Las personas más tradicionalistas interpretaron las figuras que comenzaron a aparecer por toda la ciudad a finales del año como un atentado directo contra la iglesia y religión. Desde la óptica cristiana, católica y apostólica los responsables habían difamado uno de sus principales símbolos, el más religioso y sagrado. Para otras personas esas figuras eran simplemente arte en su expresión más pura y natural, sin fines comerciales y de lucro, ni con reflectores publicitarios. Unas cuantas personas más alocadas afirmaron que era una protesta muy ingeniosa y corriente ante el desabasto de papel higiénico, causado por el pavor social ante el inicio de una pandemia mundial sin precedente alguno. Y muy pocas, las más radicales se podría decir, aseguraron que eran símbolos de protección como los que habían dibujado los antiguos hebreos en sus casas para sobrevivir a la última plaga en Egipto. Sin duda alguna, la aparición de estas cruces causó incomodidad, intriga y risas entre propios y extraños.
Ante la falta de respuesta por parte del gobierno, varios cibernautas decidieron investigar a fondo su origen y sus causas. Las personas curiosas se dieron cita en una página de Facebook titulada «Testigos de las cruces de caca». Uno de los administradores publicó información sobre su primer encuentro: 2 de diciembre en la Calzada Independencia, acompañado de una fotografía en la que se veía una cruz pintada (supuestamente de heces) debajo del barandal de un puente peatonal, sobre una Avenida. A esta publicación le siguieron otras más, con el mismo patrón: fecha, ubicación y foto de cruces de caca. Así, se leía en el grupo: 28 de diciembre, afuera del Rooster Kitchen; 14 de diciembre en la calle Juan Ruiz de Alarcón; 17 de diciembre, Calzada Jesús Gonzáles; 22 de diciembre en la Unidad Deportiva de Colón. Uno de los integrantes de la comunidad decidió unir los cinco puntos de las principales ubicaciones de las cruces, y a su forma la nombró como el pentáculo de la deyección. ¿El área dentro de las cinco puntas era lo que al artista su estudio? ¿Lo que al sacerdote un templo? ¿Lo que a un manifestante la calle?
Todas las cruces de excremento tenían un grosor aproximado de tres dedos, trazadas de arriba hacia abajo y de izquierda hacia derecha. La materia fecal era más abundante en el lado superior de la línea vertical de la cruz y en el lado izquierdo de la horizontal, en donde seguramente habían recargado sus dedos, o algún pincel o brocha para iniciar cada línea. Nadie conocía el origen del material, si era propio o ajeno, humano o animal, incluso si estaba fresco o venía añejado. Con tan poca evidencia, los integrantes del grupo llegaron solo a unas cuantas conclusiones claras. Primero, que la persona responsable trabajaba durante la noche o madrugada cuando no había luz, debido a las horas de sus avistamiento. Segundo, no era alguien a quien le preocuparan las formas porque sus cruces eran antiestéticas con trazos imprecisos, salvajes y espontáneos. Y tercero, que seguramente su ubicación y forma encubrían algún mensaje, ya que parecían estar conectadas más allá de sus trazos.
Las cruces desaparecieron a principios del año, un mes después de su advenimiento. La desaparición de las cruces de caca trajo una calma relativa a la sociedad que no pudo apaciguar sus interrogantes, incluso incrementaron: ¿Quién lo había hecho? ¿De verdad alguien era capaz de usar excremento para poner cruces alrededor de la ciudad? ¿Habría sido una cliente insatisfecha del Walmart que, ante la escasez de papel de baño, decidió cagarse durante varios días y con eso pintar cruces para representar su enojo y frustración ante la empresa? ¿Algún pintor que, con el encierro forzado ante una pandemia mundial, regresó a los conceptos más antiguos de su oficio y decidió reencontrar su inspiración en las heces? ¿Una católica que vio por primera vez la película «Spotlight»? ¿Un vagabundo demente que ponía cruces de excremento para pedir ayuda? El grupo de Facebook, junto con las dudas, crecieron en los meses posteriores a su desaparición.
A mediados de año reapareció una cruz de caca en una pared blanca del Hospicio Cabañas, por el centro de la ciudad, muy cerca de los puntos previamente identificados. El modo de obrar, a simple vista, parecía ser el mismo que el de las obras originales decembrinas, pero había algunos detalles que no coincidían. Las líneas eran más gruesas, tal vez de un par de dedos más, y la materia fecal se concentraba en el medio de la figura, en donde las dos líneas se entrecruzaban, como si ahora el inicio de la obra fuera el centro. La línea horizontal tenía, además, una ligera curvatura en sus dos extremos. ¿Sería el mismo autor pero con prisa, o uno de sus discípulos? En el transcurso de los siguientes meses, más cruces de caca aparecieron alrededor de la ciudad, pero todas incumplían la técnica de las cinco originales: tenían trazos más ligeros, colores más fríos, ubicaciones muy lejanas y desconectadas entre sí, tamaños más grandes y formas trastocadas.
Mientras que las autoridades estatales y municipales siguieron ignorando este suceso, como si fuera normal amanecer con cruces de caca pintadas por toda la ciudad, los cibernautas se reagruparon en el grupo de Facebook para determinar de una vez por todas lo que estaba sucediendo. Debido a su popularidad, para ser parte de dicha secta detectivesca, los fundadores impusieron el cumplimiento de tres mandamientos simples y fundamentales: «Creerás en las cruces de caca sobre todas las cosas»; «Siempre tratarás con respeto a las demás personas»; «No replicarás las cruces en tu ciudad». Más de trece mil discípulos se reunieron diariamente durante los siguientes seis meses para discutir este fenómeno inexplicable, preguntar si alguien había encontrado nueva evidencia y, sobre todo, compartir un sinfín de disparates sobre su origen y significado: alienígenas que pintaron las cruces porque eran un saludo en su idioma; gente que recibió la vacuna contra el COVID y con los efectos secundarios perdió la cordura, defecó constantemente y lo manifestó públicamente; empleados gubernamentales obligados a llenar de excremento las paredes para desviar la atención del exceso de muertes durante la pandemia; e incluso se llegó a afirmar que fueron aficionados de las Chivas que descargaron su enojo ante la racha de derrotas sin precedente alguno de su equipo.
Ninguna de las hipótesis fue ni ha sido corroborada hasta el día de hoy. La última vez que alguien vio una cruz fecal fue a finales de ese mismo año, en una pared en el centro de la ciudad, sin tener la certeza que era una nueva debido a su evidente desgaste. Los testigos de este fenómeno basaron sus creencias en heces ajenas, en figuras creadas con desechos que despiden los cuerpos, por casi un año completo, pero nunca pudieron darle un significado, una razón de existir, una simple explicación a tal sinsentido. Y fieles a su devoción, siguen esperando el glorioso retorno de las cruces de caca.
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