Brisa Berenice Hernández Domínguez.

Grupo: 401

¿Qué es la vida?

Definiciones existen varias pero a quien no le ha tocado dar una definición personal acerca de esta palabra tan utilizada. Una palabra tan utilizada, pero a veces tan poco entendida. En el diccionario de la Real Academia Española, “vida” posee unas veinte definiciones. Algunas de ellos son:

Fuerza o actividad interna sustancial, mediante la que obra el ser que la posee. Estado de actividad de los seres orgánicos. Unión del alma y del cuerpo. Espacio de tiempo que transcurre desde el nacimiento de un animal o un vegetal hasta su muerte.

Analizando estas definiciones, podemos ver que existe un elemento común en todas ellas, el cual consiste en un dinamismo, en un movimiento continuo. La vida es eso, es movimiento continuo, es acción.

Otro elemento frecuente para entender el concepto tiene que ver con el aspecto espiritual. La vida no es solo movimiento, es también “alma”. Las almas hacen referencia a un elemento no visible.

La vida como acción: la necesidad de lanzarse

El mundo no se detiene. Aun no haciendo nada, aun en el más completo silencio o en la paz más tranquila, existe un devenir como invisible, imparable, inevitable.

Estamos en una sociedad que cada día quiere vivir más deprisa. Impulsado por el avance de la globalización, vivimos pero sin vivir. Cabe preguntarnos seriamente, cuando consiente estamos de esta avance. Vivir pero no sentir. Dejar que la vida y sus caminos nos consuman.

Oscar Wilde decía que “Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo”.

Un objeto existe, un paisaje, una mesa. Pero, nosotros, podemos también dejarnos “existir” y quedarnos quieto, mientras la vida avanza. Por tanto, la inercia de la vida es equivalente a la muerte misma de nuestro espíritu.

Ejemplo concreto: Juan, trabaja todos los días en una oficina de correos. Se pasa el día, de ocho a cinco de la tarde ordenando cartas, cargando datos en el ordenador. Juan tiene una mirada muy seria todo el día. No le gusta su trabajo, pero tampoco parece disgustarlo. Se podría afirmar que le es indiferente si siente que debe trabajar simplemente para poder ganar el dinero necesario y así tener cubierto sus necesidades básicas.

Cuando tiene tiempo, a Juan le gusta pintar. Pero no lo hace siempre, a veces ya llega muy cansado y no tiene ánimos para tomar el pincel. Cuando pinta, se puede ver en su rostro una leve sonrisa. Se nota que le encanta ese breve tiempo en que puede sentirse libre, ser simplemente un artista que ama su arte y lo plasma. Pero la sonrisa y ese momento mágico dura muy poco. Al rato Juan ya cambia su rostro serio, y vuelve al trabajo, a su rutina.

Podríamos criticar la vida de Juan de muchas formas. Podríamos decir que tiene un trabajo miserable y que no se anima a dar el salto. ¿Salto para qué? Un salto de fe a creer en su propia potencialidad. En su propia fuerza interior.

Juan, como bien lo firma Oscar Wilde, solo “existe”, cuando realmente vive, aunque sea por un corto espacio de tiempo, es cuando pinta, cuando se le ve esa sonrisa en el rostro.

El rostro del tiempo, en realidad, no vive. La vida es un siempre tomar riesgos y lanzarse. Es creer en la propia capacidad y no dejarse llevar por la corriente por la que todos van como dormidos.

La vida está conformada por una serie de elecciones. Esto tiene como resultado que cada persona atraviese por diferentes experiencias, que terminan por definir su personalidad y perspectiva sobre el mundo. Esto es lo primero a tomar en cuenta cuando se habla del significado de la vida, pues los sentimientos experimentados tienen la capacidad de darle valor, motivando una decisión que tendrá consecuencias a corto, mediano o largo plazo.

Las consecuencias antes mencionadas, a su vez, traerán nuevas decisiones, creando un ciclo de aprendizaje que solo culmina con la muerte. De esta forma, se puede definir la vida como el conjunto de experiencias que nacen de las decisiones que debe tomar todo ser humano.

Por otro lado, es importante mencionar que en situaciones extremas tanto el cuerpo como la mente responderán de una manera distinta, adaptándose a las carencias o problemas que se estén presentando. La falta de sueño, el hacinamiento, e incluso situaciones que impiden acceder a las necesidades básicas tendrán un efecto variable en la vida de cualquier persona.

Existen innumerables doctrinas religiosas que plantean rituales o creencias que prometen mitigar el sufrimiento que algunos experimentan. Así nos encontramos con mucha gente que prefiere llevar su vida lejos de complicaciones existenciales, evitando buscar una respuesta propia y optando por definiciones colectivas que facilitan su toma de decisiones.

A pesar de las diferencias en la vida de cada persona, hay sentimientos positivos que todos pueden experimentar, los cuales se pueden convertir en importantes fuerzas para darle un significado personal. Uno de ellos es el amor, que es capaz de trascender el aspecto físico y generar una sensación de bienestar. Este tipo de fuerzas son esenciales, siendo posible sentir pasión por el arte u otros elementos externos, adquiriendo una dimensión espiritual que provoca felicidad.

En conclusión, para definir la vida es imprescindible hablar de las decisiones que tomamos y las experiencias resultantes. Todo esto estará influenciado por los sentimientos y sensaciones que se presenten, demostrando la importancia de reflexionar sobre uno mismo y el papel que tenemos en el mundo.

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