
La tía Claudia me llamó el lunes. Su voz en el teléfono sonaba más chillona que de costumbre, evidentemente estaba muy feliz y sus palabras lo confirmaron. Me contó que al fin iba a recibir la herencia aquella de la que me había hablado. Ese mismo viernes le sería entregada, según los abogados le habían dicho.
La tía Claudia fue empleada doméstica desde los quince años y en los últimos veinte había trabajado con cama, cuidando a doña Mirna, una señora adinerada y sin hijos.
Luego de un tiempo la relación entre las dos mujeres se convirtió en una amistad, una relación simbiótica en la que cada una conocía los pensamientos de la otra. Creo que para la tía su patrona era como la hermana que la vida no le había dado.
En los últimos dos años la salud de la patrona se deterioró de a poco, a punto que luego de una triste agonía, falleció hacia ya unos tres meses.
La tía estuvo a su lado hasta el final y sufrió muchísimo con la partida de su amiga lo que además le originó quedarse sin trabajo y estar viviendo de agregada en la casa de su cuñada.
Pero antes de morir doña Mirna le anuncio que la había incluido en su testamento.
La tía sufrió y lloró su muerte y aunque no era interesada, esas palabras le daban una esperanza para un futuro mejor. Así fue que cuando por fin los abogados la citaron, su felicidad y ansiedad eran notorias.
La tía Claudia siguió hablando al otro lado del teléfono:
-Querida -dijo- al fin la vida me sonríe, después de tantos años de sacrificio Dios se acordó de mí, bueno Dios y la bendita Mirna, que en paz descanse !
– Sabes?, ya pensé todo lo que haré con los bienes de la herencia, venderé la casa grande y compraré una más pequeña y con lo que me quede de plata tendré suficiente para vivir sin privaciones por un buen tiempo, comprarme ropa nueva y darme los gustos.
Por último me preguntó, -Decime querida, nunca te he podido hacer un buen regalo, y ya que en unos días es tu cumpleaños .¿qué te gustaría que te regale? pide lo que quieras.
-No tía, contesté, no te preocupes, seguro sería bueno tu regalo, pero disfrutá tu herencia que te la merecés; con que me invites a tomar un té en tu casa nueva estaré feliz .La tía insistió y ante su insistencia, a modo de sugerencia implícita, le di el nombre de mi perfume importado favorito que cuesta carísimo.
-Seguro, mi querida, ya es tuyo…!, dijo.
Colgué el teléfono compartiendo la felicidad de Claudia y pensando en la promesa de mi regalo, aunque quizás, me dije, debería haber pedido un pequeño préstamo en efectivo, ya que un dinerillo nunca viene mal…
Me imaginé a la tía en su nueva situación, vendiendo y comprando la propiedad, sus visitas a inmobiliarias, eligiendo barrios para vivir, cómo efectuar la mejor inversión, tal vez me fuera contando cada paso que daba. La imaginé finalmente sirviéndome un té con bizcochitos en su nueva casa.
El mensaje en mi celular llegó poco después de las 15.30, decìa:»Tu tía sufrió una descompensación producto de la emoción, en el estudio jurídico. Estuvo en emergencias, en observación, pero ya está bien, en reposo en casa. Mariana.» Era su cuñada.
Dejé mi trabajo de la tarde y salí para visitarla. Cuando Mariana me hizo entrar, le pregunté detalles pero solo dijo: -Fue muy grande la emoción!, pasá, está en su cuarto esperándote.
Estaba acostada en la cama y lo primero que se me ocurrió decir fue una expresión de aliento: -Hola tía, cómo te vas a poner así! Ya sabías lo que iba a pasar…,el dinero cambia la vida, claro, pero te ayudaremos en los trámites y en lo que necesites, quédate tranquila…
Ella sin embargo, movía la cabeza de un lado a otro en un gesto negativo.
Su voz estaba casi quebrada en un tono de desaliento. -Ay querida, me dijo, mirá allí, sobre la mesa de luz.
En la mesa había una cajita pequeña de madera. –Tómala !, dijo, abrila ! y mira !. Así lo hice, y vi que adentro habían algunas cosas antiguas:
un anillo pequeño de un material dorado que supuse de oro, una cadenita con un relicario, dos hermosos rosarios y una hoja de papel doblada que era en realidad una carta. La desdoble y la leí.
Querida amiga Claudia:
Estos años has sido para mí más que una empleada, en realidad una verdadera amiga que me ha ayudado mucho, a quien siempre he tenido a mi lado y de quien estoy muy agradecida. Sé que pronto dejaré este mundo, por eso te escribo para contarte lo que he decidido: He dejado todas mis propiedades y dinero a las instituciones de ayuda comunitaria que consideré más necesitadas. La casa grande en donde vivimos, la dejé a la iglesia, ya que no dudo que nuestro querido cura párroco le dará un buen uso en su constante obra de caridad, y el dinero en efectivo, será para varios merenderos de esta y otras ciudades. Imagino que estarás de acuerdo conmigo, ya que tantas veces lloramos juntas viendo a esos pequeños niños carenciados y a esas personas tan humildes, recuerdas?
Pero a ti te dejo mis más queridas posesiones. El anillo que era de mi bisabuela y que mi madre me dio al cumplir 15 años, el relicario que me regaló mi esposo al mes de noviazgo y mis rosarios para que reces por mi alma.
Además te dejo todos los elementos de la cocina que te serán seguramente de gran utilidad, cacerolas, cucharones y los cubiertos de uso diario, aquellos que usaste cuando me cocinabas, siempre con tan buen gusto…
Si estás leyendo esto es porque ya no estoy en este mundo, y ten la certeza que desde el otro, estaré pidiendo por tì.
Con todo cariño Mirna.
Miré a la tía Claudia con un gesto de estupor, y algo de desazón. Mágicamente su rostro cambió de la tristeza a una mueca irónica y después estalló a reir mientras sacudía uno de los viejos cucharones en su mano derecha.
Me senté en su cama, nos abrazamos y ambas reímos a carcajadas, hasta llorar de la risa… .
OPINIONES Y COMENTARIOS