Si me ves marchar 

y no me vuelvo a buscar tus ojos,

es porque no albergo la esperanza 

de que mi viaje continúe contigo.

Si me llamas y al hacerlo

no vuelvo sobre mis pasos a abrazarte, 

aunque aún me veas

ya me he ido.

Si una lágrima fugitiva 

escapa de la prisión de tus pestañas

y surca tus mejillas para morir en tus labios

habrá otra lágrima fugitiva que irá a morir en los míos.

Cuando sientas que el corazón 

se te desgarra y te engulle la pena

ódiame si es necesario en vez de quererme

pero deja que mis pasos guíen mi vereda. 

Quédate tus recuerdos que yo llevo los míos;

las fotos, los abrazos, los polvos, los te quiero, 

las cartas de amor y las poesías que te escribí

y riega el cactus, que está el pobre chuchurrío.

Si después de nuestro tiempo juntos

el amor caprichoso se torna esquivo,

búscalo en los ojos de un perro

y deja que te enseñe,

su para siempre, es siempre definitivo.

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