Odio el miedo…
Odio las mentes incapaces de lanzarse al abismo, por el miedo; invalidando los sentimientos, denigrando los anhelos.
Odio la incoherencia que emana desde el mismo, llena de contradicciones efímeras; que cada día cambian, cada semana desaparecen.
Detesto mirar a los ojos expresando lo que siento desde mi poética novata y presenciar cómo quebrantan mi brillo, como susurra el pavor.
El miedo opaca, impide, demerita
Consume a ambas partes, a todas las presentes en su círculo de terror.
El miedo petrifica la capacidad de intentar.
Debilita las ideas y posibilidades de ser enaltecido y abrazado por la valentía de la intención.
Intentar, intentar, intentar.
Eso es lo que necesito hacer y lo que deseo llegue a mi vida; alguien que quiera intentar,
que se lance conmigo y mi locura emocional a lo desconocido.
Que no se cubra detrás de los muros insolentes del temor.
Que navegue con mi presencia a eso que le causa intriga de lo que le doy; de lo que soy.
No necesito de más dudas, ni de peros.
Necesito cambiar mi rumbo y no lo haré si sigo acompañada del tal vez o del puede ser.
Ahora quiero la valentía para crecer como persona, poeta y amante empedernida.
No necesito de más pánico a ser feliz, así no sea de por vida,
al fin y al cabo, sé que entregaré noches calurosas de cariño inigualable, que darán mucho valor a tales días.
Experimentar la traicionera felicidad es lo que nos da fuerza, no hay que detenerse a encontrar una que sea constante, por unos cuantos débiles intentos con personas frágiles.
Odio el miedo…
Y mi pasado no frenará la intención que llevo hoy para llenar mi vida de color.
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