El Espíritu del Vino

El Espíritu del Vino

David Aguilar

22/04/2022

Su cráneo, solo su cráneo había quedado. De quien había sido mi único confidente, el único que guardaba todos mis secretos. Y ahí lo tenía guardado juntando polvo. Nunca sabré si así lo hubiera querido pero no es algo que me preocupe. Si no me preocupa a mí, supongo que menos debe preocuparle a él, tener su cráneo.

Su nombre fue Jack Bones, curioso por su destino incierto. Trágico por sobre todo, pero somos hombres y sucedió hace mucho. Ninguna pena dura lo suficiente como para morir de llanto, o en alcohol. Nadie sabe lo que le pasó, ni yo lo sé, aún siendo su mejor amigo. Y solo podría sospechar una cosa, remitiéndome a la única prueba que tengo, su cabeza. Solo puedo intuir que fue decapitado ¿Por qué o por quién?, solo Dios sabe, y bien lo guarda en esa tumba que jamás fue hallada, si es que existe. Era mi amigo, en su momento me ha servido de consuelo imaginar que descansa en un digno sepulcro.

Tenía veintisiete años cuando desapareció, yo mismo hallé su cabeza a metros del último lugar donde fue visto, por su novia Charlotte, donde se habían encontrado. Él siempre la quiso oculta, muy pocos sabíamos de esa relación y tenían claros motivos para que ese amorío suceda en la clandestinidad. Pero aún así poco tenía que ver con su paradero, que justo se hayan encontrado allí ese día, fue solo casualidad, o por lo menos eso era lo más fiable de suponer.

Retomando con lo que sí puedo estar seguro, de que encontré su cabeza, se hallaba, repito, cerca del último lugar donde estuvo y fue visto. Era el único sitio donde me dispuse a buscar o más bien esperarlo. Si algo estaba pasando, incluso algo que amerite que termine desapareciendo y perdiendo su cabeza, me lo hubiera contado sin ninguna restricción. Por eso jamás imaginé que podía estar muerto, por eso lo esperaba en el último lugar que estuvo. Hasta que la encontré. Fue imposible determinar cuánto tiempo estuvo allí, en ese descampado. Ya casi no quedaba nada de su cabeza. Estaba helada, y reconocí que era la suya por el elástico rojo con el que ataba su pelo, que era de lo poco que quedaba en ese miembro,

Familia no tenía, la mayoría estaba muerta, su novia tuvo que hacer de cuenta que nunca existió. Y para la justicia, que un don nadie haya desaparecido dejando sólo su cráneo, era un asunto muy poco relevante. Por eso me la quedé yo y aquí la tengo todavía. De vez en cuando le hablo sobre alguna tontería, por esos huecos han entrado y salido miles de momentos y recuerdos de nuestra amistad. Solo cosas que quedan en mi memoria, pero quiero pensar que varias de ellas se guardan en esa calaca.

El duelo de su partida fue corto, nadie iba a recordarlo si nadie lo conocía, he sido yo el único que elevó una plegaria y algún que otro llanto lamentando su partida. El tiempo me hizo revivir en cada habitación de mi casa, cada momento que hemos compartido durante tantos años. De vez en cuando sentía su perfume en el ambiente, cerca de algún adorno que me ha regalado.

Algo bastante peculiar de Jack era su fanatismo por lo espiritual, nunca supe ni me ha incitado a realizar sesiones de espiritismo. Pero leía demasiados textos de ocultismo y la biblia, se obsesionó con William Blake, pasaba horas analizando sus obras literarias y pinturas, por mero gusto o curiosidad, nunca supe que haya indagado más allá dentro de todo eso, solo me hablaba al respecto, de ahí sé varias cosas y fui investigando otras. Eso es algo que me dejó, al día de hoy estoy tratando de comprender esa pasión, dónde empezó para él, y dónde es que termina. Hay ciertos momentos que pienso que algo de eso se llevó a la tumba, pero dudo tener la posibilidad de saberlo algún día. Es de esas circunstancias donde la esperanza se cruza con la razón.

NUESTROS NOMBRES

Nos conocimos muy casualmente en un bar, yo estaba vendiendo cuchillos, lo vi sentado solo y fui a ofrecerle. Evidentemente estaba pasando por momentos de incertidumbre y lo único que quería era beber, no le dio importancia a mi intención. Lo entendí, no quería ser molesto. Pero él estaba en las últimas gotas de su cordura, no tuve vergüenza de hablarle. Esa noche aprendí algo de muchas cosas valiosas que me enseñó a lo largo de su vida, había conocido a una persona misteriosa e interesante.

Me habló del asedio, que lo perseguía la culpa. Sin conocerme me hizo darle la razón, manos que lo asediaban y convertían en vacío su conciencia, era el alcohol ¿O acaso podía haber algo más? Yo no podía saberlo, pero lo intuía. Estaba perdido, y ya había pensado demasiado según sus alaridos. Durante unos minutos quedó con esa reflexión, que amanezca con guiños confusos y llegue la hora de irse, que deba dar la vuelta con ese miedo a mirar atrás, jamás habiendo ignorado el exceso. Donde la noche se hizo corta a pesar de todo, y él se retiró y yo hice lo mismo rato después, sin que hayamos sabido nuestros nombres. Mas quedó la esperanza de ese adiós como un grito. Lo iba a volver a ver pronto, estaba seguro.

TESORO

Nos encontramos varias veces, entablamos un vínculo de confianza, nos caíamos bien. Fue un buen tiempo, no fue largo, fue preciso. Sus problemas, de los que hablábamos, no eran demasiado ni para ser dramático. Simplemente estaba aburrido, obvio que es algo que veo recién ahora en esta situación y con todo lo que ocurrió después. Pero traté de ayudarlo en lo que pude. En este caso, en este foco, era firme en postularme algo que tenía muy aferrado. Lo empequeñece la altura, se le atascan las ideas de ese modo. Él entendía y ahora lo entiendo yo, que espiritualmente estaba buscando un equilibrio, un motivo o una razón para seguir viviendo. Donde lo sagrado ya no resultaba atrayente. Lo único entretenido por ese entonces, era beber. Tanto que se tiñan de sangre sus sueños. Era el vino y en él su espíritu. Y me lo anticipó Jack, mucho antes de que yo pueda entenderlo. Profundo en la sonrisa que siempre quiso comprar, su sonrisa, su motivo de vida, su tesoro.

LOS PLACERES DE LA POBREZA

Una verdad bastante certera de nuestra amistad era que ambos detestábamos la ceguera universal que aturde a las masas. La vejez de los pueblos que olvidan sus verdades y repiten su ciclo de decadencia generación tras generación.

Queríamos ser ajenos a todo eso en la mayor cantidad de aspectos posibles que conformaran nuestra vida y nuestra amistad que ya se había vuelto algo producto de fortuna pareciese. Buscar en ello una razón para seguir instruyéndonos, seguir las huellas del peregrino. Dentro de los placeres que vencieron la burlada revolución de esta sociedad, de esta ciudad que estaba muerta antes de nacer, dejando condena y cadenas en el lado opuesto a la razón. Una limitación insoportable de resistir, querer escapar de todo eso nos volvía en un vínculo enriquecido de valores formados bajo el repudio de todos esos aspectos. Y funcionaba a la perfección porque era algo que los dos teníamos muy claro y muy presente que queríamos hacerlo así. Y era por eso también que estábamos solos. Éramos los únicos en postura de protesta, estábamos sumergidos ahí dentro, pero nos queríamos sentir lo más ajeno posible a los placeres de la pobreza.

LA HERIDA

Todo dejó un gusto prematuro en su partida, vivimos muchas cosas, que no voy a detallar porque no es necesario. Pero aún así se sintió prematuro, es una herida. Y lo lamenté por mucho tiempo y lo sigo lamentando en el fondo. Me dejó la sensación de algo repetitivo, una función que siempre termina y vuelve a comenzar. El mismo teatro, el mismo espectador. En el fondo acaba siendo algo que te hace perder la razón, es un juego tan real, y sin embargo quizás fuera un error. Pero es una herida que algunas noches aclamo me cure por favor.

Solía sentir que después de todo estamos perdidos y terminamos prefiriendo a otros, fuimos dos grandes amigos y ahora, después de tantos estrechos, estamos extraviados de la eternidad, dañados. O simplemente soy yo que envejecí, creo que hasta lo hice por él, y déjenme revelar que se siente aún más el frío en esa circunstancia. Es una queja sin respuesta, melancólica y constante, es la herida.

LA SIRENA VARADA

Varias veces en todos estos años he soñado con él. O lo asimilo, nunca lo vi. En el fondo creo que voy a verlo el día que encuentre lo que quede de su cadáver. Pero suelo soñar varias cosas que él en vida, hasta la última vez que nos vimos, me estuvo platicando. Hablaba de pasajes en lo terrenal y lo espiritual. Como si fueran la Tierra y el mar. En un punto donde se convierten en la otra, y seres que luchan, que sueñan, que atraviesan por aquello y pasan horas aferrados de forma interna a esa circunstancia, yo solo pensaba en sirenas.

Cerrar los ojos y sentir oscuridad inmensa, que de un extremo quede la argolla y del otro tu corazón, mientras tanto sangre y siempre con el mendigo a tu lado. Hasta que las estrellas se apaguen. Eso es lo que recalcaba sobre todo, dedicarte un sueño, cerrar los ojos y sentir oscuridad inmensa. El miedo a traspasar las fronteras, cuando el cielo no parece escuchar y el cierzo no parece perdonar. Para mí hablaba de forma literal de sirenas varadas. De manera espiritual, de nosotros.

LA APARIENCIA NO ES SINCERA

Últimamente en su recuerdo estoy sintiendo que al pensar en su causa de muerte, cometo el error de omitir muchas cosas que ya doy por sentadas, y quizás no sea tan así. Tal vez me dejo llevar demasiado por lo aparente, y en realidad tengo que develar el misterio de su muerte, tratando de comprenderlo desde una perspectiva que él hubiera tomado, una postura abstracta donde de lo único que deba estar seguro, es de que me estoy adentrando en su conciencia.

Continúo soñando con esos viejos mensajes, y solo puedo estar seguro de algo claro que me hace pensar en todo esto. La apariencia no es sincera, y ahí detrás está todo, cada sentimiento, como agujas que pellizcan suave, y entonces nunca hubo una droga peor.

Estaba claro que para él no fue ninguna entrega más dulce que las espinas clavadas en rosas que alguna vez tuvo que dar. Apariencia embustera, ardor del corazón, y de esa sangre que sigue siendo el espíritu del vino y el color de las rosas. Ahora su memoria me llevaba por esos caminos. Donde soy solo un cuerpo que quiere conectar lo comunicado, lo que nunca voy a entender, lo espiritual. La apariencia no es sincera.

Z

Ahora lo entendía, recordando el solo que siempre tocaba. Debía hallar su corazón, en el último lugar que estuvo, antes de desintegrarse. Cada nota fluía y parecía la más importante de esta historia, era una sensación cálida, abrazadora y abrasadora. Solamente ahí lo supe, tenía que estar con ese fuego, que alguna vez fluyó por última vez, por donde comenzó el fin. Sin dudas algo iría a encontrar en el último lugar que estuvo.

CULPABLE

Ahí estaba, ahí me dirigí. El nombre del lugar no era importante, ni siquiera donde quedaba. Pero ya todos deben suponer de qué se trata, ya debió suponerse cuando dije que se encontró allí con su novia. Literalmente cuando entré al lugar sentí una sensación de cosquillas en todo el cuerpo, como si fueran plumas que te van acariciando en cada poro de la piel. A pesar de lo concurrido, estaba silencioso como una sombra, sin experiencias vetadas. Entré en una de las habitaciones disponibles, no esperaba encontrar nada realmente. Solo quería cerrar los ojos y tratar de ver algo, dentro mío.

Ir más allá de lo permitido por los fluidos que recorren el cuerpo, la procesión irá por dentro. Cuando abrí los ojos, por un instante, solo vi un color. El ocre más corrompido. Y la sensación de sordez causado por palabras necias, instinto de negación. ¿Qué podía significar todo eso? Solo me hacía falta una señal. ¿Te quedarás mi pesadilla rondándome al oscurecer? Ya lo tenía, estaba en el lugar donde empieza la noche, y donde amanece al final.

EL CAMINO DEL EXCESO

Un huracán de palabras en la ronda a tabernas parecían devorar mi mente mientras me dirigía cada vez más apurado, escuchaba orfeones y veía sangre, ya estaba enloqueciendo. No estaba yendo al paraíso, pero supe que iba a reventar. Como el desprecio que ahoga el veneno. Llegué al lugar de mi visión, era un bosque, muy extraño, había estatuas cubiertas de pasto en varios lugares. Fue en la más grande que vi un demonio de espaldas. Imponente, parecía desvanecerse en la oscuridad.

Recordé una pintura de Blake, pero esta no era su escena, era la de Jack Bones. Apenas toqué la estatua, el viento me trajo un zumbido ¿Estás dispuesto a devorar estrellas que sacien tu sed? Apenas afino melodías de perdedor, donde los cielos han gastado mi último suspiro, y quedaron atrás todos los enemigos, y aún me queda la duda de un futuro mejor. Había llegado al fin, el fin del camino del exceso. Y ahí estaba su tumba, asomaba debajo de la estatua, solo pude percibirlo como una vibración, pero estaba seguro que ahí debajo se encontraba mi amigo. ¿Y qué es lo que lo había llevado allí? Eso todavía era cuestión de conocer, pero no estaba desesperado, ya había encontrado lo que quería. Sabía que iba a seguir conociendo cosas, que solo teniendo su cráneo había podido llegar hasta allí, ahora sabiendo donde está y dónde debo traerlo, se que algo más tendrá para decirme. Después de todo quemamos con malas artes el espíritu del vino, y no va a regresar.

FLOR DE LOTO

Me comuniqué con Charlotte, no sentí que fuera necesario hacerlo, y menos creí que me fuera a responder, pero lo hizo. Nos encontramos para llevar la calavera hacia la tumba, como las dos únicas personas que lo conocimos, pensé que sería bueno que hagamos un velorio de esa forma, para descansar la conciencia. El lugar estaba muy luminoso, completamente distinto a la noche que lo encontré. Dejé el cráneo junto a los restos que sobresalían del pasto, y descubrí en ese lugar un dije, era una flor de loto. En ese momento la novia cerró los ojos y dijo «Nunca fue tan breve una despedida, nunca me creí que fuera definitiva, nunca quise tanto a nadie en mi vida, nunca a un ser extraño le llamé mi familia, nunca tuve fe en mi filosofía, nunca tuve yo ni gurú ni guía, nunca desprecié una causa perdida, nunca negaré que son mis favoritas, nunca una llama permanece encendida, nunca aguanté su calor nunca más de un día, nunca soporté ser un alma invadida, hasta que vi frente a mí por quien yo moriría… Esta es mi flor de loto, mi mundo no se acabará».

EL REFUGIO INTERIOR

Los últimos días me enfoqué en tratar de percibir qué es lo que pasó, por qué murió y perdió su cabeza, pero era muy difícil reflexionar. No había rastros de inspiración, ninguna frase, ninguna visión. Ya comenzaba a pensar que al fin encontró la paz que necesitaba, y no había razón para que yo sepa que pasó. Pero fueron momentos donde nunca me había sentido más vivo y necesitaba otro impulso, quería saber qué sucedió.

Fue una tarde donde ni me empeñé en pensar al respecto, que retumbó con mucha furia en mi cabeza una percusión incesante, era una fortaleza, me sentí fuerte y seguro, quería continuar. Era algo certero y más bien introductorio hacia algo aún más grande, ya hasta me retumbaba el pecho y estaba completamente perdido en ese caos interno, era el refugio interior.

SANGRE HIRVIENDO

Acabé encontrando frases que alguna vez me dijo, pero que solo ahora entendía. Empecé a sentir el espíritu del vino, la sangre que fluye con furia por mis venas y repudia todo conformismo con la realidad perceptible e inmediata, deplorable, al acecho del derrumbe, como un dedo en la llaga o la misma sordera que es mi alimento. Burbujas de sangre hirviendo caen dentro de mí y lo grito al viento, podrán contar conmigo.

Ha llegado la hora y no encuentro el motivo de ese atraganto, seguía sin respuestas y eso me hacía en ira y enojo, violencia. Listo, era eso, violencia, sangre, enojo, repulsión. Algo serio había ocurrido, por eso fue que murió, tal vez con la sangre hirviendo.

TUMBAS DE SAL

No hubo mucho más de lo que me pude haber dado cuenta, como si las bebidas psicoactivas no bombearan suficiente, él solía decirlo. Por momentos pensaba abandonarlo al azar y a la suerte, pero algo me lo impedía, tal vez debía sentirme así, ya nada me sorprendería. Las garras felinas se empeñan en no dejarme dormir, ni la vista a letrinas es lo que se tienta. Condenaría al exilio las verdades a medias, ninguna ya me iba a servir. Pero faltaba algo, occidente cargado de miedo ¿Podría tratarse de magia chamán? Ideas más torpes se han visto, estaba entre océanos de oro y tumbas de sal.

BENDECIDA II

La duda continuaba, pero la ira, la violencia, el éxtasis que sentía se diluyó de un momento a otro, una voz en mi cabeza no paraba de decir, y en ese preciso instante lo sentí muy fuerte en el pecho. En tu ausencia las paredes se pintarán de tristeza y enjaularé mi corazón entre tus huesos…

BENDECIDA

Seguía, así continuó durante horas, y de pronto empezaron a seguir fluyendo cosas, eran recuerdos, que nunca tuve y que nunca viví. Pero lo sentía en la piel. De las brasas de una constelación al mundo perecedero, y de la tierra perdida en la infancia, bendecida fue la causa de mi fortuna. Algo que no me han consentido y que ahora busco entre tus huesos, algo que desde tan lejos creí que no era mi estilo. Pero lo tenía aquí, dentro mío, era casi indescriptible. Pero continuó, sabrás que has muerto cuando abandones tus sueños, y los gusanos siempre están hambrientos. Oriente no cree en el sarcasmo que antaño nos gobernó. Otra vez, oriente y occidente, nunca dejó de ser el espíritu del vino.

LA ALACENA

Ya había acabado todo, pero moría de sed, debilitante. Un vaso de licor que fue eterno, frío, deslizaba por mi garganta y temblaba en el alivio de ese fuego. La sinceridad es enemiga del ganador, yo no estaba en ninguna parte entonces, y parecía culminar ahí, era la última función. Y al igual que el licor, era el gusto amargo por no saber qué le pasó a mi amigo, pero son cosas que a veces es mejor dejar como están. Que calme la tormenta, dilate el pasado y el porvenir.

Pero jamás lo iba a comprender, supe dónde estuvo siempre, qué es lo que sintió, lo tuve cerca. Solo me faltaba comprender de qué murió, por qué. Y el tiempo ya no significaba nada, cada detalle ya había sido asimilado, y no lograba saberlo. No se me escapó nada, era una duda sin final. Esa espina ahora me daba ganas de llorar y no sé de qué exactamente, quería más, se convirtió en una ambición, y nunca iba a conocerlo. Ahora todo se profundizaba y me hundía aún más en el infierno de pensar, sentía que estaba a punto de morir. Comencé a pensar si todo era cierto, si realmente algo de todo esto existió, cuál era la realidad y cuál era el sueño. Si había seguido todo como tenía que hacerlo, Si era real. Fallé, no lo comprendí.

Caí en el peor de los insomnios, el dolor era incesante pero no podía saber dónde lo sentía, caí muy bajo y nunca pude levantarme ¿En qué momento se echó todo a perder? ¿Estuvo siempre en mi mente? ¿Por qué lo sufría? Ya no sabía ni qué estaba pensando. Era eterno el espiral, cada vuelta era más larga, necesitaba cortalo.

La cordura ahora se deshizo por completo, no sé cuánto tardé ni cómo llegué pero ahora estaba en su tumba, me apoyé en la estatua, y en ese trayecto vino cada cosa a mi mente. Había perdido la razón, pero estaba recuperando algo. Pensé en cada concepto, nuestros nombres, el tesoro, los placeres de la pobreza, la sirena varada, que la apariencia no es sincera, y que me siento culpable, era todo parte del camino del exceso, por fin lo entendí. Una flor de loto, en el refugio interior, con la sangre hirviendo, bendecida en la alacena. Su imagen se distorsionaba y rondaba por todos lados de la oscuridad ¿Si nunca fue lo que creí? ¿Si siempre estuvo pero nunca lo vi? ¿Si me quise escapar y él fue mi compañía? ¿Si ahora termina todo? ¿Si estuvo solamente para eso? ¿Por qué yo? ¿Hasta qué punto era necesario? ¿Qué pasará ahora? Solo podía estar seguro de una cosa, él lo era, siempre lo fue, y ahora estaba poseído por el espíritu del vino.

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