A Don Eliodoro lo mataron de un balazo en el pecho y después lo tiraron al barranco detrás de la Conasupo del pueblo. Cuando levantaron el cuerpo se arremolinó un contingente de niños que miraban atentos las acciones policiacas del comisario ejidal; Paulino el vitalicio comisario, bajó al barranco y le amarró al finado una reata a los pies para jalarlo desde arriba con su Ford destartalada. Al terminar de subirlo lo echó a la caja de la troca y arrancó rumbo a la casa del difunto, cuando llegaron, la esposa del difunto ya sabía lo sucedido y lloraba desconsolada dentro de la casa junto con su hijo.
Hace dos días Don Eliodoro ordeñaba sus vacas con su hijo Romelio, cuando una camioneta muy bonita de esas que en el pueblo nunca se han visto se estacionó en el corral, de ella se bajó un hombre de camisa muy planchada, pero con los sobacos amarillos, que portaba una pistola en su cinturón:
-Buenas tardes, Don Eliodoro.
Eliodoro sin conocerlo le contestó con un “eitale” mientras observaba de reojo la pistola del extraño.
– Vengo a comprarle sus tierras, y tengo una oferta que no puede negar.
– ¡Yo no vendo nada!, así usted me diera su camioneta.
– Se me hace que usted no tiene opción, el diputado quiere sus tierras para poner nogales y o vende o se las quitamos junto con los “huevos”.
– ¡Lárguese de mi corral!, hijo de la chingada.
La mañana siguiente Eliodoro, molesto, pero también preocupado, fue a platicar con su compadre Juan, el presidente ejidal, al conocer la noticia este solo atinó a decirle “pos venda Eliodoro, ese viejo es peligroso, no se meta en problemas”.
– ¿Cómo que venda?, no tengo a donde ir, ¿y mis vacas?, eso es la herencia de mijo.
– Uste sabe compadre, pero ándese con cuidado.
Después de hablar con su compadre y sentirse peor, Eliodoro fue a refrescarse la garganta con un tequila a la cantina, se sentó a la barra y pidió la botella completa, llevaba su tercer trago cuando entró el matón del diputado con otros dos empistolados:
– Don Eliodoro, Aquí traigo cinco mil pesos, tiene dos opciones o los acepta o me lo chingo.
– ¿Qué voy a hacer con tan poquito dinero?
– ¡Aceptelo cabrón!
Eliodoro trató de correr, pero lo agarraron.
Se lo llevaron a empujones y culatazos hasta la mitad de la calle, y allí, a medio día, frente a muchas personas, le dieron un balazo.
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