IV

Llegar a la cafetería era una aventura irrepetible siguiendo contigo el camino de siempre, el sol sale y siento que es una coincidencia porque estás sonriendo. Puedo ver en tus ojos lo risueña que eres mientras jugamos a alcanzarnos el uno al otro, cuando pisas las hojas de la banqueta y cuando me ves resbalar por ellas; siempre me ayudas a levantarme, aquí y en todos lados, pero tú eres quien me tiene cayendo una y otra vez en sueños de tu voz, de tu preciosa risa, tal vez no lo sepas, pero te seguiría a cualquier parte sólo para poder escucharte así. Qué interminable es el camino cuando se trata de llegar a ti, mi Elise.

Al entrar a la cafetería, tomo tu abrigo y espero para colgar también el mío; es tan cálido estar aquí, un lugar que siempre me ha de recordar a ti. Ordenamos, tú café americano y yo una cocoa, también un bisquet, estoy terriblemente abrumado como para hablar de La Otra Ciudad, pero tú querrás escuchar y al menos tener algo que comer podría ayudarme. 

—Étienne, ¿qué tal estuvo el viaje? ¿Cómo es allá?—, lo dices con tanta soltura y das un sorbo a tu taza sin dejar de mirarme, así no puedo. ¡Cielos, Elise! No sé hablarte.

—Mmm… En realidad no es tan diferente de este lugar, Lise, un suburbio que parece olvidado por el tiempo, con una media docena de tiendas más o menos grandes y dos cines, lo cual lo hace más moderno ya que nosotros sólo tenemos uno, además de que aquí no hay un lago de aguas cristalinas, pero eso es lo más interesante que encontrarás, aunque puede que sea mi percepción, ya que casi no salí de la posada, sólo fui al estudio durante las horas en que se daba el curso, pinté tres lienzos, no, creo que cinco y un par de bocetos para dejar una especie de registro, de verdad espero que les gusten, pero es difícil, ¿sabes? No hay muchas vacantes para asistir las galerías de La Otra Ciudad y tampoco galerías, lo único que te cautiva son las tardes violetas, deberías venir conmigo alguna vez, amarías la forma en que las nubes se reflejan en el lago en esta época, ¿te gustaría?— divagar en tus ojos mientras sueño con eso es adorable, pero de verdad espero que digas que sí.

—¡Claro! Me encantaría, amo mirar el cielo y creo que aún con mi imaginación soy incapaz de concebir la belleza que tú has visto, tenemos que ir; podríamos ir en bus o en tren y pasar a alguno de los sitios donde seguramente te contratarán, es tu vocación, estás destinado a ello, incluso si ahora sólo es como guía o para exponer piezas pequeñas. Te prometo que iré a verlas, ¿tú también vendrás a verme?

Sentirme tan seguro después de este tiempo fuera de Démarrer era un regalo que sólo tu presencia podía brindarme, me hacías sonreír a todas horas y la confianza me volvía al cuerpo porque de alguna u otra manera, me hacías creer en mí casi tanto como yo creía en ti.

—Elise, seré el primero en la fila del teatro, lo prometo. Y llevaré flores, sé que es complicado conseguir peonias en octubre, pero alguien aquí debe tener, ¿no te parece?— dime tú qué no haría por ti.

«¿Quedarme en Démarrer?».

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