trabajo. Ya bien tarde y al calor de las copas, a uno de ellos se le ocurrió que sería buena idea sacar una guitarra y comenzar a tocar, el problema fue que toco esa condenada canción. De todas las canciones que existen en el mundo tuvo que específicamente comenzar por tocar Bulletproof. Si mi trabajo no dependiera de ello, esa misma noche hubiera mandado al hospital a aquel tipo, en su lugar, me levante sin decir nada, abandone aquella reunión sin despedirme y jamás volví a dirigirle la palabra a ese sujeto. También deje de ir a fiestas y reuniones. Después empeoro todo, pues no importa que hiciera o a donde fuera, por una u otra razón, siempre me seguía Bulletproof y, por lo tanto, siempre me seguía Valeria. Trate de luchar conta ello, pero fue inútil, tanto la canción como Valeria, siempre estaban ahí. Así que acabe por resignarme y aceptar que Bulletproof
sería mi maldición hasta el final de mis días. 

Y así fue, hasta hoy, cuando aquel sujeto empezó a interpretar la canción en aquel bar de barragán. Yo ya ni siquiera le preste atención y me resumí a seguir bebiendo y esperar a que la canción acabara y empezara a tocar otra. Pero había algo, algo en la manera en cómo ese sujeto tocaba las cuerdas y como cantaba, que me conmovió, ni siquiera la versión original dolía tanto. Así que, irremediablemente, volví a pensar en Valeria, y, al canto melancólico de aquel interprete, me di cuenta de todo. Pensé en todo lo que paso, en los años que me tomo para siquiera convencerla de que fuera mi novia y la inmensa lucha que tuve que hacer para que se casara conmigo. Valeria jamás me amo, y muy probablemente jamás amo a nada, fue por ello que decidió partir. Ahora todo tenía sentido, había vivido en un engaño y hasta ahora recién me daba cuenta. Valeria por su parte, vivía al día en su realidad, sabiendo bien lo que quería, o más bien, lo que no. Fue así como llego a la conclusión de que morir seria lo mejor. Ella siempre me reclamaba que yo no en la entendía y que nunca nadie llegaría a entenderla, había cosas de ella que nunca conto a nadie y que se quedó para si hasta su muerte, pero en ese momento la entendí. Y la entendí mejor que nadie. Así por fin la deje ir, y con ella también deje ir al gran peso que llevaba encima. No sé si Bulletproof es mi maldición, pero sí sé que algo tiene que ver esa canción en todo esto. Tampoco sé si me seguirá el resto de mi vida, pero ahora estoy bien con ello. Pues gracias a la canción con la que se mató mi esposa, yo pude entender su muerte y comenzar de nuevo mi vida. Cuando aquel sujeto hubo acabado de interpretar la canción, me levente de mi lugar, fui hacia él, lo abracé y le dije

-Gracias-.

Para Valeria Ortiz: Porque yo aun no soy a prueba de balas.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS