El cielo verdoso de valencia baila sobre una pequeña casa donde Pedro de 20 años mira por su única ventana, la guerra a comenzado. Afuera se ve como los ingleses recubren con trozos de metal el cuerpo de los españoles, él está tranquilo pues su trabajo se limita a observar y a anotar a cada uno de los muertos, no es un trabajo fácil pues los muertos se cuentan por miles, un papel de al menos 3 metros de largo, se extiende por el piso de su habitación, en él se observan toda clase de nombres y apellidos, algunos en inglés y otros en español. De pronto algo interrumpe su contemplación, una mujer corre entre las balas con un bebe en brazos, las balas que la tocan se convierten en flores amarillas, es la esperanza, ha sido invocada por los soldados españoles que yacen sin piernas y sin brazos, hartos de la guerra, hartos de la vida. Pedro maldice, llamar a la esperanza es un acto estúpido para él, “miserables cobardes” exclama mientras agarra una escopeta colgada en la pared y apunta hacia la mujer, las balas de los soldados no pueden hacerle daño, sin embargo, las balas de un mero observador del infierno, son mortales aun para ella. El gatillo es apretado, la bala atraviesa el campo de batalla hasta llegar al pecho de la mujer, la sangre comienza a brotar, abatida por el disparo, la mujer deja caer al bebe, esta rueda por una trinchera hasta llegar a los pies de un general inglés, que ordena a sus soldados dispararle, estos acatan sus órdenes, pero sin efecto alguno. Pedro se prepara para disparar otra vez, pero es detenido por una luz que hace desaparecer el cadáver de la mujer y al bebe intocable, los soldados que la invocaron han muerto. Cansado por lo acontecido Pedro deja caer la escopeta y se sienta nuevamente para seguir anotando. Los españoles están perdiendo, los ingleses avanzan por todo el país como hormigas. Durante la noche , los sonidos de las balas al desprenderse del cañón de las escopetas retumban como grillos, Pedro duerme, es su momento de descanso, para él la guerra desaparece y el tiempo también. El sol atraviesa su ventana y choca contra su rostro, de mal humor, se levanta y camina hasta el baño, se coloca su bata y se sienta a escribir, mil hombres han muertos mientras el dormía, mil nombres para escribir, aun sin desayunar comienza a tallar con su lápiz en el papel. La hora de la muerte ha llegado, los ingleses han ganado, el príncipe de España ha sido profanado y ejecutado enfrente de su pueblo, es el único nombre que Pedro no escribe, ha cumplido con su deber. Un ángel baja del cielo a llevarse el papel, Pedro nota que el ángel llora, no le importa realmente, lo único que quiere ahora, es desayunar para luego poder dormir tranquilamente, olvidarse de la guerra, del tiempo y de la vida.
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