Me encuentro aquí. Estático, sin más movimiento que el de mis dedos. Sonorizando con pequeños «click» en medio de un silencioso silbido. Sin pensar en el que hacen, aprietan subniveles en una plataforma plana.
¿Cuánto ha pasado? Cuan grande y rápido el salto de este simio a través de sus ideas. Hace un momento, éste simio peleaba contra la naturaleza, y cuando el muy ileso creyó dominarla, ya se encontraba peleando con el mismo. El mismo, en cada ajenidad a el, mirándose sin observarse, fue reconociendo patrones y aprendiendo sobre ellos para complementar sus futuros pensamientos. En un momento, tan solo un segundo más, ya se encontraba maravillado en pensamientos del maravilloso y reluciente futuro utópico, pero este simio quedó tan embriagado de su capacidad tan singular que lo distinguía de las demás criaturas, tanto que terminó por creerse el dueño de su jaula. Soberbio y sin nadie con quien pelear comenzó por notarse en el otro lado del tablero y encontrando a su enemigo en él mismo. Cometiendo suicidio una y otra e infinidad de veces sin extinguirse al fin, llevándolo a una espiral sin limite por tratar de ser mejor que el mismo. Eso mismo lo llevó hasta hace un par de segundos, donde había creado el infierno sobre la tierra. Utilizó todos sus recursos por tratar de aniquilarse, pero ahora ése odio se esparcía por cada rincón de su diminuta jaula esférica azul. Pero con otro salto aprendió y optó por darse la razón. Cuando menos lo esperó ya había construido un paraíso para casi todo su ser. Casi, por que lo mismo que pudo ser un antídoto lo llevó a intoxicarse de el, y con él construyó la prisión de la distracción.
No todo lo de este simio es malo. A veces lo hace bien.
De vez en cuando despierta con cierta astucia para ayudarse en medio de todos los sueños, y a veces pesadillas, que se sueñan al mismo tiempo en el que él es soñado. Debo reconocer que este pequeño simio sigue en el camino del sorprendiéndome, y la verdad, le tengo fe, por que de salto en salto se encuentra ahora estático, escuchando «click», sin prestar mucha atención a lo que surge de ese sonido, o el motivo de este, ni si quiera en la filosofía del mismo. Se queda anonadado al pensar en cuan grandes sus saltos son en comparación con una pequeña hormiga, pero a su vez, se queda silenciado por lo pequeños que son estos en comparación a los gigantes que yacen fuera de su diminuta jaula de pensamientos.
Saltando admira lo que sus dedos, sin su permiso, compartieron. Sin cuestionarlos ni contrariarlos los acepta. Sus dedos parecen saber lo que hacen, ya que lo hacen con mucha decisión, y de vez en cuando, con tanta, que aumenta significativamente el volumen del «click».
Ya dijo él en voz alta; Éste simio sin duda me sorprende.
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