Nos faltó el abrazo amigo mío,

y que derraparan las manos por los lados del pecho,

tratando de tocar los dos corazones.

Cuánto tiempo desperdigado se fue por debajo de los sueños.

Siempre igual, ya no me daba cuenta y dormía sin piedad,

pensando que yo estaba y que tú estabas también.

Como hubiera sabido que ayer, tan solo ayer,

que ayer era el día.

Sin embargo, nos sentamos a hablar de esta vida.

yo te dije:

mira la parte más sensata, ocuparemos más nuestros recuerdos.

Y tú dijiste:

la vida es una guerra que siempre hay que agradecer.

Sí, tú eres la gran contienda que agradezco,

mi paz inconexa, mi tiempo de vida,

mi hallazgo, mi descubrimiento,

mi toque de queda.

Nadaré el océano que nos separa,

deduciré de los caminos equivocados,

el correcto.

Y llegaré finalmente.

Para la amistad no existe el mar.

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